«Letur se convirtió en un tsunami»
«Estoy acojonado, no se nos ha pasado el susto todavía», cuenta por teléfono un paisano con gorra a otra persona 24 horas después de la riada. Habla mientras mira hacia la zona cero, a las puertas del casco viejo, que parece como si le hubiera caído un meteorito.
No te das cuentas de la catástrofe hasta que no te metes de lleno, porque en la sinuosa carretera que te lleva hacia el pueblo, rodeado de una frondosa vegetación, nada hace sospechar el horror. Anclado en la sierra del Segura, se trata de una localidad declarada Conjunto Histórico Artístico desde 1983, con uno de los mejores conjuntos islámicos que se conservan en la provincia.
En realidad, el aguacero no fue la causa de la mayúscula tragedia en la que, de momento, se ha confirmado que ha fallecido una mujer de 92 años, llamada Dolores, y hay cinco desaparecidos, aunque no se descarta que sean más. Ocurrió porque «estamos en una zona de ramblas y aquí, en el arroyo de Letur, se juntaron las aguas recogidas por los alrededores», lamenta Miguel. «Se convirtió en un tsunami», resume Katy. Aunque hubo una segunda riada cerca de las diez de la noche del martes, ella se refiere a la primera y terrible crecida, la de la una de la tarde.

El señor de la gorra habla sobre el puente que ya se taponó hace décadas, según recuerdan los más ancianos. Y ahora ha sucedido lo mismo, rememora Juan, cerrajero. «El agua se llevó la misma casa donde estaban Jony y Mónica, la pareja (de treintañeros) desaparecida que salió al balcón y fue arrastrada por el agua», relata. «Los dos hijos de Jony y Mónica se salvaron porque estaban en el colegio y en el instituto», dice a su lado Miguel, empleado en una empresa de alarmas. Mónica, letureña de nacimiento, había empezado a trabajar en la piscina del camping, mientras que Jonathan estaba empleado en la fábrica de quesos El Cantero de Letur.
En el pueblo también se oye que la riada casi se lleva por delante al alcalde, Sergio Marín, en su coche. Que iba conduciendo y le pilló al vehículo que iba detrás suya y que cuando miró por el espejo retrovisor ya había desaparecido.
Dolores, única víctima mortal confirmada
Como en Fuenteovejuna, Protección Civil, bomberos de la Diputación de Albacete, agentes medioambientales, personal del Infocam, militares del Ejército de Tierra y guardias civiles trabajan todos a una, con el apoyo de un helicóptero, drones, buzos y perros. Los rescatistas acaban de sacar con vida a un hombre que había pasado la noche incomunicado en su casa. Sucede poco después de que, a un kilómetro del pueblo, se haya encontrado el cadáver de Dolores, la única víctima mortal confirmada y que vivía en la casa aledaña de Mónica y Jonathan.
A Antonia, que residía en un molino reconvertido en vivienda, también se la busca desde el martes. Y a Juan y Manolo, empleados del ayuntamiento, que estaban trabajando cuando la riada se llevó todo lo que encontró a su paso. El primero, de unos 34 años; el segundo, ronda los 55. Ascensión, amiga de Antonia desde pequeñas, recuerda que había hablado con ella si no le daba miedo quedarse por la noche en el molino. «Me decía que sí, pero no me atrevía a decirle que se fuera con otro familiar», desvela.
Un grupo de jóvenes, que han regresado al pueblo al conocer la noticia, se arremolina cerca de la zona cero. Una adolescente cuenta que ha dormido «empastillada, con los nervios a flor de piel», y sus amigos se quejan de que el cauce no estaba limpio. Otra mujer pide a Pedro, de Protección Civil, que la permita ir a su casa cuando se pueda para recoger la máquina de oxígeno para un hombre al que está cuidando y ya, de paso, ver cómo están sus animales. «Y no piense que es una frivolidad», añade.
* La crónica puede ser enviada gracias a la Cruz Roja, que ha montado un sistema de comunicación con la clave 'Albergados@' para que los medios de comunicación, entre otros, podamos usar la wifi en un pueblo sumido en la tristeza.