Letta y el futuro de Europa
Con todo, mientras el texto de Draghi se centra en la economía, reclamando, sobre todo, que se inviertan hasta 800.000 millones de euros anuales para ganar competitividad y productividad, el de Letta exige es que se invierta capital político en hacer que la Unión sea más perfecta. Como explica en la entrevista que hoy publica ABC, la fragmentación del mercado provocada por los nacionalismos interiores y los regionalismos se ha transformado en una debilidad tal que sólo favorece a China y a Estados Unidos. En España conocemos bien este fenómeno, con diecisiete reglamentaciones internas para cuestiones de tanta incidencia económica como la gestión de los residuos. Sin una mayor integración, «el declive de Europa está garantizado», afirma Letta. Por eso en su informe plantea la necesidad de ir más allá de la dimensión puramente económica de la Unión, subrayando la importancia de una Europa más cohesionada política y socialmente. El enfoque predominantemente económico ha llegado a sus límites y ya no es suficiente para abordar los desafíos actuales. Esto es especialmente relevante en tres áreas que el autor ha identificado como primordiales: la energía, las telecomunicaciones y los mercados de capitales. Este último es el caso más sangrante, porque el dinero europeo termina financiando economías más atractivas y dinámicas, como la de Estados Unidos.
Una de las ideas clave es la noción de 'soberanía europea compartida'. Letta sostiene que los desafíos globales contemporáneos, como el cambio climático, la digitalización, la globalización económica y los movimientos migratorios no pueden ser abordados por los Estados miembros en solitario. En su lugar, se necesita una mayor integración política y la creación de mecanismos comunes que permitan a Europa actuar de manera unida y eficaz en la escena internacional. Para ello propone avanzar hacia una posición única en áreas como la política exterior, la defensa y la transición energética. Para lograrlo es necesario que los miembros de la UE cedan parte de su soberanía nacional en favor de una gobernanza europea más fuerte. Esto implicaría fortalecer el papel de las instituciones comunitarias, especialmente de la Eurocámara, y consolidar una política exterior común que permita a Europa tener una voz más clara y firme en cuestiones globales. Y también una reforma del sistema de toma de decisiones de la UE, eliminando el principio de unanimidad en ciertos ámbitos clave, como la defensa. Argumenta Letta que este principio ha sido un obstáculo para la acción rápida y eficaz, y que la transición a la toma de decisiones por mayoría cualificada permitiría a la Unión actuar de manera más decisiva frente a crisis internacionales o amenazas globales. Sin embargo, hay que tener en cuenta que hay países –especialmente en el este de Europa– para los que el fin de la unanimidad es anatema.