Emilia Pérez: el cine como experiencia trans, transformadora y transcendental (*****)

La fábula nos dice que cuando Narciso, engañado por Némesis, se vio reflejado en el agua quedó tan prendado de su propia belleza que se condenó. Pero quizá, solo quizá, Ovidio no lo cuenta todo. Narciso, el pobre, se entendía mal con el mundo y con la ninfa Eco que no hacía más que reproducir lo que él decía. Tal vez, el verse sobre la superficie del espejo le hiciera reflexionar a Narciso sobre la posibilidad de ser otro distinto a sí mismo. Es decir, de repente, el mayor de los vanidosos se vio de golpe con el absurdo de su condición. El suyo, apurando la argumentación, era un problema de identidad y, más importante, de sociabilidad. Lo duro, bonito y justo es ser uno a través del otro, ser idéntico a uno mismo gracias a todos los demás. Ser siendo, que dirían las voces de los ascensores a las que tanto les gustan los gerundios. "Qué alegría, vivir: sintiéndose vivido", decía el poeta Salinas, como expresión máxima de la paradoja. Digamos, que 'Emilia Pérez' es, en su total radicalidad, la expresión más brillante de la que ha sido capaz el cine reciente de expresar esta paradoja tan básica, tan universal, tan humana y, ya que nos ponemos, tan oportuna en tiempos de solipsismo en red.

De repente, estamos delante de un musical-narcocorrido-trans tan delicado como brutal en cada uno de sus gestos más oscuros. Irresistible de puro disparatado. 'Emilia Pérez' camina desde el primer fotograma al último en el límite exacto entre lo uno y lo otro, entre lo sublime y lo extravagante, entre lo insignificante y lo desproporcionado. Y es ahí, en esa línea invisible que un día delató al propio Narciso, donde la cinta de Jacques Audiard se queda a vivir. Y a morir incluso. Audiard propone, ya se ha dicho, un musical, pero con la textura del melodrama, el ritmo del thriller y la aversión a las reglas de la comedia disparatada. Por momentos, recuerda a la exuberancia fútil de los alardes de Busby Berkeley, a ratos se camufla entre la gramática del polar francés clásico y, cuando quiere, cita hasta al propio Almodóvar. A todo se atreve, todo lo intenta.

Se cuenta la historia de Rita, una abogada que un buen día recibe una oferta extraña y muy inesperada. Quizá solo loca. El más temido de los jefes de los carteles de la droga le pide que le ayude a desaparecer detrás del sueño que persiguió desde la infancia: ser una mujer, ser otro de manera tan definitiva hasta el punto de ser otra. La letrada es Zoe Saldaña en el papel de su vida. Selena Gomez se queda con el personaje de la mujer del mafioso, con todo lo que eso conlleva de desconcierto. Y Karla Sofía Gascón, la auténtica revelación de todo esto, irrumpe en la pantalla como la mayor de las revelaciones. Descomunal, temible, tierna, turbadora y perfecta.

Audiard que ha hecho de su cine una experiencia casi física y siempre a flor de piel capaz de acercarse por igual al western ('Los hermanos Sisters') que al relato apenas susurrado ('París, Distrito 13'), al drama a voz en grito ('De latir, mi corazón se ha parado') que a la simple y pura fiebre ('Un profeta' o 'Dheepan'), acepta y entiende que la mejor manera de acercarse a la realidad es prescindir de ella. Un musical, por definición, es mentira; un musical suspende el pacto con el espectador y somete el principio de verosimilitud a un bonito paréntesis. Y es entonces, lejos del suelo, cuando las pasiones surgen libres de referencias materiales y solo pendientes del ruido que producen al rozarse, chocarse o ignorarse. Y así, hasta el suicidio o el peor de los accidentes tal y como nos enseñó el propio Narciso (o la pérfida Némesis).

Toda 'Emilia Pérez' es una fábula de liberación sobre el cine y la propia vida. Jacques Audiard reivindica el poder del arte como espacio de tolerancia, como un ejercicio provocador, radical, festivo y orgullosamente 'woke' en el mejor y más liberador de los sentidos. Y, por supuesto, muy trans. Trans de transformación, trans de tránsito, trans de transcendental, trans, por qué no, de transiberiano. Aquí se ha venido a viajar hasta lo más lejano. En su violenta ingenuidad perfectamente consciente de sí, la moraleja que 'Emilia Pérez' propone es que quien cambia el cuerpo, cambia el alma. Y quien cambia el alma, cambia la sociedad.

Bien es cierto, que tanto es el deseo de todo que, por momentos, 'Emilia Pérez', la película, hasta se equivoca y lo hace contenta. Es cierto que el acento español de Selena Gomez de puro extraño, descoloca; y es inevitable torcer el gesto ante algunas de las canciones compuestas por la cantante Camille y el arreglista Clément Ducol. Pero, decíamos, lo poco malo pasa pronto. El dueto cantado entre la abogada y el cirujano israelí a media voz; los planos cenitales en la clínica de estética al estilo de las coreografías acuáticas de Esther Williams; el 'rapeado' de Saldaña en la cena de recaudación de fondos... Los hallazgos son tantos que no queda otra que zambullirse en el agua de la mano del mismo Narciso en la que es la película de la temporada.

Director: Jacques Audiard. Intérpretes: Karla Sofía Gascón, Zoe Saldana, Selena Gomez, Adriana Paz, Edgar Ramirez. Duración: 132 minutos. Nacionalidad: Francia.