El Vaticano impulsa un congreso para tranquilizar a Pekín y relanzar sus relaciones con China>

Para mostrar que Roma quiere renovarlo, allanar el terreno y evitar posibles sustos, el Vaticano ha convocado una conferencia este martes que es una mano tendida a Xi Jinping y a su campaña a favor de la «sinización» de la Iglesia católica en China. Aunque no está claro qué significa esta palabra, en el pasado el presidente explicó que se trata de «la adaptación de la religión al contexto chino y a la sociedad socialista». La posición de la Santa Sede es que no hay contradicción entre «ser buenos ciudadanos chinos y ser buenos católicos».

Simbólicamente, la conferencia en el Vaticano abordará los cien años del «Concilio de Shanghái», la primera gran reunión de obispos y sacerdotes en China, en la que apostaron por sustituir con sacerdotes locales a los misioneros extranjeros que hasta entonces dirigían las diócesis en este país. Se trataba de poner en práctica la directiva de Benedicto XV, quien en 1919 recordó que, como el cristianismo no pertenece «a ninguna nación», bautizarse no significa «renunciar a los derechos nacionales para someterse a tutelas extranjeras».

Esa misma cuestión sigue preocupando a Pekín, y por eso, los organizadores del congreso lo han titulado «Cien años del Concilium Sinense: entre historia y presente».

Para que China reciba el mensaje alto y claro, el Vaticano ha invitado a hablar al obispo de Shanghái, José Shen Bin, quien preside el «Consejo de obispos chinos», una especie de conferencia episcopal controlada por el Partido Comunista y no reconocida por la Santa Sede. El obispo de Shanghái no habría podido intervenir en Roma sin la autorización de Pekín. Hablará nada menos que después del video mensaje que ha preparado Francisco – y que se anticipa de gran relevancia.

La historia de José Shen Bin, de 54 años, es paradigmática en las relaciones entre China y el Vaticano. Primero fue ordenado obispo de Haimen en 2010, con mandato de Benedicto XVI y reconocimiento de Pekín. Pero en abril del año pasado, China decidió unilateralmente enviarlo como obispo de Shanghái, decisión que pilló por sorpresa al Vaticano. Para no empeorar la situación, tres meses más tarde Francisco lo nombró también obispo de esta ciudad, pero solicitó que al régimen comunista que no se salte el acuerdo.

Por otro lado, en esta ciudad, vive «confinado» en el seminario el obispo auxiliar de Shanghái Thaddeus Ma Daqin, a pesar de que fue nombrado en junio de 2012 con el acuerdo de Benedicto XVI y de Pekín. Su pecado es que en su consagración episcopal comunicó que abandonaba la «Asociación Patriótica de Católicos Chinos».

Gianni Valente, director de «Fides», agencia de noticias del Vaticano especializada en países de misión, y organizador de este evento, reconoció hace meses que «en los últimos avances producidos al frente de la diócesis de Shanghái se dan todos los condicionamientos que desde hace décadas pesan sobre la trayectoria histórica de la catolicidad china en sus relaciones con las autoridades civiles y con la Santa Sede».

Durante su toma de posesión, Shen Bin dijo que una de sus prioridades es la «sinización de la Iglesia en China» y que deseaba «promover el anuncio del Evangelio» según la «hermosa tradición de Shanghái de amor a la patria y a la Iglesia católica», algo que se traduce en los principios de «independencia» y «autogobierno». Recientemente subrayó que «la sinización es una línea roja que nadie puede cruzar y una línea sensible que nadie debería tocar».

Además del obispo de Shanghái, intervienen dos expertos de la «Academia China de las Ciencias Sociales», la profesora Zheng Xiaoyun y el profesor Liu Guopeng. Por parte del Vaticano, estará presente el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, y el cardenal Luis Antonio Tagle, que coordina las diócesis de los países de misión, entre ellos, China.

Relaciones entre China y el Vaticano

La República Popular China es el país más relevante de los que rechazan mantener relaciones diplomáticas con la Santa Sede. El momento más tenso de sus relaciones tuvo lugar en 1951, cuando Mao Zedong ordenó la expulsión de todos los sacerdotes extranjeros. Más tarde instituyó la «Asociación Patriótica de Católicos Chinos» vinculada con el Partido Comunista chino, como instrumento de control a los católicos. Una de sus tareas era nombrar por su cuenta a los obispos del país.

Dado que los sacerdotes y obispos debían renegar de sus vínculos con potencias extranjeras, incluido el vínculo con el Papa, con el paso de las décadas, en algunas zonas del país llegó a ponerse en duda si los sacramentos eran válidos.

Después de años de negociaciones que comenzaron durante el pontificado de Benedicto XVI, en septiembre de 2018, los enviados de Francisco obtuvieron un acuerdo con Pekín. A partir de entonces, la República Popular China reconoce al obispo de Roma la autoridad en el nombramiento de obispos. Aunque los términos del acuerdo son secretos, la clave que no se nombran nuevos obispos si no está de acuerdo el Papa.

El último nombramiento episcopal realizado de común acuerdo fue el pasado mes de diciembre. Desde que el acuerdo entró en vigor han sido nombrados ocho nuevos obispos chinos; además, Pekín ha reconocido a otros seis obispos que antes había nombrado el Vaticano. El acuerdo es «provisional» y se renueva cada dos años. La próxima renovación debería ser el próximo mes de septiembre.

La situación para los católicos sigue siendo compleja, pues se ha verificado la retirada de cruces de iglesias, y está vigente la orden de impedir la entrada en iglesias a chinos menores de 18 años.