Pere Aragonès enfría el tripartito: "ERC estará en la oposición y asumiré las responsabilidades del resultado"
Esquerra Republicana tenía asumido ya a media tarde que la de hoy no iba a ser "una buena noche". Lo expresaba incluso de este modo su portavoz, Raquel Sans, ya con los primeros datos de los sondeos publicados tras el cierre de los colegios electorales. Los reales, con una pérdida de 180.000 votos y una caída de 13 escaños hasta los 20, aún iban a ser peores.
"La obra del Govern y la apuesta de Esquerra por resolver el conflicto político con el Estado no han sido bien valoradas o bien la ciudadanía ha considerado que le toca a otro liderar una nueva etapa", ha expresado el president Pere Aragonès en su comparecencia con el escrutinio casi finalizado. Y ese otro es "la oposición al Govern republicano, el PSC y Junts".
El aspirante a la reelección de ERC ha dicho que ahora, el nuevo rol del partido, es pasar a esa oposición. "Trabajaremos para seguir con nuestro proyecto político desde el lugar en que los ciudadanos han decidido que estemos, que es la oposición", ha asegurado descartando de este modo cualquier insinuación de formar parte de un tripartito con el PSC y los comunes, ya que juntos llegan a los 68 escaños en que está fijada la mayoría absoluta en el Parlament.
Aragonès no ha avanzado ninguna decisión personal tras la debacle, pero ha anunciado que asumirá "responsabilidades individuales una vez analizados los resultados con la dirección". Unos resultados que ha calificado de "muy malos". También habrá responsabilidades colectivas, ha dicho, para "reorientar el proyecto de acuerdo al nuevo contexto político y la correlación de fuerzas". El fracaso electoral abre el debate, de nuevo, sobre la bicefalia de poder entre el presidente del partido, Oriol Junqueras, y Aragonès.
El 12-M, como avanzaba la demoscopia desde hace varios días, ha supuesto un nuevo correctivo electoral para Esquerra Republicana, partido que ostenta la Presidencia de la Generalitat desde 2021 y que, desde hace un año y medio, gobierna en solitario y en franca minoría parlamentaria tras la ruptura de su coalición con Junts.
Aragonès queda por debajo, a gran distancia, de Carles Puigdemont, con Junts en segundo puesto tras el PSC con 35 diputados, después de un claro vuelco en las tres últimas semanas. Los prácticamente dos empates técnicos que hubo en los últimos comicios se han deshecho en esta ocasión. Incluso dentro de la derrota del independentismo hay cabida para la particular batalla interna y los neoconvergentes pasan ahora por delante.
El Pabellón de la Estación del Norte, lugar elegido por Esquerra para su noche electoral, transmite una sensación de añejo, de siglo XX. Sin servicio ferroviario desde 1972, aún siguen presentes los carteles que indican el "Paso a los andenes" sobre algunas de las puertas de acceso a las salas. En una de ellas, los serios rostros de los republicanos, como el de Gabriel Rufián, transmitían durante toda la noche reflexiones a futuro que se entremezclaban con la vista atrás a ese siglo XX, cuando los registros de ERC siempre estuvieron por debajo de la veintena. El resultado de este 12-M, a excepción del de 2010 (10 escaños), es el peor desde 1999, los tiempos de una fuerza política acomplejada ante la Convergència de Jordi Pujol.
En las elecciones municipales de hace un año, el independentismo se dejó por el camino 350.000 votos respecto a 2019 y fue ERC quien protagonizó ese descenso, con 300.000 apoyos menos que en la anterior cita. La candidatura neoconvergente, en cambio, apenas tuvo 6.000 papeletas menos, en gran medida gracias al buen resultado de Xavier Trias en Barcelona. La capital catalana, precisamente, proyectó un cambio de tendencia, con Junts doblando resultados y Esquerra perdiendo la mitad.
Dos meses después llegó un nuevo aviso para los republicanos. En las generales de julio, anticipadas por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la lista encabezada por Rufián obtuvo casi 410.000 votos menos que cuatro años atrás, en las que había llegado a 875.000, y cayó de 13 a 7 diputados, los mismos que logró Junts, que aguantó mejor el tipo con una pérdida de 135.000 sufragios de los cerca de 700.000 que el independentismo vio evaporarse el 23-J.
La anterior experiencia de gobierno de ERC, con los tripartitos de hace dos décadas, acabó también con un castigo electoral en 2010, cuando pasó de los 21 escaños de 2006 a esos 10 diputados después de repetir coalición en el Ejecutivo con el PSC e Iniciativa per Catalunya Verds [antecedente político de los comunes].
Desde el primer minuto preelectoral, la estrategia republicana estuvo sustentada en tres patas. La primera, buscar el choque con sus dos oponentes, el PSC de Salvador Illa, al que definen como "el delegado de La Moncloa en Cataluña" y Junts, al que atribuyen un solo punto programático: Carles Puigdemont. Hasta el anticipo electoral que Aragonès hizo a mediados de marzo, tras quedarse sin posibilidades de aprobar los Presupuestos autonómicos para este año, las encuestas ofrecían un escenario en el que los socialistas ocupaban la primera plaza y Esquerra, en segundo lugar, volvía a ganar su duelo particular con los neoconvergentes. El efecto Puigdemont empezó a achicar la distancia entre las dos principales fuerzas independentistas, con un arreón iniciado a finales de abril que ha acabado por abrir en la noche de este domingo una brecha de XX diputados entre ambos partidos.
La segunda pieza del plan estratégico de ERC pasaba por cantar los logros económicos y sociales de la legislatura, tarea con serias dificultades por los claroscuros que presentaba la gestión llevada a cabo desde los despachos del Palau de la Generalitat, con varias crisis abiertas después de la salida de Junts del Govern: sequía, cúpula de los Mossos, irregularidades en las oposiciones a plazas públicas, Informe PISA...
Y la tercera pata, la de las reivindicaciones. Un referéndum inspirado en la vía canadiense con Quebec que no tiene el apoyo de ninguna otra fuerza independentista y un sistema de "financiación singular" para que la Generalitat recaude todos los impuestos que por ahora recibe la callada por respuesta.