La operación militar de EE UU en el Mar Rojo genera tensiones entre Madrid y Washington
La operación militar promovida por Estados Unidos para proteger a los buques que navegan por el mar Rojo de los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen, aliados de Irán, ha provocado una inesperada tensión entre Madrid y Washington. En el Gobierno español generó disgusto que el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, incluyera sin previo aviso a España el lunes entre los 10 países que iban a participar en la operación Guardia de la Prosperidad, comandada por Estados Unidos. La propia portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, tuvo que desmentirlo públicamente, asegurando que España no participaría de forma “unilateral” en la coalición, aunque el Ministerio de Defensa dejó claro que sí podría hacerlo “en el marco de la OTAN o la Unión Europea”.
El camino pareció despejarse al día siguiente cuando, en una reunión extraordinaria del Comité Político y de Seguridad (CPS) europeo, entre embajadores, se acordó que la UE participara en la vigilancia en el mar Rojo a través de la Operación Atalanta, que se dedica desde 2008 a la lucha contra la piratería en el Índico. El Alto Comisionado de la UE, Josep Borrell, anunció la decisión y aseguró que se intensificaría el intercambio de información con Estados Unidos y reforzaría la presencia naval europea con medios adicionales. “Esto demuestra el papel de la UE como proveedor de seguridad marítima. Acompañamos nuestras palabras con acciones”, remató. Sin embargo, al día siguiente, en una reunión técnica, España vetó el cambio de mandato de la Operación Atalanta para incluir la protección de la seguridad de navegación en el mar Rojo, según adelantó El Confidencial.
La decisión causó sorpresa en medios diplomáticos, ya que el Gobierno español no ha dado ninguna explicación. Según fuentes diplomáticas, este súbito giro estuvo detrás de la conversación que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mantuvo el viernes con el jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez, la primera tras la investidura de este último. Aunque La Moncloa no hizo ninguna alusión al tema en su comunicado, la Casa Blanca sí aseguró que ambos mandatarios habían destacado la necesidad de que el conflicto de Gaza no se extienda por la región y habían condenado “los continuos ataques hutíes contra buques en el mar Rojo”, comprometiéndose a mantener la cooperación entre sus respectivos países.
El mismo viernes, tras reunirse con Pedro Sánchez en el Congreso, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, reveló que este le había dicho que “la decisión española de momento es no intervenir; o, al menos, no intervenir en las condiciones solicitadas por Estados Unidos”. El jueves, en declaraciones a la SER, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, había calificado de “enormemente hipócrita” la celeridad de la comunidad internacional para proteger intereses comerciales en el mar Rojo y la pasividad a la hora de defender a la población civil de Gaza. Los hutíes aseguran que solo atacan a los buques que se dirigen a Israel, pero en la práctica han convertido en objetivo cualquier barco que haya pasado por puertos israelíes o al que se vincula con dicho país, lo que amenaza la navegación por una vía por la que circula en torno al 10% del comercio mundial.
España tiene un papel fundamental en la Operación Atalanta, ya que su cuartel general está en la base de Rota (Cádiz) y su responsable es el vicealmirante español Ignacio Villanueva Sánchez. En este momento, además, la fragata española Victoria es el único buque con el que cuenta la operación europea, tras la retirada de la fragata italiana. Ni siquiera dispone de un avión de patrulla marítima, pues su despliegue en la zona está condicionado por la temporada de los monzones.
Fuentes militares señalan que, con los medios con los que cuenta ahora la Operación Atalanta, es imposible asumir nuevos cometidos sobre todo porque, después de tres años de inactividad, se ha producido una reactivación de los ataques de los piratas somalíes, con dos secuestros (un pesquero iraní y un carguero búlgaro) en las últimas semanas. Sí sería posible, matizan, si se reforzaran significativamente sus medios y se aprobara un plan de operaciones. La escasa anchura del mar Rojo hace que el tiempo de reacción ante un ataque desde la costa yemení sea muy corto, lo que obliga a los escoltas a navegar cerca de los buques protegidos y siempre dentro del alcance de sus armas. Los drones con los que se han realizado la mayoría de los ataques son lentos, pero plantean el dilema de si vale la pena gastar carísimos misiles en derribarlos. Además, desde el punto de vista político, un conflicto con los hutíes es un conflicto con Irán por vía interpuesta.