–'La deuda' habla de las deudas como sociedad con la gente mayor, también de la deuda que acaba asumiendo el protagonista con los malos, ya sean mafiosos o bancos...
Y también está la deuda del productor. Realmente ha sido complicado, porque hemos estado en esa huida hacia adelante, porque la bola es exactamente la misma que le va a pasar por encima a nuestro protagonista Lucas, que siempre va —como está en busca y captura— mirando hacia atrás para ver si la policía le coge o para ver si esa bola le va a aplastar. Esa misma huida hacia adelante la tenía yo como productor junto a mis socios: para terminar la película, para que se consiga estrenar... Porque es una película sumamente arriesgada. Es mi película más ambiciosa a nivel narrativo, porque combina una premisa social con el thriller. Luego, a nivel presupuestario, es una película de 5 millones de euros —las películas medias son entre 2 y 3 millones como mucho— con 78 localizaciones –son tres veces más que una película convencional– y la hemos rodado en 10 semanas –la media son cinco o seis–. Al final, todo es exponencial y al final se convierte en una bola imposible de controlar. Yo muchas veces me veo como en ese tren que va a 300 sin frenos pero del que no te puedes bajar.
–Escribe el guión, dirige, produce, es protagonista. ¿Cómo se lleva Daniel Guzmán con todos esos 'danieles guzmanes' en mitad de una aventura tan compleja?
–No se lleva bien, la verdad. La ecuación siempre sale negativa y, generalmente, en mi caso suele ganar el autor, pero pierde el productor. Es verdad que eso me permite una libertad autoral y hacer las películas que siento y que quiero hacer, y que si las produjeran otras personas tendría que sacrificar mi manera de contar mis historias. Me gustaría mucho poder seguir dirigiendo lo que escribo, pero prefiero no actuar en mis películas.
–¿Por qué lo hizo en este caso?
–Por una causa de fuerza mayor, no lo podía hacer de otra manera. Cuando terminé los tres meses de ensayos con Charo, empecé el trabajo de búsqueda del actor protagonista y, cuando ya casi lo tenía, Charo sufrió una caída en la residencia y los terapeutas y sus hijos nos dijeron que, o rodábamos en ese momento, o muy probablemente no iba a poder rodar. Me vi en ese callejón sin salida, porque en dos semanas no iba a poder preparar a mi compañero. Como la historia partía de una experiencia personal, las personas que estaban en el proyecto —como los directivos y directivas de Televisión Española, de Movistar, que habían visto los tres meses de trabajo que había hecho con Charo en las pruebas— me dijeron que lo tenía que hacer yo. Al final, tomé esa decisión, pero es mejor solo dirigir y escribir. Y lo más importante: nunca, si quieres a alguien al que prefieres que no le vayan bien las cosas, anímale a que produzca y dirija; pero si tienes un amigo que está pensando en dirigir y producir, quítaselo de la cabeza.
–¿Qué es Daniel Guzmán para el cine español?
–Pues... no, no lo sé la verdad. Pues nadie, no sé... alguien que cuenta historias, que se involucra y que apuesta todo por esa historia hasta límites insospechados. Es alguien que está apegado a la verdad, a la vida, y que las historias que cuenta nacen a partir de la vida y espero que el público se divierta, se emocione y les invite a la reflexión. A mí el cine me lo ha dado todo, me ha dado un sentido a mi vida, y de esa manera no puedo concebirlo de otra manera que dándole yo todo al cine haciendo películas personales que no solo entretengan, sino que te acompañen un tiempo.
–Si lo defino como alguien que ha renunciado a mucho más por hacer cine de autor que otros a los que se les llena la boca con la 'autoría', ¿esa definición se acerca a la realidad?
–Si tú lo dices, yo lo respeto... y es cercana a la realidad. Me da pudor escucharlo, pero yo por lo menos lo intento: intento que el cine o las historias que cuento sean de las personas que caminan por la calle, de las personas que intentan salir adelante, las personas que tienen ilusión, esperanza y sentido del humor. Hay que reírse de uno mismo y de todo lo que nos rodea y yo respeto mucho al público porque me gustan las películas que me respetan y que me tratan con inteligencia. Yo creo que el público es inteligente, intento estar apegado a la realidad y hacer cine sin imposturas, sin convencionalismos.
-Se bajó de un tren de fama y dinero como el de 'Aquí no hay quien viva' para intentar hacer su propio cine... ¿A cuánto ha tenido que renunciar para hacer las películas que ha querido?
–A muchas cosas, no sé si demasiadas, pero sí muchas y no solo a nivel profesional sino a nivel personal. Cuando echas la vista atrás y ves que en 20 años has hecho 3 películas, sabes que has renunciado a muchas cosas. Tengo la suerte —y prefiero no emocionarme porque es verdad que eso es algo a lo que yo me agarro— que tengo la suerte de tener grandes amigos, una gran familia y personas a mi alrededor que me quieren y que me animan a seguir, aunque muchas veces pierda cosas en el camino. Porque saben que es mi vida y que me quita mucho tiempo de estar con ellos, pero bueno, nos queremos tanto que me siguen apoyando aunque no les vea. Eso a nivel personal... A nivel profesional, pues obviamente he dejado de trabajar como actor en un momento en el que me iba muy bien, el mejor momento a nivel de fama y a nivel económico. Ahí tomé la decisión de dejarlo todo por contar una historia que era 'A cambio de nada'. Pensaba que me iba a llevar 1 o 2 años y me llevó 10. Yo no sabía que iba a ser tan difícil contar historias personales. Para mi segunda película, 'Canallas', tardé 6 años, y para esta de 'La deuda', cuatro. Al final, lo dejas todo, pero sentía que lo tenía que hacer y, aunque es muy duro, es lo que quiero hacer. Nadie me obliga, soy libre, sigo manteniendo mi libertad autoral y, cuando tengo una necesidad de contar una historia, no paro hasta conseguir ese objetivo.
–En 'A cambio de nada' (2015) se acercaba a Aluche, su barrio, en 'La deuda' (2025) rueda mucho en Plaza de España y el centro. ¿Qué ha cambiado en Madrid en este tiempo, apenas una década?
–Cada vez el centro ha crecido más por la gentrificación y se ha sacado a las personas de sus viviendas para convertirlo en pisos turísticos. El modelo de las grandes ciudades es un modelo de ciudad donde lo apuesta todo al turismo y donde intenta sacar el mayor beneficio posible de un bien como es la vivienda, para su explotación. Y ya hemos llegado a unos límites o a una tensión que solo se puede solucionar con medidas gubernamentales, porque es verdad que el capitalismo acaba devorándose a sí mismo y, si no hay medidas sociales estructurales a través de los gobiernos, pues esto es la selva y la ley del más fuerte, y el más fuerte generalmente tiene que ver con la banca, con las inmobiliarias y con los fondos de inversión.
–¿Y qué queda de Tifón, aquel niño grafitero de Aluche que acabó como cineasta?
–Muchísimo. Queda la ilusión, quedan las ganas de contar historias. Antes lo hacía a través de los grafitis y ahora lo hago a través de las películas; lo he hecho durante muchos años como actor a través de mis personajes. Queda quizá esa rebeldía, esa necesidad de libertad; también esa necesidad de expresarse a través de historias y, la verdad es que queda también esa sonrisa nostálgica cuando lo veo y, sobre todo ahora, cada vez más, de darle la importancia necesaria a cada cosa. Creo que en eso no he cambiado: sigo siendo inquieto y sigo teniendo ese Peter Pan ahí que es un motor para contar historias básicamente.


La aventura de descubrir a una actriz revelación nonagenaria
«Buscamos a Charo como una aguja en un pajar. Vimos a más de 700 mujeres mayores. Empecé en la calle durante meses, en mercados, en centros de día, en centros de salud, en residencias; la iba buscando por todos los lados y, después de casi seis meses de búsqueda, la encontré. Necesitaba que reuniera varias condiciones personales porque el personaje está basado en mi abuela, porque el detonante por el que surge la historia es algo que yo había vivido con mi abuela. Es un tema personal que vivimos en un centro de salud y, a partir de ahí, generé la historia. Necesitaba encontrar en Charo fragilidad, vulnerabilidad, sentido del humor, inocencia, humanidad, sentido común; o sea, son muchas características para encontrarlas, porque necesitaba que ese personaje transmitiera eso y, hasta que no encontré todo, no paré», explica Daniel Guzmán.
«Yo entraba en las residencias junto con mi directora de casting y los residentes al verme decían, mira, el chico de 'Aquí no hay quien viva'. Les decía que iba a hacer una película y que estaba buscando a una persona de 90 años para protagonizarla y los descolocaba. A los 10 o 20 minutos de hablar con ellos, ya todos querían participar, porque es una experiencia maravillosa para alguien tan mayor que está en la última etapa de su vida, porque les hace sentir útil, les hace ver que no se les excluye. Estaban todos muy ilusionados, jugando mucho en las pruebas, disfrutando mucho; en cierta manera, les cambia la rutina, les cambia la vida y les da un sentido y una ilusión, la verdad», remata.