Muere Shane MacGowan, leyenda del rock irlandés, a los 65 años>
Nacido el día de Navidad en Pembury, a un tiro piedra de Londres, y crecido en una familia simpatizante del IRA, MacGowan había vivido desde muy joven subido en una montaña rusa de genialidad y autodestrucción. «Cómo sigue vivo es uno de los grandes misterios de la vida», aseguraba entonces su biógrafo, Richard Balls, que en 'Una furiosa devoción' narraba el auge, caída y constante chapoteo en lagunas etílicas de este el último gran héroe la música popular irlandesa.
Una atracción precoz de la escena punk del país de Joyce que se agarró su primera cogorza siendo un crío, devoraba libros con gran fruición, y a los 12 años ya se tronchaba con «los pasajes más divertidos del 'Ulises'». «Nos reímos mucho con eso de KMRIA, Kiss My Royal Irish Ass», recordaba su padre, Maurice MacGowan, al biógrafo.
Antes de The Pogues llegarían The Nips, primera encarnación musical de un MacGowan que hizo magia expandiendo la tradición musical irlandesa y despachando folk con desafiante actitud punk. Corrían las pintas, y The Pogues telonearon a The Clash en el Brixton Academy «después de que Shane acosara a Joe Strummer para que les hiciera el hueco», y Elvis Costello les echó el lazo para llevárselos de gira en 1984.
En un par de años, pasarían del fértil estrellato de 'Run Sodomy & The Lash' a la arrebatada cima de 'If I Should Fall from Grace with God', con MacGowan apurando lecturas de Lorca mientras grababa 'Straight To Hell' en Almería y 'Fairytale of New York' convirtiéndose en canción bandera de la banda, y de ahí al caos y la desintegración.
«A medida que la década de 1980 llegaba a su fin, las cosas habían llegado a su punto más bajo. En una gira por pabellones deportivos alemanes y estadios de hockey sobre hielo, Shane estaba tan destrozado que, algunas noches, la banda lo dejaba boca abajo en el suelo del camerino y subía al escenario sin él», relata Balls.
El alcohol y las drogas fluían sin freno, erosionando el casco de una embarcación a la deriva. «Solía estresarse mucho en las giras y era ahí cuando solía beber mucho (...). Se estresaba porque no podía hacer frente a todo lo que querían que hiciera, y la responsabilidad, simplemente, le impedía irse. Fue horrible. Entonces, empezó a beber de forma pasivo-agresiva, porque su única forma de comunicarlo era cagándola», resumía Victoria Mary Clarke.
Los estragos de una vida al límite tuvieron su peaje, y MacGowan llevaba los últimos cinco años directamente postrado en un sillón, sin poder caminar. Se rompió la pelvis y más tarde la rodilla derecha y los ligamentos de la izquierda. Los cuidadores le subían y bajaban de la cama y los días se consumían delante del televisor. Aún así, aseguraba Balls, «su devoción furiosa por la vida sigue siendo tan ferviente como su amor por un trago».
Buena prueba de ello es que el irlandés publicó recientemente 'The Eternal Buzz and the Crock of Gold', un libro de arte hecho de bocetos, pinturas, dibujos eróticos, autorretratos, fotografías y letras escritas a mano. «La agudeza visual de Shane tomará la iniciativa aquí. Sus visiones hablarán por sí solas», decía su amigo Johnny Deep en el prólogo.
Porque, además de un borracho contumaz y exdueño de la peor dentadura de la historia de la música popular (en 2015, Sky Arts dedicó un documental completo al proceso de reemplazo de sus dientes podridos y su por una dentadura reluciente), MacGowan era un tipo profundamente respetado. Un músico al que Deep y Julien Temple rindieron homenaje con el documental 'Crock Of Gold' y al que Bono, que ya había invitado a The Pogues a actuar junto a U2 en Wembley en 1987, alojó en una de sus propiedades en el condado de Wicklow asumiendo todos los gastos cuando su grupo le dio pasaporte y lo reemplazó por Joe Strummer.
Balls lo resumía así: «El lugar de Shane MacGowan en la historia de la música irlandesa está asegurado desde hace mucho tiempo. Su rostro aparece junto al de Luke Kelly, Phil Lynott y Sinéad O'Connor en el muro de la fama del Irish Rock And Roll Museum Experience».