Los justicieros
En su mochila se encontró una nota en la que habla de la corrupción y «los juegos de poder» de las aseguradoras médicas, y otra en que escribe «pido disculpas, pero había que hacerlo. Estos parásitos se lo merecían». También tiene reflexiones sobre la carestía de la salud y «el futuro de la humanidad».
¿Qué hizo que Mangione, miembro de una prestante familia de Baltimore, y al que todos sus compañeros describen como sociable, brillante y encantador, graduado con honores en secundaria y con licenciatura y maestría en Ingeniería de la Universidad de Pensilvania, se convirtiera en un asesino que hoy enfrenta cadena perpetua? ¿Y cómo se explica que en pocas horas se haya convertido en un ídolo?
La inmensa oleada de apoyo que ha recibido, incluye miles de seguidores en su cuenta de X, una campaña de donaciones para su defensa —que no necesitaría, porque su familia es rica—, y algunas manifestaciones atrevidas como empapelar Nueva York con carteles con el rostro de otros ejecutivos que dicen ‘Se busca’, o con frases como ‘Necesitamos más tipos como él’.
En su mochila se encontró una nota en la que habla de la corrupción y «los juegos de poder» de las aseguradoras médicas
Habría que señalar la inevitable relación de Mangione con Theodore Kaczynsky, el Unabomber, que el mismo Mangione ha hecho explícita, pues en la reseña de su manifiesto en un sitio web dijo estar de acuerdo con la teoría de que «las protestas pacíficas no nos han llevado absolutamente a ninguna parte». También Kaczynsky, con su crítica radical a la sociedad tecnológica y su regreso a una vida primitiva ha resultado un personaje fascinante para el público en general y ha inspirado a numerosos escritores y cineastas.
Sobre su vida hay numerosos documentales y algunos libros: uno de ellos ‘El camino de Ida’, de Ricardo Piglia, y otro muy reciente, ‘Old King’, de Maxim Loskuttof. Ya también hay en proceso cuatro documentales sobre Mangione.
La desaparición de Mangione seis meses antes del crimen, que llevó a su familia a pedir ayuda a la policía, y que hablara de padecer «niebla mental» y del horror de tener «un problema que te paraliza la vida. La gente que te rodea no entiende sus síntomas», hace pensar en una enfermedad mental. Al Unabomber se le diagnosticó finalmente esquizofrenia paranoide. Los dos sintieron, seguramente, que tenían una misión.
Tal vez lo que explica la fascinación de tantos sea la fuerza ideológica que los animaba, pero también su capacidad de pasar a la acción. Mangione y Kaczynsky, dos radicales, dos locos cuerdos, dos idealistas consecuentes como don Quijote, realizaron la fantasía de un montón de ciudadanos que jamás optarían por la violencia pero se reconocen en su indignación, su rebeldía, su crítica, su odio. Que ven en Mangione y Kaczynsky, que renunciaron a sus vidas establecidas por una idea, los héroes que ellos jamás podrían ser.