ABC acompañó en sus primeras horas al frente de un aula de Infantil a la profesora más joven de Galicia, una diplomada en Magisterio de 22 años que aprobó la oposición en julio y ayer se encontró recibiendo a niños y padres en una escuela unitaria de la capital gallega, la EEI Rial, de Laraño.
«De camino al colegio no me lo acababa de creer, se me hacía raro pensar que era mi primer día como profesora. En realidad, aún no me lo creo, cuesta asimilarlo», confesaba Ainhoa Carracedo a las puertas del pequeño centro en el que dará clase de Inglés, su especialidad, este curso. Se trata de un edificio de planta baja por el que se accede a través de un coqueto jardín, que rodea el parque infantil. Esta escuela ubicada en el rural compostelano solo ofrece enseñanza en la etapa Infantil, es decir, de los 3 a los 6 años. Después, los niños deberán acudir a un centro mayor para iniciar la Primaria. Pero son muchas las familias que se decantan por este tipo de escuelas, en las que todos los pequeños comparten un mismo espacio lectivo, por la proximidad y cercanía que ofrecen.
A la hora de elegir destino, Ainhoa—que todavía vive con sus padres— priorizó los kilómetros a la casa familiar, en la que el último año se dedicó a preparar las oposiciones que ahora la convierten en la docente más joven de Galicia. Empezó a estudiar nada más conseguir su título, primero dedicándole cinco horas al día «para acostumbrar al cuerpo y al cerebro». Después pisó el acelerador en los meses finales y le echó al temario «todo el tiempo que era capaz de aguantar». Así se enfrentó a las dos pruebas que le facilitaron un empleo fijo y una seguridad laboral y económica que pocos a su edad conocen. «Me siento afortunada por tener esta tranquilidad, y porque el próximo curso mi idea ya es independizarme», comenta durante el recreo.
«Grité y lloré»
Mientras los pequeños trastean con las tijeras formando patrones con papeles de colores, la debutante reconoce que lo suyo es vocacional. Su madre también es profesora de Primaria y ella, revela, nunca se imaginó haciendo otra cosa que no fuera impartir clase. «Fui absorbiendo todo lo que veía en casa», recuerda. El día que le comunicaron que había aprobado, gritó y lloró».
Después llegó un verano de descanso que su nueva rutina quebró ayer. «El año pasado por estas fechas estaba empezando a estudiar», echa la mirada atrás consciente de que hacerse con la plaza a la primera «no es lo normal». Y mientras muchos de sus compañeros de facultad siguen peleando por ella, Ainhoa va recabando consejos. El primero, de la profesora titular de esta escuela, con la que compartirá aula junto con los 18 pequeños matriculados, donde la única clase que hay es mixta y acoge a niños de tres cursos.
Aprender d elos pequeños
Frente a la joven profesora, Rosa, la maestra veterana, tira de experiencia y le pide que «aprenda de los pequeños, que tienen mucho que enseñarnos, sobre todo el valor del perdón inmediato que los adultos perdemos a medida que crecemos». Enamorada del formato de escuela unitaria, esta maestra destaca el «efecto arrastre» que implica que los de más corta edad y los más mayores compartan espacio. Es sorprendente, señala, cómo evolucionan a pasos agigantados al aprender de los que van por delante. Sobre la llegada de savia nueva, valora los beneficios de «retroalimentarse» para repercutir lo mejor en los alumnos. «Los niños tienen dos figuras de referencia y también es la forma de que entren en la clase ideas nuevas» asume la docente, que ante la recién llegada no duda en desempolvar los miedos a los que también se enfrentó en su primer día.
Profesora itinerante
Al ser profesora de Inglés, Ainhoa será una docente itinerante este año, lo que implica que dará clase en tres centros unitarios distintos de la zona. Será su primera toma de contacto con la única profesión en la que se visualizaba. Y aunque dentro de diez años no descarta un cambio de especialidad, su mirada está puesta en la etapa Infantil, mayoritariamente copada por mujeres.
A la hora de la merienda, los pequeños buscan sus mochilas y sus manteles. Maruxa, Nuno, Carme, Iria o Martín empiezan a ser minoría en un sistema educativo que acusa la caída en picado de la natalidad. Según datos del INE, en los últimos diez años la matrícula entre los tres y los cinco años se ha reducido en 300.000 escolares. En la misma línea, las estadísticas del Ministerio del ramo reflejan que el curso pasado había poco más de un millón de niños inscritos en la segunda etapa de Educación Infantil, cuando en el año 2011 casi llegaban al millón y medio.
Frente al progresivo vaciado de los patios, aquellos que ahora se forman en las facultades de Magisterio van entrando poco a poco en el sistema, deseosos de aportar un grano de la arena en la maduración de la infancia. «Pequeñas personas a las que enseñamos cosas, pero de las que nosotros aprendemos mucho más» resume al final de la mañana la voz de la experiencia. Primer día superado.