

Las enfermedades minoritarias, o denominadas 'raras' presentan un desafío indiscutible en la calidad de vida de aquellas personas que las sufren. Como tienen una prevalencia de cinco casos en 10.000 habitantes, y en su mayoría genéticos, es difícil encontrar un tratamiento o cura que ayude a facilitar el bienestar personal.
Con frecuencia son enfermedades graves y degenerativas que esencialmente afectan a un órgano vital. En esta extensa lista de enfermedades raras, de unas 7.000, encontramos la Porfiria Aguda Hepática (PAH), una enfermedad muy debilitante, potencialmente mortal en la que se puede tardar hasta 15 años en alcanzar un diagnóstico preciso.
"Lo curioso de esta enfermedad es que no la desarrolla todo el mundo, tú puedes tener la alteración genética y pasarte toda tu vida sin desarrollarla. Generalmente se desarrollan con mayor frecuencia en las mujeres porque tiene un papel principal los estrógenos", explica la internista y responsable de la Unidad de Enfermedades Raras del Hospital 12 de octubre, Montserrat Morales.
"Hecho mucho de menos mi vida anterior, porque yo era una persona muy activa, era una persona que estaba siempre llena de energía y pues ahora no, no es así. Tuve que dejar mi empresa, tuve que dejar de hacer muchas cosas que me gustaban como el baile o salir a correr, fue un cambio de vida", expresa Sonia Fernández, quién en 2019 descubrió que padecía de esta enfermedad rara.
La porfiria hepática aguda es un trastorno hereditario que afecta la producción de hemo, una molécula esencial para la formación de hemoglobina en la sangre y que se produce en el hígado. "Heme es vital para el cuerpo y responsable de descomponer medicamentos y otras sustancias".
El problema ocurre cuando hay un problema con la producción de hemo en el hígado, debido a la incapacidad de producir la cantidad adecuada de hemo se producen acumulaciones tóxicas de precursores intermediarios como el ácido aminolevulínico (ALA) y el porfobilinógeno (PBG).
Una vez que se produce la acumulación de estos elementos (porfirinas y sus precursores) en el organismo, aparece la sintomatología en el paciente. "ALA y PBG están asociados con los ataques dolorosos y otras manifestaciones de enfermedades que experimentan las personas con PHA".
Según la Clínica Universidad de Navarra, "la acumulación de estas sustancias en los fluidos corpóreos, confiere a la orina una característica coloración rojiza, que da el nombre a esta enfermedad". La PAH hace parte de la familia de enfermedades genéticas raras que afecta a una minoría de personas en todo el mundo. Aunque es algo poco común, sus efectos tienen consecuencias muy graves para la salud de todos aquellos que la padecen. La mayoría de los casos, un 90%, se da en mujeres de edad fértil hasta los 45 años.
La doctora Morales presenta el siguiente caso: "una mujer que se queja de mucho dolor abdominal que ha venido de forma recurrente a tu servicio de urgencias. Le haces una analítica y la analítica es todo normal porque no altera nada de la analítica rutinaria. Haces una prueba de imagen y todo es correcto porque es un dolor que afecta más a los nervios, inerva a toda la zona del abdomen. Por tanto, hago una ecografía y yo no veo un intestino o un riñón inflamados, no veo nada", explica la doctora. Sin embargo, "muchas veces se termina diagnosticando cuando ya están en una unidad de cuidados intensivos".
La porfiria hepática aguda causa una amplia gama de síntomas que están relacionados con otros problemas de salud lo que dificulta tanto su diagnóstico, cómo descubrimiento y seguimiento de la enfermedad. "Es que son muy poco frecuentes los pacientes con esta enfermedad y por tanto cuando les atiendes y les atiendes por un episodio de dolor abdominal, pues en muchas ocasiones lo que piensas son en otras 300 patologías antes qué en esta, que es tan rara", aclara Morales.
Existen posibles diagnósticos erróneos como la endometriosis, dismenorrea, polineuropatía, trastornos psiquiátricos o epilépticos, síndrome de intestino irritable o enfermedad de Crohn, que complica tener una evaluación clara de la enfermedad, lo que lleva a tener un diagnóstico tardío ya que la sintomatología simula muchas otras enfermedades.
Fernández relata "que no sabíamos nada de que alguien de mi familia tuviera esta enfermedad porque nunca se había reflejado en nadie. El portador era mi padre y pues la heredé de él, y mis hermanos igual. Mis dos hermanos son portadores, de mis hijas una también, y dos de mis sobrinos, pues al final todos". La enfermedad es de origen autosómica dominante, es decir, si alguien dentro de la familia es portador de este patógeno, existe la posibilidad del 50% en transmitirla a los descendientes.
Los síntomas de las PAH son caracterizados por ataques de intenso dolor abdominal, acompañado de otros indicios como debilidad muscular, convulsiones, estreñimiento, confusión mental, náuseas y vómitos, crisis hipertensivas y aumento del ritmo cardiaco. Además, la acumulación de estos precursores tóxicos causa daños en el sistema nervioso, lo que tiene complicaciones a largo plazo como hipertensión o cáncer al hígado.
"Los pacientes con porfiria aguda hepática empiezan solo con este episodio de dolor abdominal, pero esos productos tóxicos dañan a todo el sistema nervioso, por eso los episodios de dolor abdominal. Este daño en el sistema nervioso periférico les produce una polineuropatía, daño el sistema nervioso central y produce cuadros con trastornos, con agitación y por la parálisis de esos nervios periféricos llegan a producir una parálisis de los músculos respiratorios y terminan teniendo un ingreso en la unidad de cuidados intensivos", recalca la doctora.
Existen varios tipos de porfiria, se clasifican en tres grupos. Porfirias cutáneas, son aquellas que causan síntomas cutáneos, atacan a la piel. La doctora explica que "para algunos pacientes pueden ser muy debilitantes porque prácticamente les impide el contacto con el sol porque les produce lesiones en todas las zonas que estén expuestas al sol, les producen úlceras". Luego están las porfirias agudas, producen síntomas sistémicos y se presenta en forma de crisis aguda recurrente de dolor abdominal. Por último, porfirias mixtas, las que pueden provocar ambos tipos de síntomas.
Para poder diagnosticar la PAH se realiza un análisis de orina, una prueba bioquímica, que puede ayudar a confirmar o descartar la enfermedad. No obstante, el momento adecuado para realizar este examen es durante un ataque, cuando los niveles de ALA y PBG están elevados. Otra manera es mediante una prueba genética, esta permite confirmar el diagnóstico "e identificar la mutación específica". Así mismo, existe una herramienta que es la prueba de Hoesch, que de manera rápida y específica permite detectar un exceso de PBG en la orina. Sin embargo, hasta ahora la única estrategia disponible para curar definitivamente la enfermedad es el trasplante de hígado.
El Hospital Universitario 12 de Octubre cuenta con una extensa trayectoria en el manejo y diagnóstico de esta patología. En el año 1992 se creó una unidad de porfiria por el Dr. Rafael Enríquez de Salamanca, que hoy en día sigue en marcha con la formación y diagnóstico de pacientes con porfiria.
Desde entonces "se ha ido extendiendo y lo bueno que hemos ido haciendo con las enfermedades raras es seguir creando los centros de referencia a nivel estatal. El intentar que en estas enfermedades tan poquito frecuentes se cree lo que es, los centros de servicios y unidades de referencia que permita acumular pacientes, sobre todo con dos motivos, para tener nosotros también más conocimiento y poder tratar mejor a los pacientes", concluye Morales.