Los focos de la inversión no pierden de vista la gran transformación en marcha
Incluso sin tener una taxonomía unívoca y pese al temporal de incertidumbre, la apuesta por los criterios sostenibles, sociales y de buen gobierno sigue al alza
«Cada vez más empresas españolas están empezando a entender que su éxito a largo plazo está vinculado a su capacidad para operar de manera sostenible. Esto se ve reflejado en el creciente número de empresas que están obteniendo certificaciones en materia ESG, publicando reportes sobre sostenibilidad y comunicando al respecto a través de sus diferentes canales», afirma Ana Gascón Ramos, presidenta de la Asociación Española de Directivos de Sostenibilidad (DIRSE). Cree que esta transformación de las empresas ha venido para quedarse y el tejido empresarial español es muy consciente de ello y se está preparando a diferentes ritmos. «Para las empresas más grandes, que tenían estrategias de sostenibilidad más consolidadas en el tiempo, esto no es una novedad. Sin embargo, aquellas con un tamaño mediano y pequeño han de avanzar de manera rápida si quieren seguir formando parte de la cadena de suministro de las grandes. Ese 'efecto dominó ESG' es el que está acelerando la implantación de estrategias de sostenibilidad en todo el tejido productivo español», añade Gascón.
Ana Sainz, directora general de la Fundación SERES, recuerda que los retos sociales a los que nos enfrentamos exigen la intervención de todos los actores sociales y «las empresas han demostrado que son una pieza fundamental para apoyar ese cambio e implementar nuevos modelos». Señala también que la empresa tiene capacidades para llevar a cabo un reto ambicioso: «Generar soluciones eficientes, eficaces y escalables al tiempo que sostenibles. Solo las compañías con un propósito claro, conectadas con el negocio, con impacto positivo en las personas y capaces de medirlo serán sostenibles en el tiempo», añade. En SERES hacen también referencia a la construcción de empresas más humanas, en las que el peso de los intangibles determina más su sostenibilidad en el tiempo, su predilección por parte de los consumidores o inversores, «pero sobre todo que en plena 4ª revolución industrial no dejan a nadie atrás. Esto no va siempre unido al tamaño de la compañía sino a su compromiso social. Es cierto que la gran empresa ejerce de efecto tractor en medio de este proceso de transformación», resalta la directora general de la fundación.
Esta fundación realiza anualmente un estudio junto con Deloitte para medir el valor agregado social de las empresas. «A lo largo de los diez años que realizamos este análisis hemos comprobado que la tendencia es aumentar el compromiso social empresarial», afirma Sainz. En el último informe publicado destaca la inversión de 1.533,5 millones de euros en proyectos sociales, lo que ha permitido la realización de 29.104 acciones (un 17% más que en el ejercicio previo).
Entre los cambios que se han producido vemos que existe una sensibilidad social que pide a las empresas que no solo existan para ganar dinero, sino también con otro propósito. «Y todo ello lleva a reflexionar a las empresas sobre su papel y a quién se deben», subraya Joan Fontrodona, director del Departamento de Ética Empresarial del IESE Business School. Hay emprendedores pequeños que «intentan hacer cosas distintas y en la práctica demuestran que no solo quieren ganar dinero», apunta el académico, y están igualmente las empresas grandes para quien «este tema se lo pueden tomar a largo plazo, es una reflexión más tranquila». No obstante, cree que no hay que desmerecer el hecho de que las grandes firmas se interesen por los criterios ESG por una cuestión de mercado. «Los ciudadanos debemos ver el poder que tenemos para que las empresas se preocupen por estos temas. No quieren llevar la contraria y tenemos una gran palanca para forzar a las empresas en estas cuestiones», matiza Fontrodonq.
Cuando hace más de 20 años surgió Valora, consultora de negocio para la sostenibilidad y gestión ESG pionera en España, la sostenibilidad no estaba en la agenda y el concepto era desconocido por parte de la mayoría de las compañías y del público en general. Desde Valora señalan la firma del Acuerdo de París en 2015, el Plan de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea en 2018 y el Green Deal de 2019 como los tres grandes momentos que supusieron un cambio claro hacia un entendimiento más profesional y riguroso de la sostenibilidad en las empresas. «La agenda de la transformación sostenible tiene tantas derivadas y en ámbitos tan diversos que es muy compleja de abordar», señala Senén Ferreiro, presidente y socio fundador de la consultora. Considera que por esta razón, a muchas compañías les está costando ver el valor de negocio de esta transición y, por lo tanto, «asumir las inversiones que puede suponer. Esta también es la causa de que otras tantas se estén quedando en la superficie de la sostenibilidad».
Tras su contacto con las empresas a lo largo de todos estos años, Senén Ferreiro señala tres beneficios claros para las compañías que invierten en sostenibilidad. «El primero es que se produce una minoración clara de los riesgos a los que se enfrentan las compañías ante nuevas exigencias ambientales y sociales», subraya. El segundo gran beneficio está muy relacionado con la descarbonización. «Vamos hacia una economía donde el carbono va a ser una moneda de cambio y ya hay muchas compañías pidiendo productos que sean bajos en carbono, por ejemplo componentes del sector automoción. El carbono ya tiene un precio y lo va a seguir teniendo. Si somos más eficientes reduciremos nuestros costes y seremos más competitivos», añade. Y en tercer lugar, «otro aspecto a tener en cuenta son las nuevas oportunidades de negocio que ofrece una economía nueva y que también aprecia productos y servicios nuevos».
En octubre de 2022 entró en vigor la Ley 18/2022, de creación y crecimiento de empresas, llamada 'Ley crea y crece'. Una de las novedades fue el reconocimiento de la figura de las sociedades de beneficio e interés común (SBIC). Se trata de entidades con ánimo de lucro que, más allá de cumplir con los criterios ESG, utilizan recursos privados para alcanzar un triple objetivo o impacto positivo en la sociedad: económico, social y/o ambiental. «Desde hace mucho se viene comentando la necesidad de una figura legal para las empresas con propósito. Había ya reconocimientos privados, muy rigurosos, como el sello B-corp», indica Carlos Ballesteros, director de la Cátedra de Impacto Social de la universidad Pontificia Comillas.
«El siguiente paso ha sido (impulsado también por estos movimientos) la tramitación parlamentaria de la Ley de crecimiento y se reconoce a las SBIC como figura legal», añade. Ballesteros indica que existe un borrador del reglamento en el que se explica cómo registrar a la empresa. En su opinión, «servirá en la creación de nuevas empresas que nazcan para crear impacto». Valora muy positivamente esta nueva iniciativa que será un factor más que contribuya a una economía más social. «Existe la agenda mundial de los ODS que demanda los cambios en las empresas, también el consumidor las obliga a cambiar y hay presión de los inversores, muchos fondos exigen los criterios ESG. Además, la regulación pide a las compañías ganar dinero sin hacer daño a la sociedad», puntualiza.
La propuesta de valor de las empresas ha cambiado radicalmente. Se ha vuelto imprescindible que la inclusión del compromiso social tome peso en el propósito de la compañía y el foco esté en las personas. «Es evidente que las estrategias de la relación de la empresa con la sociedad han experimentado una gran revolución en los últimos años, en gran medida por el impacto de la pandemia. Cada vez, resulta más habitual ver el paso hacia la visión global de las corporaciones, la redefinición de colaboración de las industrias en oportunidades de desarrollo global y el nacimiento de alianzas estratégicas con otras organizaciones», subraya Ana Sainz. Y en este nuevo contexto resulta necesario conectar lo económico con lo social. «En los asuntos ESG cada vez lo social adquiere más peso, con las personas en el centro. Es cierto que lo social, como una de las dimensiones directivas más exigentes y también dentro de una empresa, cuenta con una barrera importante: hacer tangible su retorno», recuerdan desde
Aunque se tiende a equilibrar las actuaciones en materia ambiental y social, «quizás no hemos llegado a un equilibrio real derivado de la urgencia de determinados ámbitos. La necesidad de actuación contra el cambio climático, por ejemplo, recaba cada vez más consenso en las empresas», reflexiona Ana Gascón. Cree también que la regulación europea ha venido a afianzar aún más ese desequilibrio. No obstante, la dimensión social que quizás ha quedado un poco relegada, «cobrará en breve mayor protagonismo con la entrada en vigor de la Directiva sobre Diligencia Debida en la Cadena de Suministro que tiene el potencial de abordar ambas dimensiones del negocio con la misma trascendencia».
El rol de todos los directivos es clave para la transformación ESG de una empresa. No obstante, «será el director de Sostenibilidad quien desempeñará un papel estratégico al integrar criterios ESG en las operaciones empresariales», apunta la directora de DIRSE. Tendrá que contar con conocimientos sólidos en implantación de modelos de negocios sostenibles, respecto a la problemática socioeconómica y ambiental de su sector y sobre la regulación ESG nacional y supranacional de su sector. «Pero también debe tener capacidad de tracción e incorporación del resto de las funciones en el 'business as usual' de todas las áreas funcionales», añade. Desde DIRSE consideran que existen profesionales capacitados en materia de sostenibilidad y la demanda del mercado de trabajo respecto a estos perfiles es creciente. «Además de tener una formación específica, estos profesionales han de formarse en 'soft skills' para entender su rol en la empresa, ser capaces de comunicarse interna y externamente e ir más allá de los límites de su negocio».
Joan Fontrodona pone en valor los años de experiencia a la hora de liderar, ya que «los que han sufrido la excesiva exposición a los resultados, tienen ganas de hacer cosas distintas. Hay una mayor receptividad en la gente con años de experiencia porque se acaban aburriendo de ganar dinero y se ilusionan con hacer otras cosas».