Un Papa para todos
Si, todos se han ido hasta Roma a decir adiós al Papa de esa Iglesia que en los informativos de la televisión pública y en los programas electorales de los partidos de izquierdas condenan a diario por ser poco menos que la encarnación del mal, la pedofilia, el machismo y la promotora de la desigualdad en medio de su mundo teóricamente libre, diverso, laico, woke…
Francisco se ha ido como lo que es, el líder de la Iglesia Católica en el mundo. Un pontífice que ha sonreído, ha hablado, ha buscado la justicia y se ha preocupado de los más desfavorecidos. A Jorge Bergoglio -como les gusta decir a los que se han arrogado la confianza con el argentino desde fuera y a los que le atacan desde dentro- le han aceptado y rechazado porque ha hablado de ecología, de prostitución, de inmigración y hasta de revolución. En todo llevan razón pero su gran logro ha sido que tantos y tantos desde fuera de la Iglesia hayan vuelto ahora su mirada hacia Roma para comprobar que las palabras de Francisco encerraban los más añejos mensajes de una religión que lleva 2025 años defendiendo lo mismo.
San Francisco hablaba del «hermano lobo» en el siglo XIII, Cáritas lleva atendiendo a los más desfavorecidos desde el siglo XIX, hay hospitales para peregrinos de otras latitudes desde la edad media y, por si a alguien se le olvidara de dónde vienen esas sensibilidades, Jesucristo fue crucificado por revolucionario en el siglo I y su muerte no fue una cancelación en redes sociales sino una muerte de cruz reservada sólo a los más osados, a los terroristas.
Ayer en Roma se despidió un Papa bueno, elegido por el Espíritu Santo que no ha dado gusto a los que le reprochaban que hablara con musulmanes e inmigrantes y tampoco a los que le reclamaban que cerrara el Vaticano y estableciera como último dogma de fe que la Iglesia y los cristianos nunca existieron. Gracias al Papa Francisco porque su Iglesia ha seguido buscando la justicia, el amparo del desfavorecido y la igualdad y, gracias también, por su apostolado que ha acercado a los evangelios a tantos que los desconocían pero que ayer estaban en Roma para presentar sus respetos a un Papa que era Iglesia.