El restaurante favorito de Richard Gere para comer en Madrid: dónde está, qué platos sirven y por cuánto dinero
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España es, sin lugar a dudas, uno de los países con mejor gastronomía del mundo. Desde los bares de tapas más humildes hasta los templos de la alta cocina, el país reúne talento, creatividad y una tradición culinaria que atrae cada año a millones de turistas. Pero dentro de esa vasta oferta hay una experiencia que destaca por encima de todas: Sublimotion, considerado hoy el restaurante más caro del planeta. Ubicado en Ibiza, concretamente en el Hard Rock Hotel, este exclusivo espacio está dirigido por el chef Paco Roncero, quien ostenta dos estrellas Michelin y tres Soles Repsol.
Sublimotion no es simplemente un restaurante. Es un concepto que lleva en Ibiza 11 años y que fusiona la alta cocina con la tecnología, la escenografía y la inmersión sensorial. En palabras del propio chef: «Lo difícil no es que ahora la gente pague 1.650 euros por comer, lo difícil era hace 11 años que la gente pagara 1.650 euros por ir a comer». Y sin embargo, ese precio no ha sido obstáculo para quienes buscan una vivencia culinaria sin precedentes. Entre ellos, Sophie Tatar, una joven creadora de contenido, decidió compartir su experiencia en este restaurante a través de su cuenta de TikTok, despertando la curiosidad de miles de personas que sueñan con vivir una noche en el restaurante más caro del mundo.
Desde el primer momento, la joven quiso mostrar a sus seguidores el carácter extraordinario del lugar: «Hoy os llevo conmigo a conocer uno de los restaurantes más caros del mundo», decía al inicio del vídeo.
@sophietatar0 Uno de los restaurantes mas caros del mundo, #sublimotion #ibiza #restaurant ♬ sonido original - Sophie Tatar
«Antes de llevarte a la mesa te llevan a esta carpa marroquí para esperar a todos los invitados y después llegas a la mesa», explicó. Esta primera parada ya deja entrever que lo que ofrece Sublimotion va mucho más allá de una simple cena. Todo está pensado para crear una narrativa, una introducción a un universo distinto donde el comensal es tanto espectador como protagonista.
Una vez dentro de la sala principal, la sorpresa continúa. «La mesa estaba decorada increíble, no me podía gustar más, y dependiendo el plato que te van trayendo van cambiando la temática», contó la joven, impresionada por el nivel de detalle y ambientación. Cada plato es una escena, una emoción, una historia que cobra vida gracias a la iluminación, el sonido, el entorno y, por supuesto, la comida. «La verdad es que la experiencia fue increíble, te tapan los ojos, había momentos de realidad virtual… parecía que te ibas de viaje», añadió. Esta descripción no es una exageración, en Sublimotion el objetivo no es solo degustar sabores, sino viajar por mundos paralelos, desde el fondo del océano hasta un club futurista, todo en cuestión de minutos.
La velada fue, según ella misma, inolvidable: «La verdad es que nos lo pasamos súper bien». Y aunque iba sin muchas expectativas, cada minuto fue una sorpresa: «No tenía ni idea de cómo iba a ser», confesó. Esa capacidad de asombrar al cliente es una de las grandes fortalezas del restaurante. «Cada momento que pasaba me sorprendía más, la música, los olores, la comida… o sea todo increíble», dijo emocionada.
Uno de los momentos más espectaculares llegó con la fase del cóctel, que transformó la mesa en una pista de baile iluminada: «Esto fue el momento cóctel», comentó mientras mostraba una bola de discoteca girando sobre la mesa y una sala llena de luces de colores que se movían al ritmo de la música.
No obstante, la creadora de contenido quiso guardar parte del misterio: «No os quiero enseñar todo porque quiero que vayáis», concluyó, dejando claro que vivir Sublimotion en primera persona es una experiencia que va más allá de cualquier vídeo.
A más de 1.600 euros por persona, Sublimotion no está al alcance de cualquiera. Pero quienes han tenido el privilegio de cruzar sus puertas coinciden en lo mismo: lo que Paco Roncero ha creado no es solo un restaurante, sino un espectáculo sensorial que borra los límites entre el arte, la tecnología y la gastronomía. Y en un mundo donde ya casi todo se puede ver en internet, eso sí que es un lujo.
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