Merz teme una encerrona de Trump en la Casa Blanca tras un cambio de agenda a última hora
El canciller alemán, Friedrich Merz, creía haber desactivado, al menos en parte, ese potencial explosivo. Desde antes de asumir su cargo, el que se convertiría después en ministro alemán de Exteriores, Johann Wadepuhl, estaba ya trabajándose al equipo de D. J. Vance para diseñar favorablemente el que sería el primer encuentro de los dos jefes de Gobierno, que finalmente tendrá lugar este jueves.
Contrariamente al orden que acostumbra a imponer Trump en estas visitas oficiales, el que figura en primer lugar la reunión pública en el despacho oval y después ya un almuerzo y una sesión de trabajo, el Auswärtigesamt alemán había logrado revertir la sucesión de acontecimientos y Merz llegaba a Washington pensando que tendría primero la oportunidad de un almuerzo de trabajo y una reunión con los miembros de ambos equipos, con la oportunidad de neutralizar de antemano desencuentros sobre los que Trump pudiese elevarse para fustigar en público al canciller alemán.
«Es como saltar al vacío»
Pero a última hora del miércoles, una vez instalado en la Blair House, la casa de huéspedes en el complejo de la Casa Blanca situada a la vuelta de la Galería Renwick, le ha sido notificado que la Casa Blanca le daba la vuelta al programa. «Es como saltar al vacío», ha comentado desde Washington un miembro de su equipo. El encuentro comenzará en público, seguramente con un apretón de manos de lucha libre y expuesto a la animadversión que el presidente de Estados Unidos siente por todo lo alemán.
Donald Trump tiene raíces alemanas por parte de su abuelo, Friedrich Trump, que emigró a Estados Unidos en 1885 desde Kallstadt, una pequeña localidad en la región de Renania-Palatinado. Dejó su país natal ilegalmente, para evitar el servicio militar obligatorio, e hizo una fortuna turbia durante la fiebre del oro. Más tarde, intentó regresar a Alemania con su esposa, pero fue expulsado por las autoridades bávaras, debido a huida.
La familia Trump ocultó su origen alemán durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el padre de Donald, Fred Trump, afirmó ser de ascendencia sueca, y Trump ha evitado siempre aludir a estos orígenes. No se cansa de criticar a Alemania por su superávit comercial, por su escaso gasto en Defensa o por su política climática.
Durante su intenso trabajo de preparación para la entrevista, Merz se ha entrenado para esquivar directos y aguantar ganchos, con mucho baile de piernas. Ha ejercitado respuestas a posibles preguntas, como «¿Por qué Alemania se sigue aprovechando de Estados Unidos en defensa?», «¿Cuándo dejarán de ser blandos con China?» o «¿Realmente crees que la Unión Europea sobrevivirá a mi arancel del 50%?».
Merz está, por tanto, preparado para encajar golpes económicos y dispuesto a poner mucho dinero sobre la mesa para aplacar el espectáculo del presidente estadounidense, pero hay un punto que preocupa especialmente al Gobierno alemán: Putin planea un gran ataque en Ucrania en coincidencia con esta visita y cualquier comentario al respecto puede hacer saltar chispas.
Se vuelve también particularmente complicada e impredecible cualquier alusión a la actitud del Gobierno alemán hacia el partido antieuropeo, antiextranjeros y prorruso Alternativa para Alemania (AfD), actualmente la segunda fuerza en el Bundestag y que durante la última campaña electoral recibió el apoyo directo de Vance y de Musk. Durante su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich, Vance criticó públicamente las obstrucciones de los gobiernos europeos contra partidos de extrema derecha como este y el asunto pone nervioso al equipo diplomático alemán.
Con Merz han viajado Günter Sautter, director ministerial y asesor principal de política exterior de Merz; Levin Holle, el cerebro económico de Merz; Philipp Wolff, coordinador de los servicios de inteligencia de la Cancillería Federal, y Alexander Eberl, jefe de la división diplomática alemana para Norteamérica y un verdadero experto en trumpología, además de su portavoz Stefan Kornelius.