Israel anuncia que se quedará en el territorio ocupado en Siria tras la caída de Assad

La determinación de Israel de imponer por la fuerza «zonas tampón» en países vecinos afecta también al Líbano. En el sur de este país, las fuerzas israelíes están retrasando su salida, mientras mantienen esporádicos choques con Hizbolá, pese a lo acordado con el Gobierno de Beirut. El alto el fuego se ha extendido hasta el 18 de febrero, para dar tiempo a que el Ejército libanés termine su despliegue y se haga cargo del control que en el pasado reposaba exclusivamente en la milicia chií de Hizbolá. Tel Aviv no se fía de que esto vaya a cumplirse, y ha advertido al Gobierno libanés de que no se retirará mientras no tenga seguridad de que la milicia pro-iraní no recuperará posiciones desde las que en el pasado bombardeaba el norte de Israel.

La firmeza militar con esos dos países vecinos, Siria y el Líbano, aprovecha sin duda la relajación en las operaciones en Gaza, a la espera de que se cumplan las fases de la tregua pactada con Hamás. Pero es al mismo tiempo una declaración de intenciones respecto al nuevo régimen que trata de establecerse en Damasco. Mientras el resto de mundo quiere creer que el Gobierno dirigido por Sharaa -líder de una formación rebelde suní- será 'pragmático' para reconstruir el país, Israel no participa de ese optimismo, y busca protegerse aunque sea saltándose las normas del derecho internacional.

El anuncio de que las tropas israelíes no se retirarán «por un tiempo indefinido» del monte Hermón, ha caído como un jarro de agua fría en Damasco, que exige su retirada inmediata. Siria -controlada durante las últimas cinco décadas por la familia de los Assad- nunca ha reconocido al Estado de Israel, y todo indica que esa seguirá siendo la pauta.

El nuevo primer ministro Sharaa no puede borrar de su historial -pese a su juventud- sus años de combate con Estado Islámico en Irak, y el hecho de que creó en Siria la filial de ese grupo terrorista. Pero ha prometido 'moderación' en la aplicación de la Sharía, y se ha comprometido a desarmar a todas las milicias que se vieron sorprendidas con la caída de Assad. Israel no cree en sus promesas, y teme que en su frontera con Siria lleguen a implantarse milicias anti-israelíes, aunque ya no se trate de las libanesas de Hizbolá ni estén financiadas por Irán.