La última cortina de humo>
El Gobierno de Pedro Sánchez, como ya ocurrió con el reconocimiento de Palestina como Estado, ha decidido actuar por su cuenta y riesgo en este asunto, sin esperar a una decisión del bloque europeo que pudiera añadir más contundencia a nuestra acción diplomática. Estas prisas son las que permiten pensar que a Sánchez no le importa tanto lo que sucede en Gaza como opacar, con acciones espectaculares en la escena internacional, su debilidad en un momento crítico, en que las presuntas irregularidades cometidas por su esposa, Begoña Gómez, son investigadas por la Justicia, copando titulares de diarios e informativos radiofónicos. El guion de esta estratagema política quedó perfectamente ilustrado en la película 'Wag the Dog' ('Cortina de humo'), del director estadounidense Barry Levinson, donde un asesor presidencial se inventa una guerra para ocultar un bochornoso escándalo de su jefe.
Sánchez ya utilizó la causa palestina, sobre la que existe más consenso que conflicto en España, cuando intentó disimular su parálisis legislativa, y lo ha vuelto a hacer ahora que su esposa ha sido citada a declarar. Después de su segunda carta a la ciudadanía, en la que arremetió contra el instructor de la causa de su esposa, obligó al PSOE a dedicar el mitin de Benalmádena del pasado miércoles a Begoña Gómez, y ahora ha puesto al ministro Albares al servicio de su estrategia.
El PSOE es consciente de que tras sus pactos con Junts ha perdido la centralidad, y por eso se lanza a gesticular hacia su izquierda, con el fin de anular a Sumar y a Podemos. Para ello, copia su agenda propalestina y sus formas de comunicación populista, lo que representa un problema para dos formaciones que ya no tienen -ni en el fondo ni en la forma- nada que las distinga.
Pero a las puertas de unas elecciones europeas, Sánchez desdibuja su perfil de aliado fiable y traza alianzas exóticas. La situación en Oriente Próximo es crítica y la comunidad internacional debe velar por el estricto compromiso del derecho internacional humanitario. Por eso, que la posición de España dependa del interés electoral y personal de Pedro Sánchez y no se busque un acuerdo más amplio es un error mayúsculo. Nuestro país ya ha comprobado que el derecho internacional tiene la deformada figura de un embudo, debido a los intereses creados. Jueces españoles pudieron perseguir causas de derechos humanos en Chile, Argentina, Guatemala, Ruanda y el Sahara Occidental, pero cuando llegaron a China, por el Tíbet o por el caso Falun Gong, la cosas cambiaron súbitamente. La reforma de 2014 puso fin a la jurisdicción universal y obligó a archivar todas las causas, atendiendo a un principio de pragmatismo político. Por esta razón, si España quiere adoptar una posición constructiva en cuestiones de derecho internacional humanitario, debe actuar de la mano de sus socios y preservando la capacidad que tenía de abrir un diálogo tanto con los árabes como con los israelíes.