Sánchez ve legitimado su proyecto político porque "se pasa página al procés" mientras Puigdemont lo presiona para gobernar él

Una etapa reina con tres puertos de montaña claves. Pedro Sánchez, aficionado a montar en bici, afrontaba un importante examen. Rampas de desnivel para medir su desgaste, su fuerza, su cadencia de gobernabilidad: País Vasco, Cataluña, y europeas. La primera cima la coronó sin dejarse minutos, tomando oxígeno. La segunda, un fuera de categoría, la corona en cabeza.

La victoria de Salvador Illa (42 escaños), con una resultado «histórico» en Cataluña -así lo califican los socialistas- entienden en el Gobierno que supone legitimar y validar la hoja de ruta de Sánchez para gobernar desde La Moncloa: apoyarse en los independentistas, hasta el punto de entregarles trofeos como la Ley de Amnistía. «El mensaje que manda Cataluña es claro, se pasa página al procés», valoran fuentes gubernamentales consultadas por este diario. «Las medidas del Gobierno reciben un aval y un impulso muy importante», creen en la cúpula socialista. Sánchez e Illa ya conversaron en la noche del domingo.

En el Gobierno sabían que el dictamen de las urnas catalanas podían tener consecuencias en la gobernabilidad del país. Querían creer que pasara lo que pasara, los independentistas catalanes no tenían incentivos para romper con Sánchez y sacarlo de La Moncloa. La subida de Illa (+9 escaños y +213.264 votos), ganar con varios cuerpos el sprint a Carles Puigdemont (7 escaños) y, sobre todo, porque es la primera vez en la historia que los partidos nacionalista no suman mayoría en el Parlament les llevan a ese pensamiento. Ésta es la gran clave, el rubicón que permite respirar a La Moncloa. «Es un paso determinante. Es muy importante que los independentistas no sumen», sentencian fuentes del Gobierno. «Las opciones independentistas llevaban 40 años sumando mayoría absoluta en el Parlament, hasta hoy», exponían fuentes socialistas. El bloque independentista se queda en 61 diputados.

Sánchez ha tejido su permanencia en La Moncloa depositando la gobernabilidad en los votos de los partidos nacionalistas vascos y catalanes. Para ello, cada negociación se ha convertido en una exprimidora para el Ejecutivo, obligado a cesiones para sacar medidas o mantener el Gobierno. Entre esas medidas está, claro está, la Ley de Amnistía, que se aprobará definitivamente en el Congreso antes de que acabe el mes. «La amnistía se ha demostrado que no era determinante», reflexionan las fuentes socialistas consultadas. «Estamos en un escenario igual que con los indultos. La gente se ha dado cuenta de que no pasa nada», apuntan fuentes gubernamentales.

Creen en el Gobierno que el resultado en Cataluña supone que la legislatura camine. Y que seguirán contando en Madrid con el apoyo de ERC y Junts. Pero está por ver qué reacción o manera de actuar tendrán. Los republicanos, uno de los socios más estables de Sánchez, han sufrido un duro varapalo (pierde 13 diputados, hasta quedarse en 20) y la digestión que hagan de este batacazo y sus decisiones aún pueden suponer zarandeos en la gobernabilidad.

Presión de Puigdemont

«La diferencia es tan clara, la victoria de Illa es tan clara que no puede haber repetición electoral» reflexionaban a última hora de ayer fuentes gubernamentales, ante la hipotética tentación de ERC de no permitir un tripartito -PSC, ERC y los Comunes suman 68 diputados, la mayoría absoluta- y avale el bloqueo y una repetición electoral. «ERC tiene que hacer ahora una reflexión. ¿Va a plantarse, arriesgarse a una repetición electoral o irse a la oposición o prefiere intentar recuperarse desde dentro de un gobierno?», exponen desde el Ejecutivo. Uno de los escenarios que maneja desde hace días La Moncloa es que ERC facilite la gobernabilidad pero no entre en el gobierno.

En el Gobierno y el PSOE están a la expectativa de los movimientos y las presiones que reciba ERC del mundo independentista. «Asumiremos la voluntad de la ciudadanía. Lo haremos en el lugar donde ha decidido la ciudadanía, en la oposición», dijo Pere Aragonés en su valoración del resultado electoral.

Y, por supuesto, hay expectación por ver la reacción de un Puigdemont siempre «imprevisible», avisan en el PSOE. De momento, el líder de Junts ya presiona a Sánchez exigiéndole que le deje gobernar con ERC. Su argumento para esta demanda es que la distancia entre PSC y Junts en términos parlamentarios «no es diferente de la que existe entre PP y PSOE» en el Congreso. Una primera advertencia, primer aviso nada más cerrarse las urnas, que de no cumplirse podría tener consecuencias en Madrid, en la gobernabilidad de Sánchez.

Sobre la mesa todas las opciones. De ahí que fuentes socialistas advierten que en las próximas fechas habrá que tener en cuenta tres elementos en las ecuaciones: la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona, donde el socialista Jaume Collboni perdió en marzo una cuestión de confianza vinculada a la aprobación de los Presupuestos municipales y ha tanteado a ERC para reforzar su ejecutivo, y el Gobierno de España.

Superadas las cotas de País Vasco y Cataluña, quedan las elecciones europeas, un final en alto de esta etapa electoral. Sánchez y el PSOE la afrontan con optimismo, con barras energéticas, porque creen que salen fortalecidos de los kilómetros recorridos hasta ahora. Aunque el PP parte con el cartel de favorito en este último ascenso, los socialistas se conjuran: «Este resultado en Cataluña supone un impulso tremendo para las europeas».