La presión sobre Biden hace mella y empieza a dudar sobre su futuro

La presión sobre el presidente Joe Biden para que se haga a un lado y permita al Partido Demócrata buscar, elegir y lanzar a un nuevo candidato frente a Donald Trump hace mella. Tras la debacle que supuso el debate electoral con el republicano, la reacción de Biden y su círculo más próximo, formado por su mujer, su hijo y nietos y un grupo de fieles que trabajan con él desde hace 50 años en algunos casos, fue enrocarse. Decían que no un candidato cualquiera, sino el presidente de Estados Unidos, el ganador de las primarias, el hombre que tumbó a Trump en 2020 y el que más opciones tiene de volver a hacerlo. Admitieron que la imagen ante decenas de millones de espectadores fue mala, pero a día de hoy siguen argumentando que se debió a un mal día, un constipado o al cansancio por el jetlag tras largos viajes (aunque llevaba más de una semana en suelo estadounidense). Sin embargo, el apremio de donantes, de la unanimidad de la prensa progresista, enormemente crítica, de sus amigos e incluso de algunas voces del Partido, tibias aún en público pero brutales en privado, está haciendo que Biden se plantee si debe seguir y si sigue siendo la mejor opción para frenar al que tildan de amenaza para la democracia y dictador en potencia.

El miércoles, todo el ruido político y el ciclo informativo en Washington se concentró en un artículo de The New York Times, periódico poco sospechoso de simpatizar con el aspirante republicano, pero que en la última semana le está dando los golpes más duros. No es sólo su Consejo Editorial, que ha pedido a Biden que se retire. O sus columnistas, amigos incluso personales del presidente, que le piden un último servicio patriótico. Los corresponsales políticos llevan toda la semana informando de que los episodios que el público norteamericano pudo ver en directo se han multiplicado en los últimos meses. El Biden de enero, explican, ya no está. Este miércoles, una de sus especialistas en la Casa Blanca, y rostro constante en la CNN, escribió que Biden había expresado a "un importante aliado", sin identificar, sus dudas. Y que habría abierto por primera vez la puerta a retirarse de la carrera si en los próximos días no es capaz de remontar.

El escenario es complicado. El manual de todo asesor de campañas dice que ante un desastre como el del debate hay que poner al candidato en todas partes, a todas horas. Que su cara, fresca, activa, lúcida, salga en cada televisión, telediario, anuncio. No está asiendo así. Biden sigue participando en actos de campaña, de recaudación, en eventos privados, pero casi no hay imágenes. Salió unos minutos a comentar la decisión del Supremo sobre la inmunidad de los presidentes, pero sin preguntas. Y no concederá una entrevista, grabada, hasta el viernes. Señal de que su equipo teme que lejos de despejar dudas una nueva actuación balbuceante y confusa hunda del todo la campaña.

La Casa Blanca, irritada, ha desmentido la información del periódico progresista por excelencia, asegurando que si hubieran tenido más tiempo, pues la periodista sólo les dio siete minutos antes de publicar en la web, habrían dicho algo. Pero nadie en la ciudad duda del contenido. Si el periódico, y una cadena como la CNN, se aferran con solo una fuente es que la persona es muy relevante y están seguros de que esa conversación tuvo lugar.

Es lógico y hasta inevitable. Es imposible que Biden no tenga dudas o reservas, por mucho que su círculo estrecho, encabezado por su esposa, le anime a seguir. Y es imposible que pesos pesados o ex pesos pesados no le hayan dicho lo que piensan. Las encuestas le sitúan permanentemente entre tres y seis puntos por debajo de Trump, dicen que ha perdido la confianza de muchos simpatizantes demócratas e incluso por primera vez Kamala Harris sale mejor parada en los ejercicios que simulan cómo acabaría un enfrentamiento directo con Trump. Hay miedo, nervios y el reloj corre muy deprisa, quedan pocas semanas para la Convención que debe certificar al candidato. Dos minutos encendiendo la televisión le despejarían cualquier duda sobre cómo lo ve el país. Trump, incapaz de no ser el centro de atención o de callarse, estos días está con perfil bajo, dejando que Biden se cueza en su propia salsa. Mientras los demócratas no detengan la hemorragia interna, de una forma u otra, sólo necesita sentarse y esperar.