José Luis González González o cuando el enemigo de la fiesta está en el palco de Las Ventas

En esta feria de San Isidro se han escuchado gritos impresentables y se han leído groseras pancartas contra Pedro Sánchez y Ernest Urtasun. Pero ninguno de ellos hace tanto daño a los toros como José Luis González González, el presidente de la corrida de este viernes en Las Ventas.

En una feria que se acababa sin una sola Puerta Grande y en un cartel de máxima expectación, salió al ruedo un toro de esos con los que sueña cualquier ganadero. Dulce hizo honor a su nombre regalando a Borja Jiménez las embestidas soñadas para crujir el coso madrileño. La plaza era un delirio y la rotunda estocada desató la mayor e indiscutible petición de dos orejas de la feria. Un clamor que parecía asegurar las dos orejas para Jiménez y la vuelta al ruedo para el toro. Pero en el palco estaba José Luis González González y quería su minuto de gloria aferrado a un reglamento franquista. Ni lo uno ni lo otro. El antitaurino era la autoridad.

Es anacrónico que los toros estén sometidos a un reglamento franquista, que da la autoridad a un policía en la plaza. Es, de hecho, el único espectáculo que en 2024 sigue sufriendo las consecuencias de ese periodo negro en la historia de España. Y sobre esa autoridad dictó su traición a la fiesta José Luis González González. Enfrentándose a las más de 24.000 personas que habían gozado con la faena de Borja Jiménez y con las embestidas del victoriano. Robando como un delincuente común a torero, ganadero y aficionados sus merecidos premios y esa ansiada foto de la Puerta Grande.

Intentando profundizar en quién es González González, con ese apellido de árbitro malo, veo que estuvo de protagonista el pasado enero en las tertulias de la Asociación El Toro de Madrid. Las tertulias del 7, para entendernos. Y allí se definió como aficionado de festejos populares y como "torista hasta la médula": "Torista al 100%, no torerista", remarcó. Qué pena que como torista no respetase al mejor toro de la feria premiándole con la merecida vuelta al ruedo.

José Luis González González, por si alguien no se ha quedado a estas alturas con su nombre, debería dimitir hoy mismo. Y si no lo hace, debería ser sancionado por sus superiores, como se sanciona al árbitro que falla groseramente en un partido mandándole a la nevera. Porque José Luis González González representa el mal que tiene dentro el mundo del toro. Con él no hacen falta Urtasuns.