Un buen ejemplo, es lo que está ocurriendo con el FBI, la principal institución policial de Estados Unidos. Aunque tras el escándalo Watergate, una serie de reformas intentaron aislar a los 'G-men' y al Departamento de Justicia del mangoneo presidencial, Trump se ha encargado de perseguir a los agentes que le investigaron y registraron su mansión de Mar-a-Lago. Además de exigir los nombres de miles de funcionarios que participaron en la investigación del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Como dijo recientemente el presidente: «Siento cierto odio hacia algunas personas».
Para llevar a cabo todo este descrédito y purga, Trump ha designado como director del FBI a Kash Patel, un 'fontanero' trumpista conocido por su libro 'Gangsters del Gobierno: El Estado profundo, la verdad y la batalla por nuestra democracia'. Su historial al frente del FBI incluye la salida forzada de una serie de jefes, mientras que otros han sido degradados o puestos en excedencia sin explicaciones. Y en un esfuerzo por identificar filtraciones incómodas, Patel está obligando a los empleados a someterse a pruebas de polígrafo.
Los demócratas y otros críticos han dicho que el equipo de Trump está llevando a cabo una purga de funcionarios del FBI y del Departamento de Justicia que desempeñaron papeles en los casos penales contra Trump y los alborotadores del 6 de en
Todas estas acciones tan lesivas incluyen revisar casos considerados como agravios por los conservadores alineados con el presidente. Además de disolver la brigada de élite de corrupción pública de la oficina de Washington, conocida por investigar los esfuerzos de Trump para amañar las elecciones de 2020. El resultado es la destrucción de décadas de experiencia en materia de seguridad nacional y crimen organizado. Además de convertir el lema del Federal Bureau of Investigation –fidelidad, valentía e integridad– en un chiste.