La 'nueva' pobreza: Shandy paga 520 euros de alquiler en una casa con tres niños: «Vivimos con el abrigo puesto. Un cine o comer algo rico es un lujo»>

Es uno de los detalles de la radiografía que Save the Children ha hecho a 1.170 familias donde hay 2.440 niños, que arroja conclusiones desoladoras: «En más de la mitad de esos hogares hay padres con trabajo, pero el empleo ya no saca de la pobreza. Y tienen estudios, la mayoría secundarios, uno de cada diez son universitarios. Pero si tradicionalmente la educación era la base para que los hijos de familias con pocos ingresos pudieran salir de la pobreza, está fallando como ascensor social. Ya no funciona como debería», advirtió Conde.

La valía del informe 'Ser pobre en España. El retrato de mil familias', que presentó ayer Conde junto a Catalina Perazzo, directora de Incidencia Social y Política de la ONG, es que «son casos reales, manifestados por las propias familias que atiende Save the Children en seis comunidades –Andalucía, Cataluña, Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y País Vasco–, no son encuestas», aclararon. En ese 'espionaje' de cómo sobreviven las familias vulnerables (con una media de ingresos de 1.032 euros con dos progenitores y 807 euros las monoparentales), la ONG recala en que España se encuentra aún a la cola de ayudas por crianza dentro de la Unión Europea y lidera la tasa de pobreza infantil. Haciendo cuentas deduce que cada hijo cuesta 672 euros al mes, así que con ese nivel de ingresos, las familias se ven obligadas a cuadrar números y «repercute en la mala alimentación, sueño, temperatura, acceso a educación, socialización...» de los menores, refrendó Perazzo.

El 40% de los ingresos, a alimentación

La colombiana Shandy encabeza una de las familias retratadas por este informe, donde se concluye también que estas familias pobres destinan una media del 40% a la vivienda y otro 40% a alimentación (419,20 euros al mes de media), así que los euros para el resto de servicios son mínimos. En el caso de esta mujer, que vive con su madre, abuela, sobrina (es su tutelada) y dos hijas pequeñas, está pensando en «ampliar su jornada completa de 40 horas con otra adicional de 20 semanales para llegar a fin de mes». Porque ahora «pide algunos meses créditos pequeños» para sortear dificultades, reconoce. «Si recibiese una ayuda extra, me gustaría decirles a las niñas que vamos al cine una vez al mes –agrega– o que cocinamos algo rico. Los niños son muy maduros, porque les dices 'no tenemos' y lo toman con calma«.

No hay para gastos superfluos ni ocio adicional: sus hijas viven, como la mayoría de los menores de las familias examinadas, sin extraescolares, de manera sedentaria, abocadas al ocio frente a una pantalla y con una alimentación deficiente. Consumen dulces y bollería industrial y la carne y el pescado o verdura fresca no entran en casa más de dos veces a la semana. Shandy lamenta que «solo pueden llevarse al colegio alguna vez un jugo, dos, o ninguno». Resolver problemas como humedades o goteras es un lujo y no hay presupuesto para el dentista en un tercio de los hogares escrutados.

Además, «la pobreza energética tiene rostro de infancia porque el 58% de las familias no se plantean poner la calefacción. O solo un rato. Estos niños viven con el abrigo puesto en casa«, explicó Conde. Shandy lo confirma. Por su trabajo como cocinera en Valencia percibe 1.300 euros, tiene el Bachiller y estudios de Gastronomía. Paga 520 euros de alquiler, mientras el promedio de las familias retratadas está en 433,25. La vivienda –apuntó Conde– es el verdadero «factor de exclusión».