Bruselas prevé que Europa se adentre en una época de bajo crecimiento económico en los próximos años

La economía europea no va a salir con fuerza de la crisis energética. Lleva tiempo flirteando con caer en una recesión leve, aunque por ahora se ha quedado en el estancamiento. Y para los próximos años, no parece que el escenario vaya a cambiar radicalmente. Si se cumplen las previsiones de la Comisión Europea, mejorará algo, pero tampoco una barbaridad. El crecimiento que espera para este año en la zona euro y la UE es del 0,6%; del 1,2% para el que viene y del 1,6% al siguiente en el área monetaria.

Esa anemia económica está muy relacionada, desde luego con Alemania y Francia, los dos grandes motores de la UE. En ambos países no se esperan grandes saltos adelante, más bien podría hablarse de pasitos. De España, en cambio, los economistas del Ejecutivo comunitario, que ha divulgado este miércoles sus pronósticos, esperan un comportamiento mejor: un crecimiento del 2,4% este año y del 1,7% el que viene, ya en 2025 llegará al 2%.

“La economía europea ha perdido su momentum”, apunta en varias ocasiones el informe de previsiones comunitario y el comunicado informativo que le acompaña. Viene a decir que el crecimiento en el futuro inmediato va a ser “débil”, más incluso de lo que esperaban hace unos meses. Los dos vaticinios previos (los de primavera y verano) eran más optimistas. Siempre con la advertencia que acompaña desde hace años los cálculos sobre el futuro de la actividad económica: la incertidumbre, que en este caso llega por la invasión de Ucrania por Rusia, el conflicto abierto en Oriente Próximo y las posibles consecuencias de ambos sobre los precios de la energía.

En la búsqueda de causas a la pérdida del momentum, el director general del departamento de Economía y Finanzas, Maarten Verwey, señala varios culpables. El primero es “el alto coste de la vida”, es decir, la inflación. La subida de precios, empujados por las cotizaciones del gas, han sido grandes responsables directos de que se quebrara la vigorosa salida de la crisis que trajo la pandemia. Y todavía están encaramados a un nivel considerable, el 5,6% de media espera Bruselas para 2023, y el 3,2% en 2024. Habrá que esperar hasta 2025 para llegar al 2,2%, una cifra que se acerca al objetivo de inflación del BCE a medio plazo.

Este último vaticinio se vincula a otra de las causas que explican la pérdida de vigor económico: la subida de tipos de interés. Esta dura respuesta al descontrol de los precios ha endurecido mucho las condiciones del crédito y, por tanto, ha enfriado la economía. El objetivo se está cumpliendo, controlar la inflación, pero a cambio hay que pagar un precio.

Sobre este escenario, empezará a construirse un crecimiento modesto que, según los técnicos comunitarios, se asentará en una mejora del consumo doméstico -a falta de tirón de las exportaciones-. En última instancia, esto implica que el mismo elemento que ha sostenido la economía europea en los últimos tiempos, la robustez del mercado laboral, será ahora el soporte de la recuperación. Cuando se destruye empleo, es difícil que el consumo repunte y, de hecho, las previsiones apuntan un aumento del 0,5% de puestos de trabajo en los dos próximos años y una rebaja de la tasa de paro a cerca del 6%.

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