La Universidad de Columbia expulsará a los alumnos por protestar contra la guerra
La Universidad de Columbia -una de las más influyentes del mundo- dio menos de una hora a los estudiantes que ocupaban, con un campamento, el patio central de su campus principal, situado en el barrio de Morningside Heights, cerca de Harlem. Si no levantaban el campamento en solidaridad con Gaza y en contra del Ejército israelí, serían «suspendidos». Es decir, no se les permitiría terminar el actual semestre, una medida disciplinaria dura, máxime si se tiene en cuenta que el precio combinando de la matrícula y el seguro médico en ese centro ronda los 100.000 dólares anuales (93.000 euros). Después llegó la amenaza mayor: serán expulsados del centro si no abandonan.
Unas tres horas antes, la rectora de la Universidad, Minouche Shafik, había emitido un comunicado en el que declaraba que la Universidad «no va a desinvertir en Israel», la principal exigencia de los estudiantes del campamento.
La razón aducida era que el campamento había creado un entorno hostil a los estudiantes judíos, que suponen un tercio del alumnado. Los movilizados negaron esas acusaciones, y recordaron que muchos de los arrestados en el desmantelamiento de otro campamento de apoyo a Gaza similar, pero más pequeño, el 18 de abril, eran, precisamente, judíos. En medio de ese diálogo de sordos, la hora tope llegó. Los estudiantes no se fueron. Y empezaron a ser notificados de que no terminarían el semestre.
Lo que sucedió entonces tiene ecos de las protestas estudiantiles de 1968. Los estudiantes abandonaron finalmente el campamento horas después, pero rompieron una ventana del edifico Hamilton Hall y se colaron dentro. La rectora, así, acababa de ver cómo un problema era sustituido por otro. Y con más simbolismo. Hamilton Hall fue ocupado en 1968 durante dos meses por una caótica coalición de estudiantes que empezaron protestando por el asesinato de Martin Luther King, continuaron por la construcción de un gimnasio en el campus en el que blancos y negros no iban a poder hacer deporte en las mismas salas al mismo tiempo, y se extendieron con el rechazo a la guerra de Vietnam.
El portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, dijo que la Casa Blanca estaba observando atentamente la escalada de protestas en los campus de Estados Unidos. «El presidente cree que tomar por la fuerza un edificio en el campus es absolutamente el enfoque equivocado. Ese no es un ejemplo de protestas pacíficas», dijo Kirby a los periodistas en una reunión informativa.
En realidad, aunque el asalto al Hamilton Hall de 1968 fue un fracaso, catalizó una serie de movimientos sociales y políticos, al producirse en una universidad que tiene una influencia cultural en EEUU equiparable a Harvard, Princeton o Stanford. Y ahora puede pasar lo mismo. Máxime cuando las protestas contra la guerra de Gaza, que van siempre acompañadas de la demanda de que las universidades dejen de invertir en Israel o en entidades vinculadas a ese país, se están extendiendo a la mayoría de los grandes centros docentes del país.
En los estados del Sur, controlados por el Partido Republicano, la reacción policial está siendo más fuerte, como quedó claro el lunes cuando la policía de Texas repartió leña sin miramientos para echar a los alumnos de la Universidad A&M. En el mismo estado, en Austin, la policía detuvo a otros 57 de la Universidad de Texas. Desde el pasado viernes, una pequeña sección del centro de Washington, al lado del FMI, está cortada al tráfico porque allí está la Universidad George Washington, cuyos alumnos también se han sumado a las protestas.