Trump muestra su versión más pragmática con el presidente sirio, el exyihadista Al Sharaa

Trump hizo en presencia de Al Sharaa la promesa de levantar las sanciones internacionales que pesan sobre Siria -y que deben abrir el camino a los préstamos para la reconstrucción después de 13 años de guerra civil-, y presentó la medida como una «oportunidad para que Siria haga algo grande». Después de décadas de dictaduras, cada cual más cruel, y ahora el peligro de convertirse en un nuevo Afganistán, la oferta de Trump a Damasco es generosa. Y lleva implícita la advertencia de que Occidente estará pendiente de cómo aprovecha Siria esa oportunidad.

De entrada el presidente Trump ha pedido a Al Sharaa dos medidas nada sencillas para mostrar sus buenas intenciones. La primera que expulse a los yihadistas extranjeros que pelearon a su lado contra Bachar al Assad, y que todavía siguen en Siria (algunos ocupando cargos en el nuevo ejército). La segunda que se implique en los llamados Acuerdos de Abraham, que sirvieron para que algunos estados del Golfo hicieran la paz con Israel.

Esta petición de Trump a Al Sharaa es todavía más difícil que la anterior, porque implica una disposición similar por parte del Estado hebrero, que hoy no existe. El Gobierno de Netanyahu desconfía del todo de Al Sharaa. Aunque el nuevo lider suní de Damasco ha expulsado a los iraníes y a los chiíes libaneses de Hizbolá, Tel Aviv aún teme que el nuevo régimen islamista sirio siga siendo antisionista, y dé alas a los grupos que le combaten.