La imputación del líder del PSOE extremeño resquebraja su poder en el partido

Si ya se atisbaba un enfrentamiento por este motivo entre Gallardo y el delegado del Gobierno en Extremadura, José Luis Quintana, ahora las grietas internas ya son visibles también desde fuera. Ayer uno de los pesos pesados de la formación, el presidente de la Diputación de Cáceres, Miguel Ángel Morales, admitía que sentía «tristeza» y «preocupación» por los últimos movimientos del secretario general. Aunque insistía en que su opinión se basaba en lo leído en prensa, Morales abría la veda y dejaba constancia del evidente descontento que hay en parte del partido.

Además, no es baladí que las primeras críticas públicas lleven la firma de Morales. Cabe subrayar que Gallardo, pese a ganar dos primarias en apenas un año, nunca ha convencido a la totalidad de su partido. En ambos procesos perdió con cierta contundencia en la provincia de Cáceres. Allí tiene su particular resistencia, que calló con el resultado de las segundas primarias, pero que ahora tiene, otra vez, la posibilidad de abrir un cisma interno.

Hay quien, estando dentro del partido, reconoce a ABC que «las formas» de Gallardo no gustan a buena parte de la formación, que, además, entiende que el daño reputacional que está sufriendo el PSOE en Extremadura es mayúsculo. Y es que a Gallardo le han terminado por explotar dos escándalos seguidos, el banquillo y el aforamiento, cuando todavía no tenía consolidado su liderazgo a nivel regional.

Más allá del paso al frente de Morales, el resto del partido espera. Se cierran filas en torno al secretario general, se pone el foco en la juez instructora –a la que acusan de haber sufrido un «súbito ataque de prisa»–, pero la sensación es que se trata del momento de mayor debilidad en la historia reciente del PSOE de Extremadura.