Ucrania: la ayuda que también se fue
El corte ha sido abrupto. Miles de contratos fueron congelados, cientos de proyectos detenidos. En cuestión de semanas, los efectos comenzaron a notarse en todo el país: retrasos en el pago de maestros, interrupciones en la asistencia humanitaria, paralización de obras de reconstrucción temprana en zonas liberadas. En ciudades como Chernígov o Jersón, planes para reactivar servicios básicos quedaron en suspenso. La expectativa de una recuperación progresiva se ha transformado en incertidumbre.

Usaid canalizaba recursos cruciales no solo a través del Estado, sino mediante una red de organizaciones locales que articulaban el esfuerzo de resiliencia civil: albergues para desplazados, cocinas comunitarias, apoyo legal para familias separadas por la guerra, protección de niños no acompañados, rehabilitación de viviendas afectadas por ataques. Muchos de estos programas, ya debilitados por la fatiga del conflicto, han quedado completamente desfinanciados.
El golpe más profundo lo sienten quienes han cargado con el peso directo de la guerra: veteranos heridos, viudas, huérfanos, desplazados internos. Usaid sostenía programas clave de rehabilitación física y psicológica para soldados con amputaciones o traumas severos, así como iniciativas para facilitar su reintegración laboral. Las ayudas directas a familias que perdieron a sus sostenes económicos, los centros de atención psicosocial para mujeres que escaparon de zonas ocupadas, los espacios seguros para menores sin referentes familiares: todo eso ha empezado a desaparecer. Las redes de protección que intentaban amortiguar el impacto humano de la guerra están en retirada, justo cuando más se necesitan.

A diferencia de otros contextos, aquí el corte no se produce tras una transición o una victoria. Ucrania sigue en guerra. Cada interrupción, cada proyecto paralizado, cada servicio suspendido debilita la capacidad del país para resistir y sostener a su población. La retirada de Usaid no afecta al futuro: afecta al presente más inmediato. Es un freno en seco en mitad de una carrera por la supervivencia.
Ucrania depende hoy de la ayuda exterior no como un país en desarrollo, sino como un Estado en guerra que intenta seguir en pie. En ese marco, Usaid no era solo cooperación: era soporte estructural. Sin esa red, lo que queda es un país que aún resiste, pero con menos herramientas para hacerlo.