Trump, Nobel de la Paz
Las dos bombas atómicas lanzadas en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki por el presidente Harry Truman ahorraron centenares de miles e incluso millones de muertos. Fueron dos bombas terribles, que además sirvieron para agredir, yo creo que deliberadamente, a las dos grandes ciudades católicas de Japón; pero fueron dos artefactos altamente pacifistas, en la medida en que causaron la inmediata rendición de lo que quedaba en pie del Eje y así se salvaron muchas más vidas de las que perdimos en la explosión, porque en condiciones normales los japoneses son un pueblo y una cultura acostumbrados, por un sentido del honor tergiversado y carente de ironía, a luchar hasta el final, incluso cuando ya se ve que es imposible cualquier resultado favorable. Churchill obtuvo la misma clase de victoria aunque sin un final tan contundente, pero alrededor de los Nobel hay una idea muy resentida, muy mezquina de la paz y la libertad, y Churchill y Truman provocan un resentimiento superior a la luminosa esperanza de haber derrotado a los nazis. A fin de cuentas, sólo unos jurados podridos de odio y equivocación podían caer en la bajeza de otorgar tan alta dignidad a un asesino corrupto como Arafat.
En estas circunstancias, no se sabe muy bien si es más distinguido tener el premio o no tenerlo, pero más allá de la propaganda izquierdista y antisemita –valga la redundancia– el presidente Trump ha procurado desde su primer día en el cargo hacer la paz entre rusos y ucranianos y acabar con los terroristas que impiden que Israel pueda vivir libre y segura. Putin no ayuda, es cierto. En cambio Hamás ha aceptado una tregua y esperemos que sea la definitiva. El bombardeo de las instalaciones nucleares de Irán y su posterior renuncia a continuar en esta carrera fueron otra memorable victoria de la paz. ¿Momentánea, como dicen los detractores de Trump y los Estados Unidos? Por supuesto. Todas las victorias contra el mal son momentáneas, incluso la de Jesucristo.
Donald Trump, Harry Truman, Winston Churchill. Al otro lado están los que nunca entendieron la libertad con su odio furibundo, dolorido, totalitario a los que nos la han sabido ganar.