Pedro Sánchez no se salva ya de las críticas ni en su refugio de Dos Hermanas>
Fue una visita fugaz, de apenas 30 minutos, en la que el presidente vino a marcar un territorio que históricamente le ha sido afín, incluso en la época en la que se encontró con el rechazo de su propio partido. El inicio de la resurrección de Pedro Sánchez se fraguó en Dos Hermanas en 2017, en un acto celebrado en el espacio llamado la Laguna de la Vida, a tan sólo dos kilómetros de los bloques de viviendas escogidos para su breve aparición de este lunes en la ciudad nazarena. Hasta allí llegó escoltado por la militancia y los principales cargos del PSOE en la provincia. Apareció, sonrió a todos y se colocó sobre un atril con el escudo de la ciudad anfitriona, ubicado en medio de la calle, para soltar su mensaje político del día: mano dura contra los especuladores del mercado de vivienda.
La casualidad -o no- quiso que la promoción de viviendas sociales estuviera ubicada en el número 10 de la avenida José Rodríguez de la Borbolla, uno de los históricos dirigentes del PSOE andaluz que en los últimos años no ha tenido reparos en criticar abiertamente ciertas actitudes del presidente, sobre todo en las cuestiones relacionadas con sus cesiones políticas a los independentistas catalanes. Allí llegó Sánchez, a pisar la calle de Borbolla, con una expectación inusitada entre los vecinos, muchos de ellos recién aterrizados en sus nuevos pisos de pladur. El interés se apreciaba en los balcones, abarrotados de curiosos que móvil en mano captaban para la historia el momento. Otros vecinos, que habían salido a pasear al perro o a hacer las compras de cada día, aguantaban estoicamente tras el vallado de seguridad que había montado la Policía Nacional para poder volver a sus casas. «¿Ya se puede pasar?», preguntaban sin mucha suerte.
Obreros como público
La llegada del presidente no pasó indiferente para los obreros de una de las promociones de viviendas cercanas al punto de encuentro. Desde Moncloa se les dio orden para que dejaran de trabajar, con la idea de que el ruido de la maquinaria no silenciaria las palabras que iba a pronunciar Sánchez. Los albañiles cumplieron a rajatabla el mandato, pero aprovecharon el rato de ocio que les regaló el Gobierno de España para encabezar la sonora pitada que recibió al presidente en Dos Hermanas. «Lo que tienes que hacer es darnos trabajo«, repetían dos de ellos encaramados a la valla de obra. Tan aparatoso fue el abucheo que hubo que subir el volumen de la megafonía, pues el inicio del discurso de Sánchez pasó casi desapercibido.

A pesar del poco cariño con el que lo recibieron, el rictus del presidente no varió ni un ápice. Él, por más que apretaba la tormenta, no abandonaba la sonrisa con la que hizo su aparición y hasta se permitió lanzar una broma a los obreros. «Escuchad lo que voy a decir que os va a interesar», apuntó. Les habló de vivienda digna, de los inversores que vienen a España a gastar en ladrillo y que obtienen el visado por esa operación y hasta les lanzó como lema que estas políticas serán «el quinto pilar» del Estado de Derecho. Pero conforme avanzaban sus palabras, la atención de los albañiles se perdía a poco a poco. Algunos se marcharon a otras tareas, otros respondieron a las llamadas de teléfono y sólo unos cuantos aguantaron estoicamente hasta que finalizó el discurso. «Date una vuelta por Cádiz, presidente», replicó uno de los últimos espectadores del momento.
Pero no todo fueron malos ratos para Sánchez. Apostados en una de las vallas que había colocado la Policía Nacional en medio de aquel lugar casi inhóspito, un grupo de personas aplaudían incesantemente su llegada. Un derroche enérgico sin precedentes al que acompañaban algunos vivas y otras proclamas devocionales al presidente. «¡Guapo, guapo!», gritaban un par de señoras emocionadas. No obstante, Dos Hermanas siempre ha sido una de las tierras prometidas para el líder de los socialistas y este lunes tampoco iba a ser menos. Hasta tuvo tiempo para hacerse alguna que otra foto de grupo con los vecinos de la promoción de viviendas que bajaron a recibirlo a las zonas comunes del edificio.
Un discurso y adiós
No habían pasado ni 30 minutos desde que se bajó del coche oficial cuando Pedro Sánchez se dio media vuelta para marcharse de Entrenúcleos. Otra vez intentó saludar, con poco éxito, a los albañiles que miraban el reloj para reanudar la obra que habían tenido que paralizar por órdenes superiores. Esa batalla estaba entonces más que perdida. El presidente ni se inmutó por ello, a pesar de los pitos generalizados que lo despedían. A su lado, la ministra de Vivienda, el alcalde de Dos Hermanas y el delegado del Gobierno en Andalucía, lo escoltaban en su último paseíllo. Sí tuvo tiempo para detenerse unos minutos con los militantes socialistas que habían sorteado el dispositivo de seguridad para acercarse a Sánchez, algo que no consiguieron los vecinos de estos pisos, a los que se les obligó a acceder a sus casas por el garaje.
Seguramente, el presidente tardó mucho más en llegar de Pino Montano a Entrenúcleos que el tiempo que estuvo de visita oficial, aunque en este caso lo importante no era la cantidad sino el hecho de que regresara a una ciudad que resultó ser clave en la maniobra de su nuevo ascenso político. Volvió casi un año después de aquel mes de junio de 2023, la última vez que aterrizó en la ciudad nazarena como candidato del PSOE para el inicio de la precampaña de las Elecciones Generales. Sánchez estaba de vuelta a uno de sus lugares preferidos, con el apoyo de sus más fieles en el partido, aunque ya ni en Dos Hermanas es capaz de librarse de los pitos.