Un Pogacar imperial se sucede a sí mismo como campeón del mundo

maillot verde de Eslovenia, el cuerpo enjuto en el que se traslucen las costillas y una sonrisa contagiosa. Es el Pogacar imperial, el que convierte gestas de otra época en la normalidad de la victoria. Otra vez campeón del mundo después de descuartizar al pelotón, de hundir en la miseria a un colosal Remco Evenepoel, plata. De nuevo en la larga distancia, un cohete que se ve venir, a 105 kilómetros atacó Pogacar para coronarse con su segundo maillot arcoíris. Juan Ayuso, el mejor español, quedó lejos, octavo, porque lejos están todos de este fenómeno sin comparación posible.