Padres (y sobre todo madres) que ayudan a sus hijos con los deberes: "Le dedico unas tres horas al día. Es como otra jornada laboral"
Mayo y junio son meses calentitos para los estudiantes. Llega la hora de la verdad con exámenes un día y al otro también y, aunque no todos los cursos son igual de decisivos, en todas las casas cuecen habas estos días. Nervios, habitaciones 'sembradas' de apuntes y libros, y atracones de estudio a deshoras constituyen un escenario probable en muchos hogares ahora.
Aunque la intensidad de las tareas escolares suma muchos enteros en esta época del año, para algunas familias septiembre es el mes en el que las tardes se llenan de deberes y así... hasta que acaban las clases. Que de esas tareas se ocupen los propios estudiantes es lo lógico, pero ¿y los padres? ¿Es razonable que haya progenitores que 'aprueban o suspenden', 'terminan la ESO' o 'sacan un 9 en la EvAU'? Lo sea o no, es la realidad en muchos hogares: niños haciendo ejercicios de Mates con el padre a su vera, madres repasando la Revolución Francesa para el examen y hasta haciendo esquemas a sus criaturas para dárselo todo bien masticadito.
¿Nos estamos pasando? ¿Los padres de hace 40 años hacían lo mismo?
Hace unos días, el creador del Informe Pisa, Andreas Schleicher, dijo en una entrevista a 'El País' que el apoyo familiar a los hijos había bajado en España, una tendencia que tiene impacto en sus resultados académicos. No echó toda la 'culpa' a los padres, pero sí señaló esta circunstancia como factor influyente a la hora de justificar los malos resultados que los alumnos patrios han obtenido en la última edición de esta evaluación internacional.
¿Hasta dónde es razonable que padres y madres estén pendientes de los exámenes y deberes de sus hijos? Se abre el melón.
Ayuda hasta que pueda "volar solo"
Rosario Castro tiene una hija en la universidad y un hijo en 1º de la ESO. Aunque siempre que lo necesitó ayudó a su primogénita, es el pequeño, con TDA (trastorno por déficit de atención) el que absorbe todas sus tardes. Ella es de las que usa la primera persona del plural cuando se refiere a los deberes, trabajos, exámenes y aprobados o suspensos de su hijo. "Nos ha quedado Francés", dice con pesar.
Ella tiene claro que si no fuera por su ayuda, el niño no estaría ahora en 1º de la ESO. "Suspendería todo. Yo estoy detrás centrándole, insistiéndole y explicándole lo que no entiende en clase. Suplo esa carencia, porque mi hijo necesita más", explica. De media, afirma dedicarse tres horas diarias a esta tarea. "Empecé a hacerlo cuando él tenía 4 años y le mandaban fichas para casa", recuerda. Es consciente de que así estará, como mínimo, hasta que termine la ESO, un momento en el que espera que él pueda "volar solo".
Para Rosario la parte buena es ver cómo su hijo avanza en su educación, pero la mala también la tiene clara: "Esta dedicación es como otra jornada laboral. No tengo tiempo para mí y eso repercute en mi salud mental. Es un ejercicio de paciencia diaria", admite.
Y otro melón: aunque afirma que su marido participa y que se reparten el acompañamiento a su hijo por asignaturas, también reconoce que es ella la que más empeño pone cuando las cosas se ponen cuesta arriba: "Si no sé cómo se hace algo, yo sí busco tutoriales en Youtube para poder explicárselo al niño".
Las madres, sobre todo, al pie del cañón
Laura Baena es la cara visible del Club Malasmadres y de la asociación por la conciliación Yo no renuncio. Los estudios que realizan para medir la corresponsabilidad en España en cuanto al cuidado de los hijos marcan clara la brecha general, pero ajustando el foco en el asunto que nos atañe, los datos son rotundos: en el 71% de los hogares son las madres quienes se ocupan de los estudios de los hijos, en el 3% son los padres y en el 26% los dos por igual.
Para Baena, señalar el impacto del acompañamiento de los padres en el desarrollo académico de sus hijos es algo que exige máximo cuidado: "Al final se culpabiliza a las familias y sobre todo a las madres, que son las principales responsables de estas tareas". Esto es así, continúa, porque son ellas quienes renuncian a su desarrollo profesional cuando son madres, hasta el punto de que según su informe 'Sin madres no hay futuro', el 87% ha enfrentado su maternidad perdiendo oportunidades laborales, reduciendo su jornada, abandonando el mercado laboral, cogiendo una excedencia, etc.
Por eso, reivindica un modelo social sostenible que valore los cuidados, que favorezca los horarios razonables y la conciliación real, y que no se centre tanto en que los niños están solos con los deberes sino en "por qué lo están".
Cuidado con la hiperprotección
Rosario, nuestra madre entregada del principio, confiesa a Yo Dona que los profesores de su hijo son conocedores de este apoyo intensivo que recibe en casa. Francisco Venzalá, presidente del sindicato de profesores Anpe, sostiene que es una realidad demostrada que unos padres lectores e interesados en la educación de sus hijos impactan positivamente en su rendimiento escolar.
Ese interés no implica necesariamente una dedicación tan intensa, algo que incluso desaconseja: "Esa hiperprotección no es recomendable. Los deberes son necesarios pero deben ser apropiados. No es normal que un padre tenga que sentarse todas las tardes con su hijo para que pueda llevar el curso. Si hay algún problema, los centros deben atender la diversidad", dice Venzalá.
Desmontando el discurso de 'a mí mis padres no me ayudaron'
Eva Bailén es ingeniera de Telecomunicaciones, profesora de Secundaria y experta en Educación, ámbito sobre el que ha escrito varios libros -el último, 'Conectados y empoderados' (Plataforma Actual, 2024)-. Coincide con el 'padre' del Informe PISA en que existen dos realidades: la de los niños que cuentan con padres formados y pendientes de sus progresos y la de aquellos cuyos progenitores tienen menos interés o trabajan con horarios extensos. "Por eso, los deberes son injustos, en tanto que favorecen a las familias con más recursos", sostiene. Y por recursos entendemos toda esa red de la llamada 'educación en la sombra', que contempla padres al pie del escritorio, academias, extraescolares, clases particulares, etc.
Para Bailén, es obvio que el acompañamiento que hacen los progenitores con los deberes y exámenes de sus hijos debe tener un límite: "Algún día la responsabilidad será solo suya, porque, sencillamente, llegará un momento en el que conozcan las materias como para ayudarlos. No obstante, no creo que echar una mano sea contraproducente".
¿Qué hay, entonces, de ese discurso un tanto 'viejuno' que acusa a los chavales de hoy en día de ser la 'generación de cristal'? En plena época de exámenes de acceso a la universidad, las redes sociales se llenan de mensajes de ánimo a los 'aspirantes', pero también de discursos ácidos sobre el exceso de atención que profesamos a nuestras criaturas. Algunos recogen muchos 'likes':
Bailén pone un punto de equilibrio: "Como a muchos de mi generación, la de 1974, mis padres tampoco pudieron ayudarme con mis estudios, pero no podemos comparar aquella sociedad con la de ahora". Y sobre la hiperprotección, niega la mayor: "Los niños de antes estábamos en casa con nuestras madres y en el cole teníamos a la 'seño', que era una clara figura de apego. Eso también era protección".
Ahora, en cambio, sostiene que los pequeños están sometidos a una mayor exigencia académica, acuden a muchas más extraescolares, tienen más profesores, estudian inglés desde los 3 años e, importante, soportan las altas expectativas que los padres depositamos sobre ellos. "Nadie esperaba de mí que yo fuese a la universidad, pero todos damos por hecho que nuestros hijos irán. La sociedad ahora es mucho más competitiva ", concluye.