Los proyectos que ya están dando forma a la revolución
La colaboración público-privada ha sido clave para dar forma a ecosistemas que suman 123 iniciativas en distinto grado de desarrollo por todo el territorio español
En estos últimos años se han podido ver las fortalezas de nuestro país, uno de los que cuenta con mayores recursos y más competitivo en coste, tanto en eólico como solar, también en hidrógeno renovable dado que se producirá a partir de los recursos anteriores, pero también en biomasa/biogás. «Esto nos permite no sólo abordar la descarbonización de nuestra demanda, sino que puede ser una palanca para atraer nueva demanda e incluso exportar energía a otros países», explica Óscar Barrero, socio responsable de Energía en PwC. Además, tenemos un mix energético robusto y diversificado con tecnologías de respaldo no emisoras que nos permiten complementar el desarrollo de renovables, como la nuclear o la gran hidráulica. «Y tenemos unas infraestructuras energéticas de primer nivel, lo cual va a ser fundamental no sólo para la integración de fuentes renovables y demanda, sino para garantizar el suministro», añade el experto.
Manuel Moral, profesor de Energías Renovables en la Universidad Europea, comienza por poner en contexto el marco de objetivos de descarbonización definidos a nivel nacional y europeo. En ese sentido, se ha alcanzado un consenso en la UE para definir objetivos de neutralidad climática y reducción de emisiones que se han plasmado en sendos Reglamentos 2021/1119 y 2018/842. Cada estado miembro debe de trasladar estos objetivos a su planificación nacional, que, en el caso español, se ha integrado, principalmente, en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima). La primera versión del PNIEC definía un primer escenario de reducción en el horizonte 2021-2030, y un segundo a 2050. Esta misma semana se ha aprobado una revisión del PNIEC estableciendo objetivos más ambiciosos de reducción, solicitada por la UE. «Por un lado, la revisión era necesaria porque se estaba comprobando que los objetivos iniciales no serían suficientes, y, por otro, porque, gracias al rápido despliegue de tecnologías como la energía fotovoltaica, se prevé considerar objetivos más optimistas en ciertos campos», explica el docente.
Los objetivos principales de la nueva revisión del PNIEC definen, como parámetros principales, una reducción del 32% de GEI a 2030 (23% en versión anterior), un 48% de energía renovable en consumo de energía primaria (42% en versión anterior) y un 81% de mix de generación eléctrica renovable (74% en versión anterior) proveniente de 76GW de energía fotovoltaica, 19GW de autoconsumo, 62GW de energía eólica (incluyendo 3GW de eólica marina), 22,5GW de almacenamiento, 12GW de electrolizadores de hidrógeno y 14,5GW de energía hidroeléctrica. Además, se considera una reducción de dependencia energética al 51%. «A pesar de la mejora significativa de objetivos, aún no serían suficientes para el cumplimiento de las metas marcadas por la UE, si bien es un problema generalizado entre los países miembros, varios de los cuales ni siquiera han revisado sus planes nacionales, como sí ha hecho España», añade el docente.
El lento despegue de la movilidad eléctrica es otro de los puntos negros de la transición
A medida que los objetivos son más ambiciosos, su cumplimiento se hace más complejo, en un sistema energético cada vez más interconectado y con mayor riesgo de desequilibrio. «En este sentido, el gran reto es que la transición energética se realice de forma acompasada en todos los elementos clave para dicha transición», afirma el socio responsable de Energía en la consultora PwC. «No es sólo incorporar más renovables, sino que necesitamos un equilibrio entre eólica y solar. Necesitamos además un acompañamiento de fuentes de almacenamiento. Necesitamos además incentivar la demanda y desarrollar adecuadamente las redes. Y además necesitamos asegurar el respaldo necesario por parte de las tecnologías tradicionales para garantizar el suministro en todo momento», añade. Sin olvidar que todo ello es necesario con un desarrollo ponderado de todas las tecnologías: electrificación, gases renovables, biocombustibles, etc «si queremos que la transición llegue a todos los sectores de la demanda energética. Este es el principal reto. Si no se abordan todos estos elementos de forma coordinada y a la velocidad adecuada, se producen desequilibrios que retrasarán el cumplimiento de los objetivos o generarán unos costes innecesarios para el consumidor».
Para Manuel Moral hay dos claras asignaturas pendientes de España para el cumplimiento de objetivos: el almacenamiento y la movilidad eléctrica. En referencia al almacenamiento, fuentes reconocidas del sector, como Aebipal, reconocen que sólo se prevén unos 6GW de almacenamiento en funcionamiento para 2030 frente a los 22GW marcados como objetivo. «Hay que tener en cuenta que el objetivo en almacenamiento afecta directamente al cumplimiento de despliegue del resto de tecnologías renovables. Tanto la generación fotovoltaica como la eólica son fuentes no gestionables, es decir, tienen que producir la energía cuando existe recurso, sol y viento, y no pueden adaptar dicha producción a los momentos de demanda», alerta el profesor de la Universidad Europea. Para alcanzar una cobertura elevada del consumo eléctrico con tecnologías renovables es imprescindible tener instalaciones que puedan almacenar la energía cuando se genera, y entregarla cuando se consume. «De no alcanzarse ese objetivo de almacenamiento, las plantas fotovoltaicas y eólicas no podrán aprovechar toda su potencia instalada», subraya. Esto tendrá el efecto, no sólo de no cumplir los objetivos, sino que, además, «si una planta no puede producir toda la energía para la potencia instalada, los modelos de negocio no generarán los retornos previsibles, lo que derivará en detracción de la inversión en tecnologías renovables, encarecimiento de mercado eléctrico, e, incluso, parada de instalaciones en operación», puntualiza.
En cuanto a la movilidad eléctrica, «es un paso imprescindible en la descarbonización». Un porcentaje importante de GEI provienen del sector de transporte, «y la única vía para evitar emisiones es electrificar el transporte. Así, en Europa la cuota de vehículos eléctricos puros ronda el 13% en promedio, mientras que en España se sitúa en el 5%», explica Manuel Moral.
Los gases renovables, como el biogás y el biometano, están llamados a desempeñar un papel clave en la transición energética, ya que, además de reducir la huella de carbono de los consumidores de gas natural sin necesidad de modificar las instalaciones de distribución actualmente existentes, promueven la economía circular y solucionan el problema de la gestión de residuos orgánicos. Por ejemplo, a través de la producción de biometano a partir de residuos orgánicos, la empresa Engie está ayudando a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a aprovechar los desechos de origen local para producir biometano, «el cual es un sustituto perfecto del gas natural, lo que también contribuye a mejorar la independencia energética en las regiones en las que opera», explican fuentes de Engie. Esta empresa está llevando a cabo en España proyectos que utilizan residuos agrícolas, ganaderos y urbanos, «con el objetivo de aumentar la producción de biogás y biometano y promover su posterior integración en las infraestructuras de gas existentes».
El nuevo PNIEC propone un 81% de mix de generación eléctrica renovable para el año 2030
La compañía ofrece soluciones industriales que incluyen los gases renovables y asegura que las empresas «están cada vez más comprometidas con la sostenibilidad y la reducción de emisiones, por lo que las soluciones industriales que contribuyen a una disminución de su huella de carbono son cada vez más valoradas y relevantes para las empresas». Esta compañía industrial está integrando tecnologías avanzadas para la purificación del biogás y su conversión en biometano, lo que ofrece a las empresas una alternativa sostenible para cubrir sus necesidades energéticas sin necesidad de modificar sus instalaciones existentes de consumo de gas natural. «Estas colaboraciones mejoran la gestión de los residuos orgánicos, mejoran la resiliencia del sector energético europeo y también permiten a las empresas reducir su dependencia de los combustibles fósiles, alineándose con los objetivos de sostenibilidad y transición energética a largo plazo», explican fuentes de la empresa.
Ence también considera el biometano una pieza clave en la transición hacia una economía descarbonizada al ofrecer una alternativa sostenible y renovable frente a los combustibles fósiles. De ahí que el objetivo de Ence Biogás sea tener 20 plantas en operación en cinco años y trabajar únicamente con subproductos agrícolas, ganaderos y de la industria agroalimentaria. «Con estas 20 plantas queremos superar el teravatio hora anual y nos permitirán fomentar la autonomía energética y el desarrollo rural», indica la firma. En esta apuesta integral por la descarbonización la tecnología está teniendo un papel importante ya que las biofábricas de Ence son autosuficientes energéticamente y cubren sus necesidades tanto eléctricas como térmicas a partir de biomasa renovable. «Estamos focalizados en descarbonizar el sistema eléctrico a través de nuestras plantas de biomasa usando una tecnología que aporta potencia firme y es gestionable», destacan fuentes de la compañía. Dado el conocimiento de la gestión de la biomasa y su conversión en energía térmica, «estamos ayudando a otras industrias a descarbonizarse», subrayan.
Mucho se espera también del hidrógeno renovable, considerado «pieza fundamental de la estrategia europea para abordar la transición energética, pero además es fundamental para asegurar nuestra autonomía energética. De ahí el fuerte impulso por parte de Europa para el desarrollo de infraestructuras de producción y transporte, así como mecanismos que incentiven su adopción por parte de la demanda», subraya Óscar Barrero.