Laura Andrés: «Igual que el movimiento es vital para el cuerpo, la música lo es para el alma»>

Pero además otra de las cuestiones interesantes que provoca la música a nivel cerebral es que no sólo activa la serotonina, que es la hormona de la serenidad,, el bienestar y la calma, sino que también propicia esa necesaria conexión con el aquí y el ahora, con el momento presente. Algo que mostrará, a través de la experiencia 'Música, creatividad, emoción y bienestar' durante su participación en Formentera Zen (del 17 al 19 de mayo), organizado por el área de Turismo del Consell Insular de Formentera y Puro Bienestar.

Lo cierto es que, tal como recuerda Laura Andrés, la música es capaz de influir en todos los ámbitos de nuestra vida. De hecho, solemos escuchar una determinada música en función de nuestro estado de ánimo o de aquello que vayamos a hacer, es decir, si estamos tristes tal vez busquemos canciones que nos animen o incluso algún tema melancólico para sacarlo todo y romper a llorar para desahogarnos, mientras que si salimos a correr lo más probable es que no resulte apetecible hacerlo con una balada de fondo. Igualmente no sería aconsejable escuchar heavy metal si estamos en pleno atasco en una concurrida carretera, pues lo cierto es que necesitaremos algo que nos ayude a calmarnos o a mejorar el humor, no a provocarnos más. Y cuando uno acude a una tienda de ropa de moda puede ser que la música de fondo sea vivaz, animada y que invite a consumir. Y en algunos restaurantes de comida rápida la música invita a no quedarte allí demasiado tiempo.

Imagen - «Si quieres tener el cerebro joven, plástico, dúctil y deseas reducir cualquier riesgo de sufrir problemas cognitivos, toca un instrumento porque eso puede ser tu salvación»

«Si quieres tener el cerebro joven, plástico, dúctil y deseas reducir cualquier riesgo de sufrir problemas cognitivos, toca un instrumento porque eso puede ser tu salvación»

Laura Andrés

Pianista y compositora

Pero además, como decía el célebre músico Pau Casals, «la música es un lenguaje que todos entendemos porque va directa al corazón». Y es un lenguaje que, como plantea Laura Andrés, no deberíamos subestimar porque nos influye más de lo que creemos, tanto a nivel emocional como conductual o incluso desde el punto de vista de la superación personal y de la salud. Justo sobre este último punto la pianista hace referencia a un estudio reciente sobre el efecto beneficioso de la música en los bebés prematuros. «Se descubrió que poniendo una música determinada que provenía de un instrumento monocorde con un sonido grave en las salas de neonatos, donde los bebés están en incubadoras se producía un efecto de calma que resultó beneficioso y terapéutico para ellos pues ayudaba a bajarles las pulsaciones y a relajarse», argumenta.

También se ha demostrado su capacidad para ayudar a integrar a niños de otros países y que no conocen la lengua pues si las primeras conexiones con ese nuevo idioma se hacen a través de la música y las canciones eso les ayuda a crear vínculos con sus compañeros a través de juegos colectivos o por parejas.

Irracional, tribal y poderosa

Si algo tiene la música, por tanto, es su capacidad para unir almas. Y eso se ve claramente en un concierto en directo pues son decenas, cientos o miles de personas (si el concierto es multitudinario) las que llegan a vibrar y conectar en la misma frecuencia, cantando al unísono y sintiendo la fuerza de la capacidad de conexión que aporta la música. «Si uno se pone a analizarlo, lo cierto es que tiene un componente irracional que camina por la vía de la emoción y que llega directo al celebro reptiliano», plantea la pianista, quien recuerda que ese aspecto tribal se aprecia especialmente en el caso de la percusión, con la que conectamos en seguida gracias a ese poder ancestral para los seres humanos. «Lo primero que hicimos como especie en relación a la música fue ordenar patrones rítmicos y a partir de ahí ya es cuando fuimos haciendo que ese lenguaje fuera cada vez más complejo», aclara.

Por eso para Laura Andrés, la música «primero se siente» y «luego se piensa». Y esto es algo que, según aclara, ya comenzó a validarse y a poner en práctica desde las nuevas tendencias pedagógicas del siglo XX que defendían que el cuerpo y la emoción respondían a la música antes incluso que el cerebro.

Existe con respecto a este tema una figura que es fundamental para Laura Andrés que es Émile Jaques-Dalcroze, un compositor, músico y educador musical suizo que desarrolló la rítmica Dalcroze, un método de aprendizaje y de experimentación de la música a través del movimiento. «Durante su trayectoria y observando a sus alumnos, se dio cuenta de que seguimos de forma instintiva el bit de la música con la respiración y con el pulso y también percibió que si uno se imaginaba una melodía era posible apreciar que por dentro se movía la laringe debido a ese efecto de 'búsqueda de notas'. Lo que vio es que el cuerpo reaccionaba ante la música y ante el hecho de imaginarse la música mucho antes de lo que nos imaginábamos», explica Laura Andrés.

A partir de este descubrimiento, según recuerda la compositora, Dalcroze desarrolló un método basado en la música, la creatividad y el movimiento corporal con el que trabajó la consciencia, el aquí y el ahora, pues sus propuestas se hacían a través del juego y de las reacciones a distintos estímulos, lo que llevaba a descubrir la música a través de la sensación corporal. «En francés hay una palabra muy bonita que explica esto que es 'ressenti', que sería algo así como "antes de sentir", esa primera sensación que se tiene antes de ser capaz de ponerlo en palabras o asimilarlo a través del pensamiento lógico», propone la compositora.

En definitiva, en este mundo en el que hay más ruido que música, la autora propone abrir espacios para sentirla de verdad y disfrutarla, especialmente a través de los conciertos en vivo. «Reconectar con la música es volver a sentir. Igual que el deporte es vital para el cuerpo, la música lo es para el alma», sentencia.