Condenado a 40 años de cárcel por abusar sexualmente de seis amigas (menores) de sus dos hijas

Durante el juicio, celebrado a principios del pasado noviembre en la Audiencia Provincial de Zamora, la madre de una de las niñas víctimas de los abusos sexuales, pidió permiso, al ser llamada a declarar, para dirigirse al acusado. "Mírame, quiero que me mires", le dijo. "Te dejé lo más sagrado, lo que más quiero en el mundo, que es mi hija. Que caiga sobre ti todo el peso de la ley; no tienes vergüenza", recogió sus palabras La Opinión de Zamora.

El peso de la ley se ha traducido en una condena -ante la que cabe recurso- de 40 años de prisión para P. F. R., de 53 años hoy, por abusar sexualmente entre 2016 y 2021 de seis amigas de sus dos hijas, niñas que durante el periodo en el que se produjo el delito tenían entre 11 y 16 años y quienes ahora son todas mayores de edad menos una. El fallo judicial, fechado el pasado 27 de noviembre, fue hecho público en su integridad por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ayer.

"Te dejé lo más sagrado", le reprochaba una de las madres. Poco podían sospechar los progenitores de las víctimas de P. F. R., quien, hasta que en febrero de 2022 una de ellas se atrevió a relatar a sus padres los abusos que había sufrido, tenía una reputación intachable. Empresario de éxito, su fotografía como director general de una puntera industria zamorana aparecía de tanto en tanto en la prensa, siempre ligada a algún hito en su sector o algún sonado nuevo proyecto en el extranjero.

P. F. R. se había separado en 2012 de su esposa y desde entonces sus dos hijas -de 10 y 11 años cuando en 2016 comenzaron los abusos a sus amigas- pasaban con él tres meses sí y tres meses no, es decir, un total de seis meses al año, según recoge la sentencia. P. F. R. era un padre muy solícito, siempre dispuesto a organizarles a las menores fiestas de pijamas, a cuidar de ellas, a llevarlas aquí y allá.

En sus redes sociales se le puede ver fotografiado con ellas en la época en las que se produjeron los hechos: llevándolas en coche de vacaciones -"¡día uno y ya me sé las canciones!"-, en un parque de atracciones -"¡ni manera de que se cansen!"-, acompañándolas en un circuito de karts -"¡y no he quedado el último!"-. Fue básicamente en estas fiestas de pijamas, en las que el acusado se paseaba en calzoncillos por la casa, donde se produjeron los abusos sexuales por los que ha sido condenado. El empresario se acercaba a las menores con la excusa de darles un masaje para aliviarles un dolor de espalda.

Los hechos salieron a la luz a principios de 2022, cuando una de las chicas, la única que era aún menor de edad cuando se celebró el juicio, presenció como el acusado le daba una paliza al perro de su propia hija, quien sufrió un ataque de ansiedad. La menor llamó a su madre para que acudiera a recogerla y le contó después los abusos que había estado sufriendo años atrás. La denuncia de esta madre desencadenó la de las otras cinco chicas.

En su defensa, P. F. R. alegó que las acusaciones era una fabulación de las denunciantes. "Se ha querido debilitar la declaración de tales jóvenes (...) por razón de que las denunciantes-víctimas tenían un especial odio hacia el aquí acusado por la gran paliza que dio a un perrito propiedad de su hija", recoge el fallo del tribunal, que no considera probado que los golpes al animal motivaran una falsa denuncia. "Esta sala, a través de la declaración de las víctimas en el juicio oral, llegó más bien a la conclusión de que tal hecho fue simplemente la gota que colmó el vaso para que las denunciantes, que habían cumplido ya más años y alcanzado la madurez, decidieran contar los hechos que hasta entonces no se habían atrevido a contar", dice la sentencia, que pone también en duda que las jóvenes pudieran "aparentar" los "síntomas psíquicos" que, según declararon en el juicio las psicólogas que las han tratado, presentan.

Desmonta también el tribunal en su fallo el reproche de la defensa de P. F. R. sobre la tardanza de las víctimas en denunciar. "Decidieron no contárselo a nadie porque el adulto que había realizado esos hechos extraños para ellas, que en un muchos casos ni siquiera comprendían, era el padre de sus amigas y no querían que sus amigas se quedasen sin padre porque se enfadase con ellas, así como también porque si denunciaban los hechos él les amenazaba con contar que se habían portado mal; y porque tenían miedo de que los adultos a los que los contasen, sus padres o madres, no les creyesen", argumenta el tribunal.

"Estamos contentos con los hechos probados que recoge la sentencia y con la pena privativa de libertad impuesta, no así tanto con las indemnizaciones, que ha sido reducidas o limitadas dada la gravedad de los hechos", valora el fallo Javier Iván Prada, el abogado que ha representado en el proceso a la menor que originó la denuncia, quien solicitaba una indemnización de 100.000 euros para su representada, cantidad que la sentencia ha fijado en 20.000 euros.

Guillermo Presa Suárez, el abogado de P. F. R., por su parte, explica a este diario que no están de acuerdo con el veredicto, por lo que presentará un recurso en el que pedirá la absolución de su defendido.