Manuel Ferreiro, abogado del joven absuelto del crimen de Samuel Luiz: «Se va a ir de La Coruña para empezar de cero»
Manuel Ferreiro es el abogado de Alejandro Míguez, el joven al que la Audiencia Provincial de La Coruña condenó a diez años de cárcel como cómplice del crimen de Samuel Luiz, y a quien ahora el Tribunal Superior de Xustiza (TSXG) ha absuelto. «Si ven alguna prueba con él, fusílenlo», dijo a los miembros del tribuna ciudadano durante en el juicio. Y, al menos metafóricamente, así lo hicieron. Pero sin indicios suficientes, según el TSXG.
—¿Fue más sorpresa el veredicto de culpabilidad del jurado o ahora la absolución del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia?
—He de decir que ambas. Voy a empezar por una. El veredicto de culpabilidad es algo que temes que vaya a pasar porque yo soy consciente de que la presión mediática y los prejuicios que planeaban sobre este tema iban a ser decisivos. El jurado no es más que el reflejo de la sociedad, y la sociedad había condenado a mi cliente. Pero es que en este caso, aún sabiendo que íbamos al paredón, yo decía, 'la única prueba que hay es un vídeo en el que no se ve nada'. De hecho, está en la calle, si no sería impensable que estuviese en la calle [en libertad provisional].
—Lamentaba una especie de doble vara de medir del jurado, absolviendo a la única chica acusada, que también se sentaba en el banquillo como cómplice, y la condena a su cliente.
—Estar en el lugar no es suficiente [para condenar], tiene que haber algún tipo de acción. El jurado lo entendió, porque a ella se lo aplicaron: 'estás allí, es cierto incluso que empujas a la amiga de Samuel, pero te vamos a dar la presunción de inocencia'. En cambio, abordan al mío y dicen 'no se te ve hacer nada, pero estabas allí, y creemos que como estabas allí, tu presencia intimida'. Estás aplicando un doble rasero. Eso era lo que no me esperaba, y lo que nadie se esperaba allí, porque se esperaban o la condena de todos, o la condena de los tres que han resultado finalmente condenados.
«Aplicaron un doble rasero, eso era lo que no me esperaba. Esperaba la condena de todos, o la de los tres que resultaron finalmente condenados»
—Pero recurre al Tribunal Superior de Xustiza de Galicia y le da la razón.
—Alejandro decía: 'Yo llegué ahí y salí empujado, pero yo iba intentando separar'. Pero, ¿qué dice el jurado? 'No nos creemos que intentase separar porque nadie lo dice'. ¿Y qué dice el Tribunal Superior? Que nadie dijo que haya intervenido en contra de Samuel y 'tú lo estás concluyendo'. Eso es prejuzgar, es un prejuicio, tú quieres condenar a mi cliente y a partir de ahí articulas el resto de la prueba o tus argumentos para que te lleven a esa conclusión, en vez de hacer el proceso contrario, que es mirar la prueba y decidir si eres inocente o culpable.
—¿Cómo ha reaccionado Alejandro Míguez con su absolución?
—Yo hablé con él por teléfono. Enmudeció, porque no se lo esperaba, ayer me decía que seguía sin creérselo. Cuando yo le expliqué todas las reglas y vio que no valían de nada y lo condenaban, que por mucho que yo le dijese que el Tribunal Superior debería corregir esto, me decía, 'Manuel, pero ¿me lo puedes asegurar? También creías que me iba a absolver y mira'. Mi cliente me dice, 'mira, voy a esperar a saber si recurren, y si no recurren voy a marcharme de La Coruña e intentar empezar de cero'.
—Después de un juicio tan mediático no debe ser fácil empezar de cero.
— Trabajaba de cara al público, perdió su trabajo. Familia y amigos le retiraron el saludo. Pasó a ser un asesino de gays. Lo echaban de pisos en cuanto se enteraban de quién era, porque los vecinos no querían asesinos en el edificio; no le servían en los locales. Él me decía, 'yo he vivido en una cárcel, aunque no estuviese allí dentro'.
«Perdió su trabajo, familia y amigos le retiraron el saludo. Pasó a ser un asesino de gays. Me decía: viví en una cárcel»
—Leyendo el auto del TSXG lo que destila es una contundente defensa de la presunción de inocencia.
— Claro, desde luego. Algo que me dijeron mucho durante el juicio y después compañeros de profesión, familia, amigos y demás, gente de dentro y de fuera del mundo del derecho: si no creía que había influido mucho la imagen de mi cliente en esto, la actitud y demás. Y yo lo que respondía es que me parecía escalofriante que alguien pueda ser condenado por cómplice de asesinato por su aspecto físico, por cómo va peinado, por cómo va vestido. En un juicio en el que precisamente se juzga eso, la discriminación, en este caso por la sexualidad de alguien. Me parece escalofriante. Y la sentencia, sí, es un paradigma de la presunción de inocencia.
—¿Y realmente cree que pudo influir su imagen?
— Sí, hombre, entiendo que es así, pero es una auténtica barrabasada. No en el jurado, eh, no voy a entrar en eso. Algunos compañeros me han dicho que se peinase de otra forma, que se vistiese de otra forma. Y yo lo que le digo es algo que suena un poco tétrico, que el día que te sientes delante de un juez y pidas justicia, te digan, 'no, pues mira, esos pantalones que llevas no me gustan, 10 años de cárcel'.
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