Longlegs: Larga vida a Satanás (o a Nicolas Cage, tanto da) (****)

Hay una película que hay que ver este verano y, lo han adivinado, es ésta. O, y por contradictorio que resulte, lo apropiado es no verla. O verla sin mirar del todo. Al fin y al cabo, y como le gustaba decir a San Juan de la Cruz, viajamos no para ver sino para no ver. 'Longlegs' da miedo, pero no es exactamente una película de terror al uso; la protagonista es una detective, pero sería arriesgado calificarla de simple 'thriller'; los espíritus malignos hacen de las suyas, pero su propensión a la más oscura de las brutalidades, admitámoslo, es fácilmente superada diariamente por el telediario (para situarnos, el argumento no es otro que una peculiar reinterpretación de la llamada violencia vicaria). 'Longlegs' es una de esas películas que crece cuando se olvida, que se hace presente cuando se esconde, que reclama su sitio en la memoria cuando quizá ya no queda nada más que la última mueca sobreactuada del gigante Nicolas Cage.

Osgood Perkins, hijo de Norman Bates (que todo hay que decirlo), llevaba al menos tres cintas ('La enviada del mal', 'Soy la bonita criatura que vive en esta casa' y 'Gretel y Hansel: Un oscuro cuento de hadas') empeñado en construir una manera de acercarse al terror desde la más inquietante de las cotidianidades. Sin sustos, de la mano de atmósferas recargadas, extenuantes, precisas y muy densas, y con una caligrafía más propia de la Biblia de Ulfilas (por gótica), su cine ha tardado en encontrar su sitio entre el público menos entregado. Con 'Longlegs', sin duda, ha llegado su momento. Y eso es así merced a la elegante facilidad para iluminar el desconcierto ante lo oscuro, lo absurdo y lo arbitrario de casi todo. Y ahí, en la paradoja a la hora de decir lo indecible, de mostrar lo inefable, lo insondable, es donde la película crece y se deshace en la mirada del espectador hasta prácticamente desaparecer.

Se cuenta la historia de una detective del FBI que ha de enfrentarse al peor de los monstruos: un asesino en serie, que también es atildado fabricante artesanal de muñecas, con un rara afición a celebrar las fiestas de no-cumpleaños o casi-cumpleaños de las niñas, en una tradición que se remonta al Sombrerero loco de 'Alicia'. La película cita clásicos recientes del género sin pudor y sin el menor amago de disculpa. Y por ahí asoma (lo más evidente) 'El silencio de los corderos' con la misma claridad que 'Zodiac' sin hacer ascos a todas las monjas satánicas recientes de la factoría Blumhouse y más allá. Que la protagonista, Maika Monroe, nos traslade directamente a 'It follows' es cualquier cosa menos casualidad.

Desde ahí, la película se las arregla para confeccionar una fina tela de araña alrededor de la mirada de la espectador. No se trata de jugar con las expectativas para confirmarlas o refutarlas, sino de hacer pasar por perfectamente real y plausible lo que, en su oscuridad, no puede ser más que pura fabulación. Se diría que el mecanismo recreado por 'Longlegs' no es otro que el de las pesadillas en general o, más concretamente, el del momento preciso en el que el terror del duermevela se confunde con la angustia de no poder despertar del todo. Toda la película vive en la claridad de lo oculto, en la perfecta visión de lo que esconde. El formato ultrahorizontal de la pantalla, tan parecido a un féretro, durante la mayor parte de la duración de la cinta (los saltos atrás son recreados con colores de otro tiempo en pantalla cuadrada) vale como símbolo. Ver para no ver.

Y luego están los 15 minutos escasos en los que Nicolas Cage encarna con la cara blanca como Betty Davis en '¿Qué fue de Baby Jane?' a, efectivamente, Nicolas Cage. De nuevo, pero esta vez más, el actor reescribe con todas las muecas de las que es capaz (que son casi infinitas) el personaje de él mismo. En buena parte de las escenas, aparece incluso con la cara fuera de plano en la más gráfica explicación de lo que significa ver sin ver del todo. Toda su sobreactuación, pues eso es, permanece evidentemente a la vista y, sin embargo, lo que cuenta es lo que sucede detrás de la pantalla, en lo más siniestro de la memoria de todos. "¡Gloria a Satanás!", exclama Cage en un momento dado y, en verdad, no cabe duda, habla de sí mismo.

Lo dicho, hay que ver 'Longlegs' para no verla... y no olvidarla jamás.

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Dirección: Osgood Perkins. Intérpretes: Maika Monroe, Nicolas Cage, Alicia Witt, Blair Underwood, Dakota Daulby. Duración: 101 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.