Cónclave: Un delirante y magnético thriller sobre el papa y el sexo de los ángeles (****)

Aunque lo pueda parecer, el sexo de los ángeles, como tantos otros asuntos que tienen que ver con el sexo y con los propios ángeles, no es asunto baladí. En el esquema tomista tendríamos tres jerarquías de seres espirituales organizados en ejércitos flamígeros de tres en fila de a uno: Serafines, Querubines y Tronos; Dominaciones, Virtudes y Potestades, y Principados, Arcángeles y Ángeles. Si, por un casual, alguien lleva su curiosidad al punto de averiguar cómo se reproducen entre sí, lo siguiente es, en efecto, preguntarse por el sexo. Con la elección del papa, sucede algo parecido. Teóricamente, es responsabilidad exclusiva del Espíritu Santo dar con el candidato correcto. Pero para que eso sea así, al enviado divino y alado no le queda otra que vérselas con el gusto por la intriga del ser humano en general y del cuerpo cardenalicio en particular. Si se mira con un poco de distancia, los obispos tienen algo de angelical. Sus túnicas bien podrían ser alas y su incomprensible jerarquía no anda muy lejos de la propuesta del santo Tomás. Y, en verdad, ese placer por la disputa, el enredo y la fricción argumental bien podría pasar por un modo —algo elaborado y complejo eso sí— de sexo. De otro modo, se empieza hablando del sexo de los ángeles y se acaba de cualquier manera preguntándose por el de los arzobispos. Es así.

'Cónclave' es el ejemplo más brillante y extremo de todo lo anterior. El director alemán Edward Berger lo sabe. O por lo menos se enteró de ello cuando cayó en sus manos el libro de Robert Harris del mismo título en el que se basa la película a la que dedicó todo su esfuerzo justo después de la soberbia nueva adaptación de 'Sin novedad en el frente' (2022). Aquella, la película bélica, era un drama casi sin palabras con todas sus violencias (tanto emocionales como explosivas) bien a la vista. Ésta en cambio deja todo el poder probatorio y su lucimiento en manos de la palabra. La espectacularidad esta vez va por dentro. Y, sin embargo y pese al brutal cambio de registro, el nervio permanece intacto. Todo discurre en la parte de atrás de un secreto que, de repente, en su supuesta irrelevancia se antoja sencillamente magnético, descomunal y hasta decisivo. Ya lo decíamos, el sexo de los ángeles no es asunto banal.

Para saber más

Digamos que la virtud de Cónclave es precisamente el secreto, la fiebre de los gestos contenidos, la violencia de un simple diálogo. Un grupo nutrido de cardenales se enclaustran en probablemente el más bello lugar del planeta (la Capilla Sixtina) para decidir quién será el próximo papa. Uno de ellos, al que da vida Ralph Fiennes, es el señalado por el pontífice aún moribundo como árbitro en la contienda por fuerza oculta que dará con el nombre del sucesor. La deliberación correrá a cuenta no de 12 hombres sin piedad sino de 120 muy piadosos (o, por lo menos, eso parecen). Y allí vemos al progresista que quiere que la iglesia sea refugio para el diálogo entre culturas (Stanley Tucci); al conservador directamente heredero de la muy santa Inquisición empeñado en promover la enseñanza del latín como freno del Islam (Sergio Castellitto); al intrigante sin más ideología que el poder (John Lithgow); al abanderado de lo pobres (Lucian Msamati) y a una monja (Isabella Rossellini). Hay más, pero, de momento, permanecen en silencio. Nadie puede negar que como principio de una orgía santa no falta absolutamente nadie.

Lo que sigue es un thriller de ésos a los que es imposible renunciar. Berger se las ingenia para hilvanar metáforas más o menos obvias sobre las guerras ideológicas, culturales y de las otras que se suceden fuera del enclaustramiento con la misma finura y elegancia que hace coincidir la batalla interior con la exterior. Se antoja brillantísimo el partido que le saca el director a los pasillos infinitos, las puertas lacradas y los frescos de Miguel Ángel perfectamente acompasados a la tormenta de las almas. Secreto sobre secreto. Placer sobre placer. Sexo sobre sexo.

Y así hasta que el último tercio la película decide sorprendernos con su último gran secreto que también es un desmedido orgasmo. Esto, ya se ha dicho, va de lo que va. A su modo y sin pudor, 'Cónclave' no duda en boicotearse a sí misma sin el menor asomo de piedad. Y eso, lejos de jugar en contra, se antoja sencillamente un milagro. Al fin y al cabo, estamos en territorio santo. Toda la excentricidad a la que la película se arroja en su desenlace lejos de arruinar nada, lo humaniza todo. Y, por ello precisamente, lo santifica. Por momentos, parecería que frente al rigor cartesiano de la primera mitad, de repente y sin previo aviso, un alumno del Almodóvar de otros tiempos (el de 'Entre tinieblas') haya obtenido permiso para meter manos en un guion ya sí perfecta y hasta divinamente descontrolado. Cuando aparece el asunto del sexo, se sabe cómo se empieza, pero cuesta más saber el resultado. Amén.

Director: Edward Berger. Intérpretes: Ralph Fiennes, John Lithgow, Stanley Tucci, Isabella Rossellini, Sergio Castellitto. Duración: 118 minutos. Nacionalidad: Reino Unido.