Validada la victoria del prorruso Georgescu, quien se medirá con la proeuropea Lasconi el 8 de diciembre
El Tribunal Constitucional rumano no ha encontrado pruebas de injerencia o de fraude en la primera ronda de las elecciones presidenciales, de las que resultó ganador el candidato soberanista y prorruso, Calin Georgescu con el 29,94% de los votos. El alto tribunal ha desestimado, por tanto, la denuncia del candidato del Partido Nacional Conservador de Rumania, Cristian Terhe, europarlamentario y ex sacerdote de la iglesia greco-católica de Rumanía. La segunda vuelta se celebrará el 8 de diciembre entre Georgescu y la centrista Elena Lasconi, según anuncio la presidenta del TC, Marian Enache,
La decisión del TC no alegrará a las élites europeas, según Jacob Reynols, jefe de Política del tink tank MCC de Bruselas."Cada vez que sus candidatos preferidos son rechazados, en lugar de reflexionar sobre las razones del descontento de los ciudadanos, responden desacreditando el proceso electoral o culpando a fuerzas externas" afirma. Y Georgescu no es un buen candidato. Con su victoria ja humillado a los partidos tradicionales.
Las alegaciones en este caso no han sido nuevas. Los ciberataques rusos, la manipulación o la influencia desmedida de las redes sociales son argumentos que se repiten cada vez que un candidato o un partido político se hace con la victoria desde el extrarradio. Pese a todo, el TC rumano, no ha podido confirmar las sospechas de injerencia una vez concluido el recuento de todas las papeletas con votos válidos y nulos emitidos el pasado 24 de noviembre. Las presidenciales volverán a retomarse el próximo día 8 con la segunda vuelta. Con Georgescu, pasó la centrista Elena Lasconi, que recabó el 19,17% de los votos. El líder del Partido Socialdemócrata (PSD) y primer ministro quedó tercero, pero la diferencia de votos con respecto a Lasconi era mínima, de 2.700 papeletas.
"Los jueces harán un esfuerzo titánico para que Ciolacu, pase a la segunda vuelta", comentó el veterano periodista rumano Christian Tudor Popescu. El comunicado emitido por el partido de Lasconi también iba en esa dirección. "Se han recontado más de 8 millones de votos. Nadie ha encontrado ninguna razón para cuestionar los resultados finales. No podemos seguir esperando a que llegue la última bolsa de Kuala Lumpur para validar la entrada de Elena Lasconi en la segunda vuelta. Esto es una burla", denunciaba el comunicado. Y añadió, que los datos que daban a Marcel Ciolacu en segundo lugar se basaban únicamente en los colegios electorales del país, no en los de la diáspora. El TC no ha ordenado el recuento de los votos en el extranjero porque Terhe no lo había solicitado y porque, si hubiera errores materiales, serían irrelevantes.
La victoria de Georgescu también se puso en entredicho, principalmente porque surgió de la nada. No participó en los debates televisivos, no tenía prácticamente presencia en las encuestas de opinión y ni siquiera estaba alineado con ningún partido político. En su lugar, hizo campaña casi exclusivamente en Tik Tok con videos en los que aparecía haciendo judo, deporte del que es cinturón negro, montando a caballo y nadando en ríos. En esos videos, a imagen de los que hace el hombre fuerte de Moscú, Vladimir Putin, el candidato presidencial se deleita atacando a las "vacas sagradas" de las élites prooccidentales y proeuropeas de Rumanía. En uno de esos videos, afirmó que la OTAN nunca defendería a Rumanía de un ataque y Putin merece elogios por su defensa intransigente de los intereses rusos. Tales simpatías por Putin son preocupantes y desconcertantes, dadas las ambiciones revanchistas de Rusia en Europa del Este.
Independientemente de los resultados que arroje la segunda vuelta el mapa político rumano se ha resquebrajado. La victoria de Georgescu crea un momento para las formaciones soberanistas. En las legislativas, a ciegas sobre lo que sucedería con las presidenciales, las formaciones antisistema lograron sumar casi el 30% de los votos. No podrán gobernar y las diferencias entre esos partidos, además, hacen improbable una coalición, pero han debilitado a los partidos tradicionales.
El Partido Socialdemócrata (PSD) y el Partido Nacional Liberal (PNL) han monopolizado el poder durante décadas, pese a las fuertes tensiones y acusaciones de despotismo y corrupción entre los socios de coalición, lo que unido a la desigualdad económica entre los rumanos, ha alimentado un voto de protesta que beneficia a la ultraderecha.
El más beneficiado ha sido la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), de George Simion, un admirador de Donald Trump y de la italiana Georgia Meloni. El partido, que comparte las tesis del español "Se acabó la fiesta" aboga por la unificación con Moldavia. Simion tiene prohibida la entrada a ese país y a Ucrania. Prometió eliminar la ayuda militar si llegaba al poder.
En los resultados de las legislativas y en la primera ronda de las presidenciales tuvo mucho que ver el voto de la diáspora, que ronda los cuatro millones de una población de 19 millones. Los expatriados han demostrado estar mucho más predispuestos hacia los partidos de extrema derecha que los que votaron en su país. Es una tendencia que se observa desde 2020, cuando AUR se convirtió en la primera opción para los rumanos en Italia y Chipre, y la segunda para los que trabajan y residen en Francia, Alemania y España. Esto no siempre ha sido así: hasta hace unos años, la diáspora votaba normalmente a los liberales del PNL.
Las generaciones más jóvenes también se sienten atraídas por los partidos de extrema derecha, una tendencia que denota una frustración e intolerancia hacia el sistema democrático que no les garantiza un futuro. Hace unos meses, un estudio del think tank IREN sobre la intención de voto de los jóvenes (18-35 años) en Rumanía ofrecía un panorama desolador. El 75% apoyaría a un "líder fuerte que no pierda el tiempo con elecciones y discusiones en el parlamento".