El culo de Trump

la traducción de Luis Antonio de Villena: «Es el tubo al que cae la garrapiña célica». El «ojo ciego» con el que Góngora devolvió el ataque a Quevedo es, siguiendo la semántica coprófila de aquella poesía burlesca, el «manojo de llaves». De ahí la obsesión de los sátiros por mostrarlo como una victoria. Ha dicho Trump que los países a los que está crujiendo con sus aranceles le están «besando el culo». Literalmente. Y si se analiza lo que Goytisolo llamaba «obsesión excremental», es fácil inferir que el presidente de los Estados Unidos blande su trasero como máximo trofeo de la humillación a los demás. En los montes hirsutos que rodean la gárgola trumpista quiere erguir el caudillo naranja su templo faraónico. Musk, Zuckerberg, Bezos y demás magnates próximos han dado ya la espantada ante el delirio arancelario de su faro porque el trastazo milmillonario no tiene arreglo. Pero en mitad de ese caos comercial, tan preocupante para cualquiera que se haya leído un par de libros de historia, la frase más escandalosa de Trump no es la vacilada sobre su culo, que acaso es un arancel que impone a la buena educación y a los principios, sino esta satánica declaración de intenciones: «Es un buen momento para hacerse rico». La simple sospecha de que el presidente del país desarrollado más poderoso del mundo esté haciendo negocios desde la Casa Blanca da pavor. La hipótesis es tan salvaje que podría calificarse como masacre económica. La ambición imperialista personal, más bolivariana que napoleónica, hunde a la democracia americana en el pozo negro. Porque Trump es muy inteligente, pero la historia ya sabe que no hay peor destino que el del listo mezquino.