La deuda con la heroína silenciada de Omaha: «Fue borrada de la historia»>

La que habla es Rosario Raro, escritora y doctora en Filología Hispánica. Y lo hace con la seguridad que le da haber investigado durante meses y meses la vida y desgracias de Gellhorn para alumbrar su última novela histórica: 'Prohibida en Normandía' (Planeta). «Cuando me enteré de su gesta, supe que tenía que contarla», admite a ABC. No ya porque fuera una historia apasionante, que también, sino porque la reportera se merecía un reconocimiento durante el ochenta aniversario del Desembarco de Normandía. «Es injusto. Ella, que quería ser los ojos de América en Europa, fue borrada de la historia. Para muchos, es como si su hazaña nunca hubiese tenido lugar», sostiene. Ahora, ya no.

Al otro lado del teléfono, Raro esboza las peripecias de Gellhorn. Y faltarían hojas de este periódico para contarlas todas. Nacida en 1908, pronto sintió los cantos de sirena del periodismo y se breó en los grandes conflictos que marcaron nuestro siglo XX. A la Guerra Civil española se fue con 50 dólares en la cartera y unas latas viejas de comida en la maleta, y, a las batallas que se sucedieron tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, deseosa por narrar el sufrimiento de los civiles.

Ansiosa por descubrir

Aunque su mayor combate se sucedió en su vida amorosa. «Fue la tercera esposa del también periodista y escritor Ernest Hemingway. Al final de su vida, decía que, a pesar de que solo había estado con él cinco años, ese matrimonio la había eclipsado. Sentía que no había tenido entidad propia», explica Raro.

Pero vaya si la tuvo. En 1944, cuando en el ambiente se masticaba un desembarco aliado en la costa francesa, se trasladó hasta Londres en un carguero noruego; y a escondidas, ya que su marido hizo todo lo que estuvo en su mano para evitarlo. Gellhorn, desesperada por vivir de primera mano la apertura de un segundo frente que aliviara la presión sobre la Unión Soviética, utilizó todas las armas a su disposición para desvelar el mayor secreto del alto mando: la zona exacta y la fecha en las que se iba a producir el Día D. «Uno de sus ardides fueron las entrevistas que hizo a las mujeres que participaban en el conflicto de una u otra forma. Pretendía sonsacarles información», desvela la autora. Para su desgracia, no le funcionó todo lo bien que hubiese querido: la red tejida para proteger estos datos era demasiado densa.

De lo que sí se enteró el 'Peligro rubio' –apodo perfecto donde los hubiera– fue de que los aliados habían creado de la nada un ejército fantasma en las costas de Dover para convencer a los alemanes de que el desembarco se llevaría a cabo en el Paso de Calais, y no en la zona de Normandía. «Fue el mayor truco de magia de la historia. Con la ayuda de Hollywood, crearon un campamento gigantesco que contaba con tanques hinchables, aeródromos de pega... ¡Hasta hacían llegar decenas de trenes a la zona para simular el transporte de tropas!», completa. Los artistas detrás del teatrillo fueron un millar de decoradores, camarógrafos, extras... La industria del cine al completo.

Otros conflictos

Durante la Operación Overlord, Gellhorn cruzó el Canal de la Mancha en un buque hospital. Pasó horas escondida hasta que, de buena mañana, se subió a un lanchón con destino a Omaha, la playa en la que los Aliados sufrieron más bajas el Día D. «Decía que había tenido que tragarse el miedo. En parte estaba acostumbrada, llevaba muchas guerras en la mochila», insiste Raro.

Ya en la arena se hizo pasar por camillera y, tras recoger a un herido, regresó a la seguridad del buque. Su crónica, un tesoro informativo único en el mundo, fue la primera en arribar a Estados Unidos, pero la revista 'Collier's' se negó a publicarla. «Entre otras cosas, porque estaba prohibido que una mujer se acreditara y tenían miedo a las represalias», añade la autora.

Tras el desembarco fue detenida y enviada a un campo de trabajo. Aunque el castigo no la escarmentó. «Empezó su lucha por que se publicaran los reportajes y cubrió como periodista otros conflictos internacionales. A los 81 años informó sobre la invasión de Panamá, y hasta se planteó ir a los Balcanes, pero ya estaba muy mayor», suscribe Raro. Murió en 1998. Se envenenó, harta de la ceguera que la aquejaba. Por decidir, decidió hasta el día de su muerte.