Silvia Marsó: "A los que dicen que estamos subvencionados que sepan que he estado en números rojos y no he recibido ayudas"
Hace años que Silvia Marsó prefirió dejar su exitoso papel de presentadora para volcarse en la interpretación y labrarse un prestigio como actriz de teatro.
PREGUNTA. ¿De qué trata esta obra?
RESPUESTA. Es la comedia más divertida que se ha escrito, porque tiene una carpintería teatral perfecta de sorpresas y enredos. El texto no tiene desperdicio. La dirección de David Selva es muy insólita y el texto de Oscar Wilde está prácticamente intacto.
P. La obra es una crítica a la hipocresía social. ¿Cuál es la lección que nos ofrece el dramaturgo?
R. Lo que pretende Oscar Wilde es darle a la gente la oportunidad de afianzar su manera de ser frente a los convencionalismos sociales. Porque son personajes de la alta sociedad, pero son seres humanos y Oscar Wilde está retratando estos impulsos del ser humano por querer ser libre, feliz y hacer su vida frente a todo lo que simbolizan las reglas de la sociedad, que marcan tu comportamiento desde la cuna prácticamente.
P. ¿Hemos evolucionado en ese sentido o con las redes sociales sigue habiendo mucho postureo?
R. Yo creo que eso perjudicial. Oscar Wilde apuesta por la autenticidad de cada individuo, sea como sea. Es una muestra de que cuando defiendes tu manera de ser y tu verdad, triunfas ante la vida Y, cuando estás supeditado a las normas de la sociedad, acabas siendo una víctima.
P. Además de actriz, has sido presentadora, productora y cantante. ¿Te queda alguna faceta por explorar?
R. No. He hecho muchas cosas en mi carrera. De lo que me siento más orgullosa es de haber tocado todos los géneros en el teatro. Lo que más me nutre como actriz son las tablas.
P. ¿Atreverse a ser cantante de blues no es demasiado osado?
R. Me atreví con el pretexto de entroncar el blues con Lorca a través de El Rey de Harlem, que es un poema de Poeta en Nueva York. Es la primera vez que se han adaptado las letras de Lorca al blues y además ha sido mi primera composición musical. Incluso un día hablando con Miguel Poveda él me dijo que había intentado ponerle música de flamenco al Rey de Harlem y no le salió. Y cuando le conté que yo lo hice a ritmo de blues, me dijo que igual el poeta cuando creó el poema, estaba pensando en los 12 compases del blues. Es una cosa casi mágica, pero ha surgido.
P. ¿Qué figura te ha marcado más?
R. Mi madre y mi hijo. Si tuviera que hablar de alguien profesionalmente, te diría María Jesús Valdés, Amparo Rivelles o Julia Trujillo, las grandes actrices que me enseñaron cuando estaba empezando y las veía entre cajas. El mundo del teatro es una estirpe, es como pertenecer a un árbol de la vida y tú bebes de esa savia que antes ha alimentado a actrices como Nuria Espert o Margarita Xirgu.
P. Sacrificaste tu carrera en la televisión para convertirte en actriz.
R. Fue un acto estoico. Yo quería ser actriz por encima de todo y no deseaba desviarme con tanta popularidad. Llegó un momento en el que salía en las revistas del corazón y renuncié a ganar millones.
P. ¿Te llegaron a ofrecer incluso un cheque en blanco?
R. Sí, en aquella época era bestial, pero yo no quise entrar en ese juego. Reconozco que fue un acto heroico para ser una veinteañera porque renuncié a la pasta y a la fama. Pero la solvencia en un escenario se adquiere trabajando y no saliendo en la tele.
P. ¿Y cómo llevaste esa fama?
R. Siempre he sido sencilla. Voy por la vida con la cara lavada y sin tacones. No me he sentido identificada con la fama.
P. En tu faceta como productora, ¿te has arruinado alguna vez?
R. Algunas veces he ganado mucho dinero y otras veces he perdido un poquito. Pero arruinarme, no. Lo que sí te digo es que, siempre que he producido, el dinero ha salido de mi cuenta bancaria, de un crédito o de mis ahorros. Jamás he recibido ayudas. Me gustaría que todos aquellos que nos dicen que estamos subvencionados supieran que yo he estado en números rojos, sobre todo, cuando produje 24 horas en la vida de una mujer, un espectáculo musical basado en la novela de Stefan Zweig .
P. ¿Luego recuperaste el dinero?
R. Sí, con creces. Durante mucho tiempo estuve en números rojos, pero todo el mundo cobraba el día que tenía que cobrar. Me siento muy orgullosa porque nunca he sido morosa. Pero lo pasé muy mal porque me sentía muy en peligro constante. Luego, la obra consiguió muchísimos premios y cosechó buenas críticas.
P. En esa obra de Stefan Zweig se hablaba también de la ludopatía de un personaje y has contado que tu padre también era jugador.
R. Cuando iniciamos los ensayos, fuimos a la Asociación de Ayuda a la Ludopatía. Estuvimos hablando con ellos para entender el proceso del personaje. De alguna manera le rendí un homenaje a mi padre, porque cuando empezó con la ludopatía era tan joven como el personaje.
P. ¡Qué lástima!
R. Sí, era jovencísimo y en aquellos años no se contemplaba como una enfermedad mental o como una adicción. Se le culpabilizaba y él sufrió mucho y toda la familia también. A mí me marcó la infancia.
P. Otras adicciones no tienen tantas consecuencias económicas.
R. Efectivamente. Y así fue. Por eso es importante que la sociedad considere el peligro gravísimo que supone todo este tema para las generaciones más jóvenes. Porque los ludópatas no empiezan de repente. Son jóvenes que comienzan a sentirse atraídos por el hecho de ganar apuestas, ya sea con la Nintendo o con los videojuegos. Cualquier medio que practique el juego es susceptible de crear un ludópata.
P. Con la edad, ¿una se vuelve más exigente para encontrar pareja?
R. Por supuesto, porque ya sabes lo que te conviene y lo que no. Es natural que vayamos aprendiendo de la experiencia.
P. En estos tiempos de Tinder, ¿es cada vez más difícil que surjan relaciones espontáneas cara a cara?
R. Yo no he estado nunca en Tinder, pero cuando no tienes tiempo porque estás muy ocupado, Tinder te soluciona. Tengo a familiares y amigos que se han casado y han creado un hogar con personas que han conocido a través de estas plataformas.
P. ¿Ah sí?
R. En cambio tengo muchas amigas que están muy escarmentadas porque se confunden las ganas de emparejarte con el sexo. Normalmente las mujeres son más sinceras a la hora de poner sus aspiraciones. Y los hombres disfrazan las ganas de sexo con actividades, deporte... No son claros. El que quiera tener sexo que lo diga y no confunda a las demás.
P. Que no venda la moto y engañe, ¿no?
R. Yo nunca me he atrevido a ponerme en una plataforma de éstas porque además nunca sabría si quieren conocer a la persona o a la artista.
P. ¿Y cuál es tu arma de seducción?
R. ¿Yo? No tengo ninguna.
P. Hombre, ya sólo la sonrisa que tiene digo yo que algo hará.
R. Cuando he conquistado a mis parejas ha sido por el buenrollismo. Me considero una persona de buen rollo. Llámalo como quieras. No sé cómo decirlo, pero tengo buen carácter.
P. Asegura Javier Sardá que los padres enseñan a mirar la vida. ¿Qué te enseñaron los tuyos?
R. Mi madre me enseñó la bondad del mundo. No quiero hablar de mi madre porque me emociono. Hace dos años que la perdí y aún estoy de duelo. Es el palo más duro de mi vida y no logro superarlo. Era una mujer de luz y la amaré toda mi vida.