Mapi León
Los hombres y mujeres que han practicado un deporte de contacto directo, sea fútbol, baloncesto o boxeo, saben que desestabilizar a tu marca forma parte del amplio abanico de registros que utiliza un jugador para vencer en sus duelos individuales. Forma parte del juego y de la profesión. Y nos asombraríamos si llegarán a nuestros oídos lo que se habla, se dice, se insulta, se escupe y se humilla en un campo de fútbol. Seguramente no es muy deportivo. Pero sí terriblemente práctico y para ganar, que lo justifica casi todo, mejor contar con un grupo de legionarios que con once misioneros. A ver, memoria de pez, ¿qué defensa era aquel que en los saques de esquina le hacia una prospección anal con su dedo al delantero centro? Lo de Michel con Valderrama ha debido comentarse en más de un clinic veraniego. Y las chicas, que son guerreras, comparten en las canchas deportivas el mismo código que los hombres. La hipocresía es de libre práctica. Pero exigirles a las mujeres por ser mujeres una versión angelical del deporte es una chuminá de la carlota. Eso solo lo hacen los que no han jugado ni al parchís…
A Mapi le caerá la sanción correspondiente. Pero liberémosla de la condena social del puritanismo imperante. Es una jugadora de fútbol y ahí madame Bovary no es un referente. Se tocarán la papaya, la baticola y las narices si falta hiciera. Como lo hacen sus camaradas masculinos. Porque el fútbol, el baloncesto o el boxeo dejaron de tener género. Tienen reglas y códigos. Que iguala, más que la política y perversas leyes del ministerio de Igualdad, al hombre y a la mujer. Toda la que sale a jugar a una cancha de fútbol sabe lo que es el consentimiento de unas reglas no escritas que ayudan a ganar...