El Felipe VI más íntimo que creció en su primera década como Rey: correos de madrugada y una réplica del Mundial siempre a mano

Son las siete de la mañana cuando los despertadores de la mayoría del equipo que trabaja en el Palacio de la Zarzuela comienzan a sonar. Entre sus rutinas está revisar lo que quedó pendiente el día anterior. Entre otros motivos, porque son muchas las mañanas en las que se encuentran anotaciones, correos electrónicos y encargos realizados de madrugada. Cuando ha terminado la jornada y Felipe VI se refugia en el Pabellón del Príncipe, continúa con su jornada.

El Rey y Doña Letizia llevan un año viviendo solos. La Princesa de Asturias está en la Academia General Militar y la Infanta Doña Sofía en el UWC Atlantic College de Gales, el internado donde cursa Bachillerato Internacional. Desde recién casados intentan, en la medida que lo permiten las agendas, cenar algo ligero juntos por la noche en casa. Después de aprovechar ese momento para ponerse al día -antes lo hacían con sus hijas, ahora solos-, Don Felipe continúa con el trabajo de despacho que le quedó pendiente cuando abandonó el edificio principal del complejo de la Zarzuela.

Don Felipe y Doña Letizia no se mudaron al Palacio tras la Proclamación, y prefirieron continuar en el Pabellón del Príncipe, el que había sido su hogar los diez primeros años de matrimonio. Así que el Rey recorre cada mañana los metros que le separan de ese edificio para ocupar su despacho, que sí heredó de Don Juan Carlos y al que quiso dar su impronta personal. La oficina del Rey se ha visto en numerosas ocasiones, pero con motivo del décimo aniversario de la Proclamación, Zarzuela ha distribuido una nueva sesión de fotografías del Monarca realizando trabajo en el despacho.

En ellas, se ve al Rey sentado en la mesa de trabajo, bajo el amparo de Carlos III, el rey que más le inspira de la dinastía. Y con las banderas de España y la Unión Europea a sus espaldas, reforzando que el Jefe del Estado es símbolo de unidad y permanencia, como dicta el artículo 56.1 de la Constitución Nacional. Hay una tercera bandera más, y pequeña, pero al lado del Monarca. Se trata de su pendón de jefe del Estado, de color carmesí, con sus escudos de armas bordados.

Sobre la mesa, como siempre, una réplica del trofeo de Campeones del Mundo ganado por la Selección Española y de la Eurocopa. También un teléfono para realizar las llamadas necesarias y un montón de papeles pendientes de ser revisados. Entre todos esos papeles, la Carta Magna siempre está cerca del Monarca, ya que es la guía que marca el rumbo de su reinado y sus acciones.

En las instantáneas el Rey siempre aparece solo. Es en su despacho, dentro de una gran soledad, donde ha tomado importantes decisiones, que consulta con su equipo de colaboradores más estrechos, que se reúnen en una mesa circular situada al otro extremo de la sala, que cuenta con unos 20 metros cuadrados. Desde allí, por ejemplo, retransmitió a los españoles el discurso del 3 de octubre de 2017, donde llamó a restablecer el orden constitucional a determinados políticos catalanes que acababan de romperlo tras celebrar un referendum ilegal. Pero cuando las luces del despacho se apagan, Don Felipe sigue su trabajo en su casa.

Doña Letizia se acuesta temprano y se levanta a primera hora, pero da mucha prioridad, por salud, a las horas del sueño. Y es en ese momento en el que muchos dan por acabado el día cuando Don Felipe trabaja y se concentra mejor, en el silencio de la noche. Hay semanas que apenas duerme, poniéndose al día en temas de interés nacional, formándose sobre asuntos importantes para el país y tratando de hacerse una configuración mental de lo que tiene que afrontar. Es ahí cuando repasa intervenciones, hace anotaciones a informes que recibe de los trabajadores de la Casa y aprovecha para enviar correos, que ellos ven por las mañanas.

El Jefe del Estado trabaja por lograr el equilibrio entre su papel al frente de la primera institución del Reino y su vida personal. Porque más allá de la agenda pública que se publica cada viernes, hay un trabajo discreto en la sombra.

Un ejemplo: hace unos meses, el presidente de una compañía automovilística internacional con sede en España pidió reunirse con el Monarca. El Rey le recibió en audiencia privada. Este directivo quedó impresionado por los conocimientos de Don Felipe sobre el sector del automotor, y por los comentarios que le hizo de las fábricas que tienen en España. "Ojalá pudiera ficharle para mi empresa", bromeó después este CEO.

Don Felipe intenta disfrutar de la vida en la medida que puede. Más prudente que su padre, no ha dejado de esquiar en estos años, tampoco falta a su cita con la navegación, que se limita a la semana en la Copa del Rey Mapfre de Palma de Mallorca. En Zarzuela tiene una pista de pádel, donde sigue practicando el deporte con sus amigos. Es con los mismos con los que esquía todos los inviernos, al menos un fin de semana, generalmente en las pistas de Pirineos.

El deporte forma parte de la vida de la familia. Don Felipe, además, cuida su dieta, aunque con menos exigencias que la Reina. Toma zumo de tomate y también disfruta de cervezas o vinos. Tiene una amplia colección de relojes y gracias a la Cumbre de la Lengua de Cádiz se descubrió que toca el cajón flamenco, instrumento que practica en casa cuando puede. Cuando la Casa Real hizo público su patrimonio, en un ejercicio de transparencia que muestra también el carácter del Rey y su compromiso con la ejemplaridad, se descubrió que no gasta en exceso. Contaba 2,4 millones de euros en patrimonio, la suma de todos los años de asignación. Más allá de esto, las fotos distribuidas por Zarzuela muestran al Monarca en lo que más ocupa su tiempo: la Jefatura del Estado.