Netanyahu y Trump hacen las paces en Mar-a-Lago
Después de que hace dos años y medio Donald Trump, en una entrevista con el periódico israelí 'Haaretz' dijo, refiriéndose al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, literalmente, "que le den por el culo", es oficial que la relación entre los dos líderes del conservadurismo hebrero y estadounidense no se encuentra en su mejor momento. Este viernes, sin embargo, la reconciliación se ha producido. Netanyahu ha visitado a Donald Trump en la residencia de éste en Mar-a-Lago, en Florida, y ambos parecen haber acordado olvidar sus desencuentros del pasado.
Trump, que sigue siendo el favorito para ganar las elecciones de noviembre aunque la llegada de Kamala Harris parece habérselo puesto más difícil, aprovechó la ocasión para lanzar un mensaje en clave interna a los votantes estadounidenses: si le eligen a él presidente, acabar con la actual guerra en Oriente Próximo "será muy fácil". De lo contrario, el mundo se aproximará peligrosísimamente a la Tercera Guerra Mundial. Es, literalmente, el mismo mensaje que lanza en relación a la invasión rusa de Ucrania. Trump también aprovechó para acusar a la candidata a la presidencia por el Partido Demócrata, Kamala Harris de "falta de respeto" hacia el primer ministro israelí por su ausencia en el discurso que Netanyahu dio en el Congreso de EEUU el miércoles y en el que Harris, en su calidad de presidenta del Senado -cargo que va a aparejado al de vicepresidente- debería haber estado presente.
Los dos tienen buenos motivos para hacer las paces. Trump sigue aspirando a ser el hombre que llevó una paz sólida y duradera a Oriente Próximo, y tiene motivos para pensar que puede lograrlo. Los Acuerdos de Abraham, logrados en 2020 bajo su presidencia, abrieron la puerta al reconocimiento del Estado de Israel por Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos. El "trato del siglo", como llamaba Trump al plan diseñado por su yerno, Jared Kushner, para crear una especie de confederación jordano-palestina, nunca tuvo sin embargo el menor viso de hacerse realidad, tanto por la oposición de los habitantes de Palestina como de la monarquía de Amán, que veía peligrar su poder si se llevaba a cabo.
En todo caso, el panorama que dejó Trump contrasta con el que heredará quien suceda a Biden, con Gaza destruida tras el mayor ataque terrorista de la Historia contra Israel y todo Oriente Próximo a punto de caer en una guerra regional generalizada desde Yemen hasta Irán. La posibilidad de que Arabia Saudí reconociera a Israel este verano, lo que marcaría un antes y un después en Oriente Próximo, duerme ahora el sueño de los justos a medida que los misiles vuelan por los cielos de la región, destruyendo no solo vidas e infraestructuras sino, también la que iba a ser una de las mayores apuestas en política internacional de la presidencia de Biden.
Eso abre una ventana de oportunidad para que Trump juegue una baza en la que se siente muy cómodo: la de forjador de acuerdos de paz, aunque el ex presidente de EEUU sigue adoptando una línea mucho más dura hacia Israel que en el pasado. El jueves, declaró a la agencia de noticias Fox News que Tel Aviv debe parar la guerra en Gaza a cambio de la entrega de los rehenes en manos de Hamas. El martes, elogió la figura del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abas, que le había mandado una carta personal expresando su deseo de llegar a un acuerdo de paz, incluso después de que Trump ofendiera para siempre a los palestinos al trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén. "Es como una figura paterna", dijo Trump de Abas en un mitin.
Netanyahu se ha tenido que comer todas esas declaraciones, sabedor de que, para él, tener buenas relaciones con Trump es crítico. Por un lado, está la cuestión política. El primer ministro israelí ha creado un lazo tan sólido entre su partido, el Likud, y el Partido Republicano de Estados Unidos que no puede permitirse que las relaciones entre ambos sean malas. Pero también está la cuestión personal. Netanyahu es amigo personal del yerno y ex asesor para Oriente Próximo de Trump, Jared Kushner, al que conoce desde que era niño.
La visita a Mar-a-Lago es la culminación de meses de esfuerzos de la diplomacia israelí por arreglar la relación con Trump, especialmente a medida que la posición de éste como líder en las encuestas de las elecciones de noviembre se iba consolidando. Literalmente, los dos no han hablado desde hace tres años y medio, cuando el primer ministro israelí cometió el error imperdonable -a ojos de Trump- de felicitar a Joe Biden y a Kamala Harris por su victoria en las elecciones de noviembre 2020. Lo hizo, además, públicamente, en la red social X -entonces llamada Twitter- cuando Donald Trump seguía diciendo que él había ganado las elecciones.
Trump no se lo perdonó. Un año después, en la entrevista con el diario israelí 'Haaretz', el ex presidente estadounidense declaraba que "nadie ha hecho más que yo por Bibi", usando así el apócope con el que muchos se refieren a Netanyahu de manera afectuosa. "Pero esto es también una cosa de lealtad", concluía Trump. De nada sirvió que Netanyahu emitiera inmediatamente un comunicado celebrando la política hacia Oriente Próximo de Trump. El ex presidente de EEUU no volvió a hablar con él, que se sepa, hasta este viernes, en Mar-a-Lago.