El crimen sin resolver en un prostíbulo de Cataluña lleva hasta los asesinos del cliente que se enamoró de una prostituta en Francia hace dos décadas>

Las pesquisas arrancaron al retomar un antiguo crimen sin resolver -todavía lo está-, que se había perpetrado en un prostíbulo de Cataluña. Y es que esta unidad, al mando del subinspector Manel Novoa, asume los casos que están en vía muerta, cuando los investigadores se han quedado sin hilos de los que tirar. Fue así como, al repasar quiénes estaban en el local la noche del suceso, comprobaron que uno ellos, el controlador de acceso, era uno de los fugitivos; aunque entonces aún no lo sabían, por la multitud de identidades falsas que empleaba.

Descartaron la participación de ambos en ese crimen, pero sí comprobaron que contaba con antecedentes. En Cataluña, por la violación de una prostituta en 2004 -desapareció y luego la localizaron en Rumanía, pero no quiso denunciar-, y por conducción temeraria cuatro años más tarde. Por aquel entonces, al no saber su identidad real, no supieron que sobre ellos pesaba una orden de busca y captura. Fue durante los últimos meses, con el cotejo de sus huellas dactilares y, a través de los mecanismos de cooperación internacional, como las autoridades rumanas detallaron a la Policía catalana que el tío tenía antecedentes por falsificar su identidad. También por un supuesto homicidio imprudente, en 1995, tras atropellar a una persona -la sospecha es que no fue fortuito, pero no se pudo demostrar-. Contaba con ficha policial también en Bélgica por robos con violencia. Y entonces Francia desveló su identidad real: el sujeto y su sobrino estaban condenados por secuestro y asesinato.

El tío aún escondía en su casa de Segur de Calafell el coche en el que trasladaron el cadáver del joven en 2003. Habían cambiado las placas de matrícula

Los investigadores localizaron entonces a los dos asesinos. El sobrino, que en la fecha del crimen tenía 19 años, se había establecido en El Prat de Llobregat (Barcelona). Se había casado con una catalana, con la que tuvo hijos -aún menores- que no tenía ni idea de su pasado delictivo. Para ganarse la vida, en la actualidad trabajaba como conserje en un hotel de lujo de la capital catalana, y había trabajado ya en otros alojamientos. Cuando, tras vigilancias y seguimientos, los agentes lo detuvieron, les dijo: «Por fin podré dormir tranquilo una noche». Estaba arrepentido.

No así su tío, que se había establecido en Segur de Calafell (Tarragona). Un hombre conflictivo, muy violento, al que algunos de sus vecinos habían denunciado por agresión, según detallan fuentes policiales. El individuo, que también se había casado y tenía hijos pequeños, grababa los alrededores de su casa, con una cámara que controlaba desde el móvil. También su mujer, que no sabía nada del asesinato, pero sí de parte de su pasado delictivo, ante el temor a posibles represalias. El individuo se movía sólo en bicicleta -tenía cinco diferentes- y salía siempre con la cara tapada. Bien con una capucha, o también con pasamontañas.

Su arresto lo efectuó el grupo de élite del Cuerpo, el GEI, por su peligrosidad. Y es que siempre salía con un arma blanca en el bolsillo. Durante el registro de la vivienda, los investigadores se encontraron con una sorpresa: bajo una lona, alrededor de la que había colocado pequeños objetos para detectar si alguien la movía -botellas de agua, y plásticos, entre otros-, estaba el coche en el que habían traslado el cadáver del joven al que tío y sobrino mataron en 2003 -y que estaba a nombre del último-. El mismo coche que los Mossos pararon ese año en un control. Pero ahora ya no tenía placas de matrícula de Bélgica, como entonces, sino españolas.

El coche donde trasladaron el cadáver

Rastreando la pista del vehículo fue como el Cuerpo catalán descubrió, no solo que lo habían parado tras la comisión del crimen -sin saberlo entonces-, sino que se había vendido y revendido en varias ocasiones entre los familiares. Y es que la relación entre tío y sobrino se deterioró hasta tal punto que en 2010 se cruzaron denuncias por amenazas, por una supuesta deuda entre ambos, pero también emplearon documentación falsa para formalizarlas: las identidades bajo las que aquí se escondían, de origen croata.

El sobrino no quería saber nada de su pasado delictivo y estaba arrepentido. Para poder trabajar en los establecimientos hoteleros se identificada, además, con un carné de conducir español. Tras pasar a disposición de la Audiencia Nacional el pasado agosto, fueron extraditados a Francia, donde cumplen condena por asesinar al joven.