La medalla de la reputación
Los juegos son un gran acontecimiento mundial en una Francia en crisis. Una triple crisis política, económica y social. La política se expresa en que no hay una respuesta clara a quién manda en el país. Hay un Gobierno en precario encabezado por Gabriel Attal, que está formalmente dimitido desde hace diez días tras las elecciones que frenaron el avance de la extrema derecha, pero dejaron el campo abierto a la izquierda radical. La económica en un gasto público y un déficit disparado con un crecimiento modesto. Pero la más grave, quizá, sea la crisis social, la de una nación tradicional que tiene miedo de la nueva Francia multicultural que asoma en cada esquina del país. Como era inviable contar con una tregua global, el presidente Emmanuel Macron, responsable en parte de esta crisis, ha pedido a los franceses al menos una tregua interna y los ha invitado a olvidarse de la política y disfrutar del espectáculo.
Con este cóctel de fondo, los organizadores han tirado de audacia y doblado la apuesta. Los de París serán los primeros juegos donde la ceremonia inaugural no se ha realizado en un recinto cerrado, sino en un entorno abierto como es el río Sena, el centro de la ciudad y sus aledaños, que forman parte de las postales más reconocibles del mundo. La cancha de voleibol playa junto a la torre Eiffel, símbolo de la ciudad desde la Exposición Universal de 1889, constituye una imagen que enlazará la tradición y el futuro. En general, se han tomado medidas para garantizar que París 2024 cumpla con requisitos ambientales mucho más exigentes que sus predecesores. Las emisiones totales de carbono se calcula que serán aproximadamente la mitad de las de Londres 2012 o Río 2016.
Pero estas decisiones han planteado enormes problemas policiales y sociales relacionados con la seguridad y la logística que han atizado muchas dudas sobre la viabilidad de los juegos y un gran malestar entre los parisinos más modestos. Las autoridades han trasladado en autobuses a cientos de solicitantes de asilo y otras personas vulnerables fuera del centro de la ciudad, lejos de la vista de todo el mundo. La Villa Olímpica se ha construido en la periferia de Saint-Denis con la esperanza de que la nueva infraestructura revitalice un barrio desfavorecido cuya imagen quedó arrasada por los incidentes de la final de la Champions de 2022. El despliegue de 45.000 policías y 10.000 militares para blindar el casco histórico no ha impedido que los carteristas hicieran de las suyas con la selección argentina de fútbol y el equipo australiano de BMX. Francia arriesga mucho con estos juegos. Básicamente la medalla de oro de la reputación para seguir siendo un país de primer orden, capaz de iluminar con su ejemplo al resto de los europeos.