Albares contra la Casa del Rey

No es la primera vez desde que España vive en democracia que se producen desencuentros entre la jefatura del Gobierno y la del Estado. Pero es a partir de la leal colaboración entre ambas instituciones, con el único horizonte de servir a España, que su funcionamiento resulta enriquecedor. Además, por expresa disposición constitucional, al Rey le corresponde «la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica». Sin embargo, esta es la primera vez que un ministro relevante como el de Asuntos Exteriores ha emprendido por su cuenta y riesgo una verdadera ofensiva contra la Casa del Rey, con una sucesión de abandonos, desplantes, descoordinaciones y provocaciones que en muchas ocasiones no han trascendido, pero que empiezan a tener consecuencias visibles en el normal funcionamiento de las instituciones.

Todo esto, además, obedece a un problema estrictamente personal del ministro. El conflicto con la Casa del Rey se ha agudizado tras el nombramiento de Camilo Villarino, también diplomático. Villarino es un funcionario de larga trayectoria que ha sido perseguido con inquina por Albares por su carácter no abanderado y rigurosamente profesional, ya que sirvió con eficacia como jefe de gabinete de tres ministros, desde Alfonso Dastis –el último ministro de Exteriores de Mariano Rajoy– hasta Arancha González Laya pasando por Josep Borrell. Con González Laya se vio implicado en la entrada irregular del líder del Frente Polisario a España, pero fue exculpado. Villarino estaba prácticamente designado como embajador en Moscú –por su rango podía solicitarlo–, pero Albares bloqueó la decisión y lo mandó a hacer pasillos en el ministerio. De allí lo rescató Borrell que se lo llevó como jefe de gabinete a Bruselas.

En el caso de Notre Dame, el ministro tenía mucho más a mano la posibilidad de informarse en el Consejo de Ministros, donde coincide con su colega de Cultura, Ernest Urtasun, quien también recibió una invitación de Francia. Curiosamente, Urtasun también es compañero de carrera de Albares. La gestión del ministro ha dejado mucho que desear, pero lo que no se entiende es que un miembro del Gobierno se dedique a torpedear la relación con la Corona sin que el presidente del Gobierno tome cartas en el asunto. Pedro Sánchez debe decidir si avala su conducta, la corrige o prescinde de sus servicios como ministro.