El cielo puede esperar

La declaración de venerable la llevó a cabo el Papa San Juan Pablo II el 6 de julio de 1985 con un decreto de la Congregación para la Causa de los Santos en el que se reconocían las virtudes cristianas en grado heroico de Mañara. Ese es el primer paso para subir a los altares después de que se haya instruido una causa en la diócesis donde murió la persona cuya vida 'huele' a santidad.

Ese proceso pasa después a Roma, donde vuelve a instruirse otra vez la causa, que necesita del empujón definitivo con la certificación de un hecho para el que la ciencia humana no encuentra justificación como puede ser una curación inexplicable. La Iglesia habla entonces de milagro y queda expedito el camino para la beatificación de esa persona cuyas virtudes cristianas se acreditaron con anterioridad.

Así ha sucedido con Carlo Acutis, cuya canonización se ha previsto para el 7 de septiembre, de actualidad estos días por los encuentros espirituales en el monasterio de Regla en Chipiona en torno a su persona, subrayados con la presencia de reliquias del primer santo nacido en el siglo XXI.

La causa de Miguel Mañara está en ese punto justo, a la espera de que se examine cualquier signo prodigioso que revele una intervención sobrenatural para poder declararlo beato. En los últimos cuarenta años no ha habido novedad, pero la hermandad de la Santa Caridad sigue facilitando todos sus esfuerzos para dar a conocer la figura del venerable Miguel Mañara a fin de que hermanos y devotos lo tengan como intercesor en sus oraciones privadas y den noticia de los favores recibidos.

Pero lleva esperando mucho más. Una primera causa diocesana se abrió en Sevilla el 27 de julio de 1680, al año de su muerte, en el que se tomó declaración a veinte testigos, pero no prosperó y fue devuelto al arzobispo hispalense en 1739. Diez años después se retomó la causa el 6 de abril de 1749, pero las circunstancias históricas dieron al traste con la iniciativa en 1846, extraviados los archivos pero no el empeño. Así se llegó al tercer proceso, ya en el siglo XX, abierto el 25 de noviembre de 1954, siendo vicepostulador de la causa José Sebastián Bandarán. Treinta años después, llegó a buen puerto y Mañara fue reconocido venerable.

Mañara no es el único sevillano que espera turno. El cardenal Marcelo Spínola fue beatificado el 29 de marzo de 1987 por San Juan Pablo II, pero sólo un nuevo milagro obtenido por su intercesión fehaciente lo elevaría a la santidad. En la misma circunstancias, pero mucho más recientes, están los mártires de la persecución religiosa de 1936 que encabeza el sacerdote Manuel González-Serna y el padre Torres Padilla.

Hay varios venerables en los que ya se han reconocido virtudes heroicas, pero igualmente pendientes del estudio de un posible milagro que allane su camino a los altares. Tal sucede con el padre Francisco Tarín SJ, incansable misionero, desde 1987; Dolores Márquez, la fundadora de las Filipenses, desde 2006; y con madre Celia Méndez y Delgado, fundadora de las Esclavas del Divino Corazón, reconocida como venerable en octubre de 2020. En este grupo, el que lleva más tiempo es el canónigo Fernando de Contreras, declarado venerable en 1786.

Un escalón todavía por debajo, dos siervos de Dios cuyas causas no se han cerrado aún en la fase diocesana: la dominica Sor Bárbara de Santo Domingo (Sevilla, 1842- 1872), hija de un campanero de la Giralda; y fray Bartolomé de las Casas, dominico obispo de Chiapas tenido por apóstol de los indios. Y otros dos cuya 'positio' se ha elevado a Roma: la de sor Cristina de Arteaga, priora de Santa Paula y presidenta federal de la orden jerónima, (Zarauz, 1902- Sevilla, 1984) y la de madre Belén, María Dolores Romero Algarín, también de las Esclavas (Sevilla, 1916-1977).