¿Riesgo de burbuja?

Sin duda para España es una buena noticia estar en esta ocasión en el grupo de cabeza del crecimiento europeo, pero la situación, como ocurrió en los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria, no está exenta de riesgos. La política monetaria entonces, como ahora, se adaptará a la débil situación de Alemania y Francia, y los tipos seguirán bajando, probablemente para situarse en el 2%, o incluso en el 1,5% según algunos analistas, si Trump cumple sus amenazas e impone aranceles a los productos europeos. Esta relajada política monetaria, que ayudará sin duda a Alemania y a Francia, e incluso a Italia para reactivar su economía, en España y Portugal puede provocar una nueva burbuja de deuda.

Es cierto que familias y empresas tienen margen para endeudarse después del fuerte desapalancamiento que llevan realizando desde hace ya tres lustros. Sin embargo, la situación del sector público es mucho más preocupante. Bruselas levantó la mano, y suprimió las reglas fiscales durante el Covid para poder aplicar medidas que socorrieran a trabajadores, autónomos y empresas. Después volvió a levantar la mano para aplicar medidas anticrisis. Y cuando en teoría estamos volviendo a la senda del rigor fiscal, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, avanzó el viernes que planteará volver a aplicar cláusulas de escape del rigor fiscal para aumentar la inversión en defensa, como pide Donald Trump. Probablemente una medida acertada para que Europa se tome en serio su propia defensa y deje de depender del presidente norteamericano de turno. Pero es peligroso que en algunos países se tome esto como manga ancha, porque al final, se permita o no el endeudamiento lo cierto es que se genera deuda y antes o después hay que pagarla.

En el sector inmobiliario, aunque estamos ante precios récord, parece que todavía no se trata ni mucho menos de una burbuja inmobiliaria como la que estalló en 2008. Entonces se construían 600.000 viviendas cada año y aún así, los precios no paraban de subir. Los bajos tipos de interés, el alto crecimiento económico y la laxitud de las entidades financieras, especialmente las cajas, a la hora de conceder préstamos por hasta el 100% del valor de las viviendas provocaron el cóctel perfecto.

El problema de la vivienda hoy parece de oferta. Apenas se construyen 100.000 para más de 200.000 nuevos hogares anuales, por lo que parece que es normal que los precios suban ante esa presión de la demanda. De todos modos, debemos ser cuidadosos. Los ciudadanos no podemos confiarnos por los bajos tipos para endeudarnos por encima de lo que podremos pagar en el futuro ante otro escenario, y las administraciones deben tener también cuidado y aprovechar el crecimiento y los ingresos extra que acarrea para cuadrar las cuentas y ahorrar para cuando vengan las vacas flacas. Pero no veo yo a los políticos muy por la labor.