Crítica de 'Rivales' (***): tenis de dobles y vida de trío>

Dos jóvenes tenistas y amigos desde la infancia luchan por hacerse un hueco en el olimpo tenístico y también por conquistar a Tashi, joven tenista con un talento descomunal para ese deporte y para otras muchas cosas. Lo que era un buen equipo de dobles es ahora un triángulo y el director elige una estructura endiablada para narrar su historia. Si bien los escenarios son escuetos (campos de tenis), el tiempo narrativo es un calendario con las hojas al viento: el relato va para atrás, adelante y por las zonas intermedias, y coge un partido crucial, lo interrumpe para contar otro que lo fue hace años y las situaciones que influyeron entonces y ahora… No es difícil ir enterándose de la historia, sus pormenores y los detalles que la ensombrecen, pero hay que estar muy atento y ni un rápido viaje al baño.

Si le ponemos un colador a 'Rivales', queda una amistad resquebrajada, dos amores frustrados, los varios modos de la ambición, deportiva y vital, y una idea de enemistad por causas insanas; también queda la manipulación femenina, la inseguridad masculina y la aceptación del fracaso. Es una película de sentimientos muy complejos, y que se vislumbran, a pesar de la madeja narrativa y del exceso (tal vez inevitable) de cámara lenta, bolazos al espectador, sudores y jadeos, gracias al trío protagonista, con una Zendaya que mira y actúa como si estuviera en un Shakespeare, y con Josh O'Connor rebosante de simpatía y con Mike Faist enternecedor. Y le ofrecen al director algunos momentos 'de trío' llenos de esa fluidez sexual tan 'guadagnina'.